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LITURGIA MARONITA

Por: Alberto Meouchi-Olivares

La Liturgia Maronita presenta una identidad común a las iglesias siríacas, y otra identidad particular que le es propia sólo a ella.

Es una liturgia oriental católica, en total comunión doctrinal y disciplinar con el Papa de Roma. Su rito es siro-occidental de origen, pero que no ha de confundirse con otros ritos de liturgia siro-occidental, pues la Liturgia Maronita tomó otros derroteros, incluyendo una etapa de latinización obligada, durante el siglo XVI, para manifestar su unidad a la Santa Sede.

Puede describirse, entonces, como una liturgia siríaca (aramea), antioquena y jerosolimitana, con influencias accidentales latinas, y distante, en su peculiaridad, de las otras iglesias de tradición sirio-occidental.

Liturgia Aramea. El idioma litúrgico maronita es el arameo, o más propiamente el dialecto arameo siríaco occidental con escritura ܣܶܪܛܳܐ (ṣerto, “línea”). Sin embargo, la liturgia, aún conservando momentos obligatorios para el uso de este idioma, se celebra actualmente en lengua vernácula por beneficio pastoral. El árabe es el idioma vernáculo mas arraigado, y los textos litúrgicos oficiales actuales están en este idioma.

Entre los grandes padres siríacos de quienes se tomaron muchos de los textos para la Liturgia Maronita destacan san Efrén de Nisibe († 373) y Santiago de Sarug († 521), aunque no fueron los únicos.
La Liturgia Maronita conserva, hasta la fecha, su contenido siríaco primitivo, tanto en los textos litúrgicos y su estructura, en su teología y su espiritualidad, como en su iconografía y su música.

Liturgia Siro-Antioquena. Su liturgia se configuró en Antioquía en el siglo I y se consolidó en el Líbano a partir del siglo VIII. La sede de Antioquía se considera fundada por el mismo san Pedro Apóstol a quien se le atribuye ser el primer obispo de esta sede, por lo que esta liturgia lleva en su impronta la fidelidad a Pedro que la ha caracterizado a lo largo de toda su existencia, y que se ve reflejada en esta antiquísima frase que los maronitas se enorgullecen en cantar: ܗܰܝܡܳܢܽܘܬܳܐ ܕܦ݂ܶܛܪܳܘܣ ܗܺܝ ܗܺܝ ܗܰܝܡܳܢܽܘܬܳܐ ܕܺܝܠܰܢ ܗܰܝܡܳܢܽܘܬܳܐ ܕܺܝܠܰܢ ܗܺܝ ܗܺܝ ܗܰܝܡܳܢܽܘܬܳܐ ܕܦ݂ܶܛܪܳܘܣ ܟܢܽܘܫܬܳܐ ܕܦ݂ܶܛܪܳܘܣ ܗܺܝ ܗܺܝ ܟܢܽܘܫܬܳܐ ܕܺܝܠܰܢ ܟܢܽܘܫܬܳܐ ܕܺܝܠܰܢ ܗܺܝ ܗܺܝ ܟܢܽܘܫܬܳܐ ܕܦ݂ܶܛܪܳܘܣ (haimonuto d-fetros hi hi haimonuto dilan haimonuto dilan hi hi haimonuto d-fetros, knushto d-fetros hi hi knushto dilan knushto dilan hi hi knushto d-fetros, “La fe de Pedro es nuestra fe, nuestra fe es la fe de Pedro; la Iglesia de Pedro es nuestra Iglesia, nuestra Iglesia es la Iglesia de Pedro”).

Aunque ligada íntimamente a la tradición siro-antioquena tiene una cierta cercanía a la tradición caldea (de tradición siro-oriental). Se trata sobretodo de elementos arcaicos comunes tanto a la Liturgia Maronita como a la caldea, principalmente en lo referente a las anáforas eucarísticas (v.gr. cf. anáfora maronita del Sharar y la anáfora caldea de Adday y Mari).

Liturgia Jerosolimitana. La sede de Antioquía recibió su aportación litúrgica de Jerusalén después de Pentecostés, por lo que pertenece, por su origen, al grupo de liturgias de Antioquía-Jerusalén, conocida bajo el nombre de “Liturgia de Santiago, hermano del Señor” (i.e. apóstol y primer obispo de Jerusalén). Este patrimonio litúrgico se conservó en el Monasterio de san Marón o ܒܶܝܬ ܡܳܪܘܢ (Beit Maron) en Apamea en la Siria Segunda, a pesar de las crisis cristológicas que se suscitaron, y, tiempo después, en la montañas del Líbano que acogió a esta liturgia entre sus cedros y grutas.

Teología Litúrgica. La teología de la Liturgia Maronita se centra en el misterio de la Segunda Venida de Cristo –la Parusía–, con una visión escatológica puesta en la espera de que Cristo haga nueva todas la cosas (cf. Ap 21-5).

La Parusía será la gran ܓܶܠܝܽܘܢܳܐ (ghelyono, “visión”) donde se revelará el triunfo del Hijo del Hombre, llegando “sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria” (Mt 24, 30b).

LITÚRGICA MARONITA Esta Visión será el amanecer (ܕܶܢܚܳܐ, denḥo) del nuevo y definitivo día del Señor: la Teofanía gloriosa (ܥܺܕܳܐ ܕܕܶܚܳܐ, ‘ido d-denḥo, “fiesta de la manifestación”).

Esta tendencia escatológica de la Liturgia Maronita parte del misterio de la Redención, y gira alrededor del Plan de la Historia de Salvación llamado en la tradición maronita como la ܡܕܰܒܪܳܢܽܘܬܳܐ (mbrabonuto, “Economía” de la Salvación). En efecto, Dios se encarnó para redimirnos; vivió una vida oculta, para redimirnos; obró milagros, para redimirnos; sufrió la pasión, para redimirnos; murió en una cruz, para redimirnos; fue sepultado en un sepulcro, para redimirnos; subió a los cielos, para redimirnos; se sentó a la derecha del Padre, para redimirnos; envió al Espíritu Santo, para redimirnos... y vendrá en su Segunda Venida para culminar la Obra de la Redención (ܦ݂ܳܪܽܘܩܽܘܬܳܐ, foruquto). Para la Liturgia Maronita esta obra se completará, entonces, solo cuando la creación se restaure a su estado original.

Los textos litúrgicos maronitas expresan que la Segunda Venida de Cristo tendrá lugar en un día de Domingo por la mañana, a semejanza de la gloriosa Resurrección.

El tema de la mañana escatológica asume el concepto de la luz matutina, del sol que nace del Oriente, de ahí el uso del citado término amanecer (ܕܶܢܚܳܐ, denḥo) para este acontecimiento, que liberará a la humanidad, de manera definitiva, de las tinieblas y de la idolatría.

Durante el caminar hacia el encuentro de Cristo en su Segunda Venida, la Liturgia Maronita encuentra en la Eucaristía el viático para su camino. Es gracias a la comunión eucarística por la que los difuntos esperan el día la resurrección: “porque han comido de tu Cuerpo y bebido de tu Sangre” (de la liturgia de difuntos). La Eucaristía y el Bautismo suelen mencionarse juntos, pues ambos misterios contienen la semilla de la resurrección: “que tu Cuerpo y tu Sangre, con el Bautismo, sean el puente para llegar a ti” (tomado de la “oración para la acción de gracias” en el Qurbono), que se manifestará en la Segunda Venida. En efecto, en la Liturgia Maronita la Eucaristía y el Bautismo son la promesa del cumplimiento futuro.


Existen elocuentes simbolismo que dan una fisonomía peculiar a la Liturgia Maronita, que podemos ilustrar con lo siguientes ejemplos:

a) El sueño de las almas: los muertos quedan dormidos hasta el día del juicio final. Con la parábola de la diez vírgenes (cf. Mt 25, 1-13) en la Liturgia Maronita se describe que las vírgenes prudentes duermen con el aceite de sus buenas obras hasta el día del Señor en su Segunda Venida, mientras que las necias lo hacen sin aceite. Así las almas de los justos residen en las encantadoras mansiones a los bordes del paraíso esperando la resurrección de sus cuerpos.

b )El río de fuego: es el simbolismo que expresa que para llegar al cielo uno debe cruzar un río de fuego. Los justos lo cruzarán sin quemarse en un bote de agua (sus buenas obras) mientras que los otros lo harán quemándose, pues no irán en un bote. Es una alusión al purgatorio, y sintagmas litúrgicos como “que el fuego no me coma” así lo expresan (tomado de la “oración de acción de gracias” del Misal Maronita).

c) La llegada al puerto: este símbolo frecuentemente usado en la tradición maronita expresa el esperado Reino Futuro (i.e. la Vida Eterna), pero que se extiende también al mismo Cristo Jesús, e incluso a los santos (cuando se llega el día de su festividad), y a los sacramentos (cuando se reciben). Es tan expresivo este símbolo que existe una rito litúrgico llamado así: “La Llegada o Entrada al Puerto" o ܘܰܥܕܳܐ ܕܰܠܡܺܐܢܳܐ (wa’do dalmino), que se celebra el Domingo del Hosanna por la noche, pues después de recorrido el camino de la cuaresma se ha “llegado al puerto” de la Semana Santa de Pasión.

d) El hombre punto de convergencia: la antropología maronita ve al ser humano no sólo como el culmen de la creación (cf. Gn 2) sino también como el vínculo que une los Cielos con la tierra (cf. Jn 1, 14). Por eso en la Liturgia Maronita los gestos humanos son también gestos divinizados en ella, como por ejemplo el amor humano de un hombre y una mujer es divinizado por el Misterio del Matrimonio: “que sea bendecido y santificado por la efusión del Espíritu Santo” (tomado de las “intercesiones” del Ritual de la Coronación).

e) La túnica de la gloria: la Liturgia Maronita encuentra en el símbolo de la túnica de gloria la eficacia de la gracia salvífica que se alcanza con la recepción de los sacramentos, particularmente en el Misterio del santo Bautismo.

f) La Cruz como puente y como árbol de la vida: se hace referencia en la Liturgia Maronita, especialmente en el ciclo de la Santa Cruz, el concepto de reconciliación que tiene el Sacrificio de Cristo en el Golgotha, de ahí que la Cruz sirve de puente entre la muerte y la vida, pues reconcilia al hombre con Dios en Cristo. Es también, el árbol de la vida en contraste con el árbol de la muerte (cf. Gn 3, 2).

g) La luz: un símbolo litúrgico muy recurrente es el de la luz. Por ejemplo, antes de empezar la celebración de la Misa hay, en el rito preparatorio, la ceremonia del encendido de las velas y la iluminación del templo cantando el llamado Himno de la Luz.

h) La música: para la Liturgia Maronita, la música no es sólo un medio de oración y de glorificación a Dios, sino también es el símbolo del “lugar de la semejanza”, pues a través de ella logramos retornar a la imagen que la culpa original desfiguró: es la vuelta a la semejanza de Dios. (Gn 1, 27). El canto es, entonces, un modo de conversión y de retorno al origen (que es Dios). Por ello la Liturgia Maronita gusta ser toda ella cantada. Con y en la música los oídos de la fe y del corazón logran escuchar el sonido de la creación, sonido que es también la voz de Dios (cf. Sal 19 [Vg. 18]).


El centro sobre el que gira la Liturgia Maronita es la celebración Eucarística enfocada en el concepto de “Oblación”, ܩܽܘܪܒܳܢܳܐ (qurbono) en arameo. Es por tanto una liturgia oblativa, en el tiempo y en el espacio, del Hijo de Dios: es el Cuerpo de Cristo que se entrega totalmente, Cuerpo partido y compartido, en constante adhesión a la voluntad del Padre por obra del Espíritu Santo. Así, para los maronitas, toda Liturgia encuentra en la “ofrenda" del “oferente” su causa; es decir, en la pasión, muerte y resurrección de Cristo la fuente eficaz de su obrar es la “ofrenda” del primogénito a Dios y de su rescate mediante un sacrificio: “Señor Jesús, Dios de nuestra salvación, que te hiciste hombre por nosotros y nos salvaste inmolándote a ti mismo, líbranos de la corrupción para que seamos templos de tu santo Nombre, porque somos tu pueblo y tu heredad” (tomado de la “oración para la acción de gracias” de la Anáfora de los Doce Apóstoles en el Qurbono).

La Liturgia Maronita es una liturgia trinitaria, sus oraciones siempre terminan con una doxología mencionando expresamente a las tres Personas Divinas.

Constantemente se invoca al Espíritu Santo, con signos muy expresivos en muchos momentos litúrgicos que lo evocan: como el de mover las manos imitando un revoloteo sobre las ofrendas, las continuas imposiciones de manos (ܣܝܳܡ ܐ̱ܝܕܳܐ, soyem ydo), la elevación de los brazos, las inclinaciones, etc.
El papel que juega la Madre de Dios en la Liturgia es tan relevante, que se podría tipificar a la Liturgia Maronita como una Liturgia de Intercesión Mariana.

Los esquemas litúrgicos se pensaron para celebrarse cantados, en comunidad y a lo largo de las diversas horas del día, según su Ciclo Litúrgico. Es una liturgia popular, con oraciones que son dialogadas entre el celebrante y los fieles, o entre los coros y la asamblea. Mantiene una piedad desaliñada, espontánea y expresiva en sus gestos, que contrasta con los esquemas rígidos o sobrios de otras tradiciones litúrgicas.
Suele toda la liturgia presentarse con ilustraciones y signos, por lo que el uso de sacramentales es enfático, principalmente el aceite bendito, el agua bendecida, el incienso, la velas, y los iconos.

Las procesiones son un elemento característico en las fiestas maronitas y en las celebraciones especiales que surgen al imitar a Cristo en su entrada triunfal a Jerusalén (cf. Mt 21, 1-11; Mc 11, 1-11; Lc 19, 28-44; Jn 12, 12-19).

La Liturgia Maronita encuentra en el Misterio –ܐܪܳܙܳܐ (rozo)– el quid de su esencia, y se presenta como el carruaje de fuego para subir a Dios (cf. 2 Rey 2, 11). La liturgia es, pues, el medio para acceder a lo divino.

Bibliografía:

HAYEK, Michel, Liturgie Maronite Histoire et Textes Eucharistiques, France: Mame, 1964; Misal Maronita (Qurbono), Bkerke: 2005 (edición en español, Chihuahua: 2017); BEGGIANI, Seely Joseph, The Divine Liturgy of the Maronite Church. History and Commentary, Maronite Rite Series vol. VII, New York: Saint Maron Publications, 1998; BEGGIANI, Seely Joseph, Early Syriac Theology with special reference to the Maronite Tradition, Revised Edition, Washington: The Catholic University of America Press, 2014; GEMAYEL, Boutros Edmund, Avant.Messe Maronite, Rome: Pontificio Istituto Orientale, 1965.

Ver voces:

Cómo Citar:

Meouchi-Olivares, A. (2019). Diccionario Enciclopedico Maronita. iCharbel-Editorial.

Sitio web: https://www.maronitas.org

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