La Iglesia maronita toma su nombre de San Marón, un ermitaño del siglo IV que vivió a cierta distancia de Antioquía. Los monjes y laicos del Líbano y Siria que intentaron seguir su ideal y su espíritu se conocieron como maronitas. La Iglesia maronita está presidida por un patriarca que lleva el título de «Patriarca de Antioquía». Los maronitas fueron firmes defensores del Concilio de Calcedonia, y la Iglesia maronita siempre ha estado en unión con la Iglesia de Roma.

El sacerdocio en la tradición siro-maronita
By Seely Beggiani*

La liturgia
El pensamiento maronita sobre el significado del sacerdocio o cualquier otro aspecto de la teología no se encuentra en los tratados sistemáticos, sino en las oraciones de la liturgia. Históricamente, la liturgia era el vehículo de la teología y la catequesis. Una característica destacada de la liturgia maronita de la Palabra es la «Oración del Perdón», que es una reflexión, a veces bastante elaborada, sobre el significado del acontecimiento del año litúrgico o de la fiesta que se celebra.
El patrimonio litúrgico de la Iglesia Maronita incorpora no sólo la práctica de la antigua Iglesia de Antioquía, sino también, muy especialmente, las antiguas iglesias de Edesa y Nísibe. Estas últimas iglesias fueron el hogar de San Efrén, Afrahat y Santiago de Serugh. Su enfoque de la exposición teológica no era a través de analogías y análisis racionales, sino a través de la imagen y la metáfora. Su fuente principal, y a veces la única, era la Sagrada Escritura, que conocían de memoria. En la revelación divina descubrieron un tesoro ilimitado de tipos y antitipos, cada uno de los cuales revelaba algún indicio del plan divino de salvación.
Por lo tanto, al desarrollar la comprensión maronita del sacerdocio, nos basaremos en la meditación litúrgica de la Iglesia en la ordenación de los sacerdotes, y cuando reza por los sacerdotes tanto vivos como difuntos. Nos referiremos al Pontifical Maronita para la ordenación sacerdotal, el servicio fúnebre para los sacerdotes, el domingo para los sacerdotes difuntos (el penúltimo domingo del tiempo de Epifanía), el común para los sacerdotes en el misal y la sección correspondiente en el Oficio Divino. También citaremos el trabajo de los comentaristas.
Para contextualizar la reflexión maronita sobre el significado del sacerdocio, conviene empezar por revisar ciertos aspectos de la cosmovisión religiosa siríaca (1). En la mente de San Efrén, el futuro Cristo preexistía de algún modo al momento de la creación. El universo y la humanidad fueron creados a su imagen. La encarnación de Cristo en la historia es el clímax de la creación de Dios. Forma parte del plan divino que la naturaleza y la Escritura prefiguren y preparen el camino para la llegada del cumplimiento de la creación. Los personajes, los acontecimientos y las prácticas de la Antigua Alianza son tipos que prefiguran las realidades divinas que se revelarán finalmente en Cristo.
Cristo, en su obra de salvador y redentor, es la expresión de la compasión y la benevolencia divinas. A pesar de ser plenamente humano, Cristo, a través de su divinidad, siempre estuvo trabajando para preservar el universo de la aniquilación, incluso cuando estaba muriendo en la cruz.
El nuevo árbol de la vida
Para San Efrén, la cruz se convierte en el nuevo árbol de la vida, restaurando el árbol de la vida edénico perdido por el pecado de Adán y Eva. Así como Eva nació del costado de Adán, la Iglesia, la nueva Eva, nace del costado de Cristo. Pues la Iglesia está constituida por el bautismo y la eucaristía, que están representados en la sangre y el agua que brotaron del costado de Cristo. El árbol de la cruz es el nuevo árbol de la vida que produce estos frutos divinos.
El Pontifical Maronita explica que la gloria dada a Dios por las asambleas espirituales y angélicas es apenas suficiente. Por ello, Dios ha querido que el coro celestial sea aumentado por un coro terrenal. Por lo tanto, Dios ha seleccionado sacerdotes terrenales y les ha confiado su tesoro espiritual. Les ha dado poder sobre Su Cuerpo y Sangre, un poder que no se concede a los ángeles.
Puesto que Dios decidió un sacerdocio terrenal que alcanzaría su clímax en el sacerdocio de Cristo, en el modo de pensar siríaco el plan de Dios ya está prefigurado en la creación de Adán. Así como el futuro Cristo tomaría un cuerpo descendiente de Adán, su sacerdocio terrenal está presente seminalmente en Adán.
Según el padre siríaco Santiago de Serugh, Dios, al modelar a Adán, le impuso las manos y al respirar sobre él lo convirtió en un santuario. Cristo, al descender al Seol, devolvió a Adán la gracia que había perdido. Así como el Padre había soplado el Espíritu sobre el rostro de Adán, ahora Cristo sopló el Espíritu sobre el rostro de los apóstoles (2). Con el soplo de su boca, los revistió de nuevo de santidad (esto es una referencia al hecho de que Adán había perdido el «manto de gloria» en el Edén, que ahora es restaurado por Cristo). Y por imposición de Sus manos sobre los apóstoles, les dio el sacerdocio.
Así fue restaurado este edificio que la serpiente había destruido. Porque el sacerdote desterrado fue devuelto a su servicio por la imposición de manos que Simón recibió de nuestro Salvador, la tribu de los sacerdotes es restaurada en todo el mundo.
El sacerdote de la Nueva Alianza no está rociado con la sangre de las víctimas corporales, pues el Hijo de Dios lo ha sumergido en la sangre de la Crucifixión. Cristo ha erigido la santa Iglesia en la tierra a la manera del paraíso y, sin necesidad de víctimas, ha establecido sacerdotes para su servicio. El que est