Eleuterio nació en Roma en el año setenta de Cristo. Su padre, Eugenio, era juez de la ciudad y murió siendo niño. Su piadosa madre, Antia, se encargó de su educación y le enseñó las reglas de la fe cristiana, que había aprendido del apóstol Pablo.

Cuando creció, lo llevó al Papa San Anacleto, quien lo educó en ciencias religiosas y estudió los libros sagrados y las leyes. Entonces ingresó al seminario y lo ordenó diácono cuando tenía 15 años. Luego lo ordenó sacerdote cuando tenía 18 años, luego el Papa Alejandro I lo ordenó obispo cuando tenía 20 años y lo envió como pastor a la provincia de Liria, era un pastor celoso y dedicado a la buena nueva del Evangelio y de la salvación de las almas.

Cuando el rey Adriano incitó a la persecución contra los cristianos, el gobernador de la ciudad de Sina lo arrestó, lo encarceló y le ordenó postrarse ante los ídolos. Él se negó, declarando su fe en Cristo y postrándose solo ante él. Entonces ordenó su tortura. Lo extendieron sobre láminas de hierro calientes. Lo metieron en una olla llena de aceite y manteca y le pusieron fuego debajo, y permaneció a salvo dando gracias a Dios, ante este maravilloso milagro, el gobernador, Cuario y todos los presentes creyeron.

Cuando el rey se enteró de lo sucedido, ordenó que les decapitaran todas las cabezas, y la cabeza de Eleuterio estaba con ellos. Entonces vino su madre Antia y se acostó sobre su puro cuerpo, besándolo y llorando, le golpearon las sanguijuelas y todos ganaron la corona del martirio en el año 130 de Cristo.
Sus oraciones están con nosotros. Amén.


Fuente: maronitas.org