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La Iglesia ante el desafío

Es una pesada responsabilidad la que descansa sobre los hombros de una Iglesia que heredó el principio de libertad de sus santos padres siríacos. Y, a través de su latinización, también ha heredado el legado de san Agustín, con su sincretismo entre la fe, la administración y el ejército, y de santo Tomás de Aquino, que abogaba por una reconciliación entre lo temporal y lo espiritual. Ante el doble desmoronamiento de las instituciones y los valores, ¿estará esta Iglesia a la altura de la tarea de dar testimonio?

maronitas

Por: Dr. Amine Jules Iskandar

Syriac Maronite Union-Tur Levnon

Asociado de maronitas.org

Escrito para Ici Beyrouth

Publicado el 13 de mayo de 2023


Mientras que algunas comunidades religiosas se basan en un retorno exclusivo a las escrituras evangélicas, las Iglesias apostólicas (católica y ortodoxa) se construyen sobre un recorrido histórico acumulativo. No pueden, por tanto, adoptar actitudes sociopolíticas que no tengan en cuenta las múltiples etapas que constituyen su identidad actual.


Santo Tomás de Aquino


Cuando la Iglesia anuncia que sólo quiere trabajar en el marco del Reino de los cielos, que no es de este mundo, ello equivaldría a desentenderse de su historia y a resignarse ante el desafío que tiene ante sí. La Iglesia tiene un deber para con su pueblo, que son seres con vida y necesidades, no sólo almas en la antesala del más allá. No puede ignorar la valiosa aportación de santo Tomás de Aquino, que le permitió superar la concepción neoplatónica del alma encerrada en un cuerpo material.


Basándose en la filosofía de Aristóteles, santo Tomás había formulado la concepción cristiana del Hombre que «ya no tiene cuerpo, sino que es cuerpo». Es, por tanto, un ser corpóreo inmerso en un mundo material que experimenta a través de sus cinco sentidos llamados externos.


Santo Tomás menciona también los sentidos internos, que denomina «el sentido común», es decir, el discernimiento. Apelando a la estimación, la síntesis y la memoria, el discernimiento debería permitirnos dar sentido a las cosas. Esta facultad parece estar muy ausente en nuestros días, cuando se cometen toda clase de abusos con el pretexto de la libertad y la tolerancia, valores que «muy a menudo están separados de la verdad», en palabras de Benedicto XVI.

#Bechara Boutros Rai
Santo Tomás de Aquino, el Doctor Angélico (1225/26-1274). Retablo de Carlo Crivelli (1494).

San Agustín


Frente a un mundo cada vez más radicalizado en su rechazo de los fundamentos de la civilización, como denuncia el cardenal Roberto Sarah, a veces resulta más cómodo seguir a la masa del fariseísmo. Algunos prelados llegan incluso a negarse a comprometerse en la lucha contra la emigración juvenil, alegando haber delegado esta responsabilidad en el Estado libanés para concentrarse en el aspecto puramente espiritual.


Esto es más que una dejación de funciones; es un alejamiento de las enseñanzas de san Agustín, el director del sincretismo entre la fe cristiana, por un lado, y la administración y la fuerza armada de la República romana, por otro. Sin él, el cristianismo probablemente no se habría convertido en la función cultural, social y administrativa fundadora de Occidente.


La latinización de la Iglesia Maronita, sobre todo desde la inauguración en 1584 del Colegio Maronita de Roma, inyectó este pensamiento que generó un despertar nacional en el Monte Líbano. El principal instigador de esta tendencia fue el patriarca Esteban Douaihy. Sin esta influencia agustiniana, los maronitas habrían seguido siendo una comunidad religiosa como las demás iglesias siríacas, sin haber podido formular una visión nacional.


San Charbel
San Agustín de Hipona (354-430) por Tomas Giner-1458. © Wikimedia Commons

La Iglesia maronita


Ya con san Juan Marón, la Iglesia Maronita había desempeñado un papel administrativo y militar que se renovó durante las Cruzadas. En 1943, afirma haber cedido esta responsabilidad a las autoridades seculares de la nación o del Estado, que logró instaurar. Hay que recordar que el Gran Líbano no es una nación y que el Estado ya no existe. Por tanto, es comprensible que el pueblo se dirija naturalmente a su Iglesia, que había asumido su papel nacional durante siglos.


La Iglesia Maronita es antioquena y, por tanto, aristotélica. Por lo tanto, comprende fácilmente las enseñanzas de los santos Tomás y Agustín. Comprende la dimensión temporal en la corporalidad del Hombre ens