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#santosmaronitas
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SINAXARIÓN
DEL CALENDARIO LITÚRGICO MARONITA

a | Enero 15

NUESTRA SEÑORA DE LA SIEMBRA

san dimas el buen ladrón

Existen tres fiestas en que los maronitas celebramos a María en sus bondades a la tierra. Existen registros textuales de estas fiestas en los siglos quinto y sexto en la Iglesia de Antioquía, pero la tradición mantiene sus orígenes que se remontan a los últimos tiempos apostólicos.

Las fiestas que los Maronitas celebramos son en las siguientes fechas:
15 de enero - Nuestra Señora de las Siembra.
15 de mayo - Nuestra Señora de la Cosecha.
15 de agosto - Nuestra Señora de las Uvas.

Es muy posible que estas fiestas se crearon de las fiestas agrícolas anteriores y que se vinculaban con las estaciones del año, la cual, según la estación, la tierra produce diferentes tipo de frutos. En el pensamiento siríaco, la creación no sólo contiene símbolos de Dios, más bien en él, todo ha sido colocado para revelar a Dios en su grandeza de la creación.

Hay una conexión entre estas fiestas y el misterio de la Eucaristía. Las tres fiestas dan los ingredientes para el pan y el vino, además vinculan a la Virgen María con la Eucaristía. Revelan el plan divino de Dios.

Su simbolismo es mejor capturado en la celebración del qurbono Maronita (Qurbono: Misa u ofrenda en arameo). Al momento que los "Misterios" (ofrendas: cáliz, hostia para el sacerdote y copón con hostias) están siendo trasladados al altar, los fieles dicen o cantan lo siguiente:

Qolo:
El Señor reina vestido de majestad.
¡Aleluya!
Yo soy el Pan de Vida, dijo el Señor;
yo bajé del cielo a la tierra
para dar vida al mundo.
El Padre me envió, Palabra sin carne.
Y como buen grano de trigo en rica tierra,
el seno de María me recibió.
¡He aquí! En procesión, los levitas
me llevan hasta el altar.
¡Aleluya! Acepta nuestra ofrenda.

Si se canta el Qolo:
¡Aleluya! Yo soy el Pan que del cielo ha bajado.
descendí al mundo para dar la vida,
Dios me mandó
y María es quien me acogió en su buen vientre,
como fértil tierra a un grano bueno.
Hoy me llevan al altar solemnemente.
¡Aleluya, el Pan de Vida!

Otros Santos para hoy

SAN JUAN DE KOJI (o KUKH o KOKHI), ERMITAÑO Y CONFESOR (s. V)

san dimas el buen ladrón

San Juan Kokhi abandonó en secreto la casa de su padre, consagró su vida al Señor y luego regresó a ella como mendigo. Experimentó el dolor pero se mantuvo firme en su fe.

San Juan, apodado Kokhi, nació en Constantinopla. Su padre se llamada Afrobio (tb. Eufrobio) y era uno de los grandes comandantes del ejército, y su madre, llamada Teodora, era conocida por su buena moral y su gran generosidad.

San Juan recibió una educación mimada y lujosa, pero era conocido por su amor a la piedad y su asistencia a la iglesia. Un día, le pidió a su padre que le comprara una Biblia, y éste le regaló una, que se convirtió en su única compañera y nunca se separó de su lado.

Un día, un monje vino a visitar la casa de Juan, y el corazón de Juan se encariñó tanto con él que quiso emularlo. Entonces resolvió dejar el mundo y entrar en el monasterio.

Juan le acompaño en secreto a su monasterio. Cuando su familia se enteró de su desaparición, se asustaron y le buscaron durante mucho tiempo sin éxito.

Cuando Juan llegó al monasterio, su superior de entonces se dio cuenta de lo joven que era y se mostró reacio a aceptarlo, pero le dio una oportunidad gracias a su persistencia. Con el paso del tiempo, Juan demostró su seriedad y empezó a vivir las virtudes, pero el pensamiento constante en sus padres y el dolor que les había infligido pesaban en su alma, cansaban su cuerpo y casi le quitan la vida, por lo que el abad le dio permiso para visitarlos.

Cuando Juan el ermitaño llegó al palacio de su padre, se paró en la puerta y suplicó. Su padre pasó y él empezó a llorar, pero se recompuso y pidió limosna. Permaneció así mucho tiempo, viendo a su madre entrar y salir del jardín. Su padre también solía verlo, así que estaba familiarizado con él. Entonces Juan le pidió permiso para construir una cabaña en un rincón del jardín donde pudiera retirarse y rezar, y él aceptó su petición. Juan vivió en la cabaña durante tres años, experimentando dolor, pero su fe era inquebrantable. Entonces, en un sueño, se le reveló que había llegado su hora.

Pidió ver a sus padres y, en cuanto llegaron, les entregó la copia del Evangelio que siempre había guardado. Cuando lo miraron, lo reconocieron, y entonces insistieron en preguntarle, y él confesó que era Juan, su hijo. Se postraron y le besaron, llorando. Finalmente, él les pidió perdón y, después murió. Era el año 470.

Recemos con San Juan en el día de su fiesta para que aprendamos con su ejemplo que nuestro compañero de vida debe ser el Evangelio de Cristo, la inquebrantable palabra de vida.

Fuente: maronitas.org

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