San Saba fue un cristiano de la tribu Ghatt y comandante del ejército en Roma.

Sus celos lo llevaron a atender a los encarcelados por su fe en Cristo, animándolos a soportar el tormento y permanecer en su fe.

El rey Aureliano sabía de él y había incitado a la persecución de los cristianos, por lo que fue arrestado; pero el del valiente Saba permaneció firme, y por eso lo privó del área de militar en presencia del rey. Pero no dudo en declarar su fe en Cristo diciendo:

«Estoy orgulloso de ser fiel en el servicio a mi rey celestial, así como fui fiel en el servicio a mi rey terrenal, y tengo que obedecer al primero antes que al segundo».

Entonces el rey le ordenó que lo pusieran en parrilla de hierro ardiendo, por lo que soportó este tormento, paciente y firme en su determinación. Dios lo protegió de todo mal. Ante esta escena tan espantosa, setenta hombres de los idólatras creyeron. Los torturaron, por lo que continuaron con firmeza en su fe, golpearon su cuellos, y sus almas volaron a los estrechos celestiales.

Al día siguiente, el rey lo trajo nuevamente ante él, y trató de convencerlo son promesas para desanimarlo de su determinación y que sacrificara a los ídolos. Pero volvió a negar, por lo que el rey ordenó su decapitación. Se unió a sus compañeros mártires, disfrutando de la gloria celestial en el año 271.

Fuente: www.maronitas.org