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SINAXARIÓN

DEL CALENDARIO LITÚRGICO MARONITA

c | Marzo 16

SAN BABAS, MÁRTIR (s. IV)

san dimas el buen ladrón

San Babas era de la ciudad de Larend en Asia Menor. Se desconoce su linaje. Cuando surgió la persecución contra los cristianos, Anius, el gobernador de Licuania, lo convocó y lo interrogó.

Confesó públicamente que era cristiano. Lo azotaron violentamente. Luego le arrancaron el cuerpo con uñas de hierro y lo vistieron con sandalias con uñas dentadas. Y lo llevaron muy lejos y su sangre corría por el suelo. Agradecía a Dios por la bendición del martirio por causa de su amor. Luego lo colgaron de un árbol, donde su alma pura se desbordó. Y ese árbol estaba infructuoso, por lo que se hizo fructífero después de que el santo fue colgado de él. Su martirio fue a principios del siglo IV.

Otros Santos para hoy

SANTOS HILARIO Y TAZIANO, MÁRTIRES DE AQUILEIA | CONMEMORACIÓN DEL CONCILIO DE CONSTANTIOPLA I (381)

san dimas el buen ladrón

Santos Hilario y Taziano
Antiguos documentos atestiguan el martirio del obispo Hilario y del diácono Taziano el 16 de marzo de 284. Sus reliquias, guardadas primero en Aquileia, se trasladaron a Grado por temor a los Longobardos. Se les dedicó una iglesia, luego catedral, en la ciudad de Gorizia de la que son patronos.

Fuente: VaticanNews

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Primer Concilio Ecuménico de Constantinopla (Segundo Concilio General):
Este Concilio fue convocado en mayo de 381 por el Emperador Teodosio para proporcionar una sucesión católica a la sede patriarcal de Constantinopla, confirmar el símbolo de fe de Nicea, reconciliar a los semiarrianos con la Iglesia y poner fin a la herejía macedonia.

Originalmente era sólo un Concilio de la Iglesia de Oriente; son inválidos los argumentos de Cesare Baronio (ad an. 381, nos. 19, 20) para probar que fue convocado por el Papa San Dámaso I, (Hefele-Leclercq, Historia de los Concilios, París, 1908, II, 4). Estuvieron presentes 150 obispos católicos y 36 obispos heréticos (macedonios y semi-arrianos), y fue presidido por Melecio de Antioquía; después de su muerte, por los sucesivos patriarcas de Constantinopla, San Gregorio Nacianceno y Nestorio.

Su primera medida fue confirmar a Gregorio Nacianceno como obispo de Constantinopla. Las actas de este concilio han desaparecido casi totalmente; sus procedimientos se conocen principalmente por las narraciones de los historiadores eclesiásticos Sócrates, Sozomen y Teodoreto. Hay buena razón para creer que redactó un tratado formal (tomos) sobre la doctrina católica de la Trinidad, también en contra del apolinarianismo; este importante documento se ha perdido, excepto el primer canon del concilio y su famoso Credo (Niceno-Constantinopolitano). Este último es tradicionalmente tomado como una ampliación del Credo de Nicea, con énfasis en la divinidad del Espíritu Santo. Sin embargo, parece tener un origen más temprano, y fue compuesto probablemente (369-373) por San Cirilo de Jerusalén como una expresión de la fe de esa Iglesia (Bois), aunque su adopción por este concilio, le dio una autoridad especial, tanto como credo bautismal (v. bautismo) como fórmula teológica. Recientemente Harnack (Realencyklopadie fur prot. Theol. und Kirche, 3rd ed., XI, 12-28), ha mantenido, sobre bases no muy concluyentes, que no fue hasta después del Concilio de Calcedonia (451), que este credo (la fórmula de Jerusalén con la adición de Nicea) fue atribuido a los Padres de ese Concilio. En Calcedonia, ciertamente, fue recitado dos veces y aparece dos veces en las Actas de ese Concilio; fue también leído y aceptado en el Sexto Concilio General (vea más abajo) que se efectuó en Constantinopla en el año 680. La muy antigua versión latina de su texto se debe a Dionisio el Exiguo (Gian Domenico Mansi, Coll. Conc., III, 567).

Los griegos reconocen siete cánones, pero las versiones latinas más antiguas tienen cuatro; las otras tres, probablemente son adiciones posteriores (Hefele)

• El primer canon es una importante condenación dogmática de todas las sombras de arrianismo, también del macedonianismo y del apolinarianismo.

• El segundo canon renueva la legislación de Nicea imponiendo sobre los obispos la observancia de los límites diocesanos y patriarcales.

• El famoso tercer canon, declara que como Constantinopla es la Nueva Roma, el obispo de esa ciudad debería tener una preeminencia de honor después del obispo de la Vieja Roma. Baronio mantuvo erróneamente la no autenticidad de este canon, mientras que algunos griegos de la Edad Media mantienen (una tesis igualmente errónea) que declaró al obispo de la ciudad real igual al Papa en todas las cosas. La razón puramente humana de la antigua autoridad de Roma que sugiere este canon nunca fue admitida por la Sede Apostólica, quien siempre basó su reclamo a la supremacía sobre la sucesión de San Pedro. Roma no reconoció fácilmente este injustificable reordenamiento de rangos entre los antiguos patriarcados de Oriente. Fue rechazado por los legados papales en Calcedonia. El Papa San León I (Ep. CVI in P.L., LIV, 1003, 1005) declaró que este canon nunca había sido sometido a la consideración de la Sede Apostólica y que era una violación del orden establecido en Nicea. En el Octavo Concilio General (ver más abajo en este mismo artículo) en 869, los legados romanos (Mansi, XVI, 174) reconocieron a Constantinopla como segunda en el rango patriarcal. En 1215, en el Cuarto Concilio Lateranense (op. cit., XXII, 991), esto fue admitido formalmente por el nuevo patriarca latino, y en 1439, en el Concilio de Florencia, por el patriarca griego (Hefele-Leclercq, Historia de los Concilios, II, 25-27). Los correctores romanos de Graciano (1582), at dist. XXII, c. 3, insertaron las palabras: "canon hic ex iis est quos apostolica Romana sedes a principio et longo post tempore non recipit."

• El cuarto canon declara inválida la consagración de Máximo, el filósofo cínico, rival de San Gregorio Nacianceno, como obispo de Constantinopla

Al final de este Concilio, el Emperador Teodosio emitió un decreto imperial (30 de julio), declarando que las iglesias debían ser devueltas a aquellos obispos que confesaran la igual Divinidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y que hubiesen mantenido la comunión con Nestorio de Constantinopla y otros importantes prelados orientales a quienes mencionó. El carácter ecuménico de este concilio parece datar, entre los griegos, del Concilio de Calcedonia (451). De acuerdo a Focio (Mansi, III, 596) el Papa Dámaso I lo aprobó; pero si cualquier parte del concilio fue aceptada por este Papa, sólo pudo haber sido el credo antes mencionado. En la segunda mitad del siglo V los sucesores de León Magno, guardan silencio respecto de este concilio. Su mención en el llamado "Decretum Gelasii", hacia fines del siglo V, no es original sino una inserción posterior en ese texto (Hefele). Papa San Gregorio I Magno, siguiendo el ejemplo del Papa Vigilio y el Papa Pelagio II, lo reconoce como uno de los cuatro concilios generales, pero solo en sus pronunciamientos dogmáticos (P.G., LXXVII, 468, 893).

Fuente: Shahan, Thomas. "Councils of Constantinople" The Catholic Encyclopedia. Vol. 4, págs. 308-312. New York: Robert Appleton Company, 1908

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