Era una israelita en la ciudad de Babilonia, con un esposo piadoso. Su belleza estaba más allá de toda descripción.
Ella era casta y pura, porque sus padres la disciplinaban bien según la ley de Moisés.
Dos de los jueces, sintieron deseos de ella. La amenazaron con acusarla de adulterio si no tenía relaciones sexuales con ellos. La mujer casta dijo: “Es mejor para mí que me acuséis que pecar ante el Señor”. Los dos jeques dijeron que la vieron sospechosamente con uno de los jóvenes.
Y así testificaron contra ello delante del pueblo de Israel. La condenaron a muerte por lapidación
Ella gritó con voz fuerte y dijo: “Dios eterno, que conoces lo que está oculto, que sabes todo antes de que suceda: Tú sabes que han dado falso testimonio contra mí, y ahora voy a morir sin haber hecho nada de lo que éstos han tramado perversamente en mi contra".

Entonces el Señor respondió a su voz. Y mientras ella era conducida a Muerte, el Espíritu Santo empujó a un niño llamado Daniel, y este gritó a gran voz: “Soy inocente de la sangre de esta mujer"

Entonces todo el pueblo se volvió hacia él y le dijeron: ¿Qué es esto que has dicho? Y él se detuvo.
entre ellos y dijo: “¿Tan tontos sois, oh hijos de Israel, que juzguáis a una muchacha, sin examinar ni verificar, Vuelvan al tribunal, porque ésos han dado falso testimonio contra ella"

Entonces toda la asamblea exclamó a gran voz: Bendito sea Dios, que salva a los que esperan en Él. Se alzaron contra los dos ancianos, ya que Daniel los había dejado convictos de falso testimonio por su propia confesión, e hicieron con ellos lo mismo que ellos habían tramado contra el prójimo. Actuaron según la Ley de Moisés y les dieron muerte (Daniel 13)
Este fue el año 550 antes de la venida de Cristo. Sus oraciones están con nosotros. Amén

Fuente: maronitas.org