SINAXARIÓN
DEL CALENDARIO LITÚRGICO MARONITA
e | Mayo 14
SAN MATÍAS, APÓSTOL
San Matías, el que fue elegido para completar el lugar que dejó el traidor Judas Iscariote entre los apóstoles. El testimonio de amor a Cristo y la forma de su elección de San Matías están relatadas en el libro de los Hechos de los Apóstoles.
Después de la Ascensión del Señor, los apóstoles, junto con María y varios discípulos, se dedicaron a la oración y a esperar la venida del Espíritu Santo. Un día Pedro se levanta y empieza a hablarles de que, siguiendo los salmos, alguien tenía que ocupar el lugar de Judas.
“Es necesario que uno de los que han estado en nuestra compañía durante todo el tiempo que el Señor Jesús permaneció con nosotros, desde el bautismo de Juan hasta el día de la ascensión, sea constituido junto con nosotros testigo de su resurrección”, dijo San Pedro (Hechos 1, 21-22).
“Se propusieron dos: José, llamado Barsabás, de sobrenombre el Justo, y Matías. Y oraron así: ‘Señor, tú que conoces los corazones de todos, muéstranos a cuál de los dos elegiste para desempeñar el ministerio del apostolado, dejado por Judas al irse al lugar que le correspondía’. Echaron suertes, y la elección cayó sobre Matías, que fue agregado a los once Apóstoles” (Hechos 1, 23-26).
No se sabe mucho de San Matías, salvo que se mantuvo fiel hasta el final de sus días.
Benedicto XVI, en el año 2006, dijo que “de aquí sacamos una última lección: aunque en la Iglesia no faltan cristianos indignos y traidores, a cada uno de nosotros nos corresponde contrarrestar el mal que ellos realizan con nuestro testimonio fiel a Jesucristo, nuestro Señor y Salvador".
Fuente: maronitas.org
Otros Santos para hoy
SAN BONIFACIO DE TARSO, MÁRTIR (s. IV)
La iglesia latina lo celebra el 5 de junio.
A principios del siglo IV, vivía en Roma una mujer llamada Aglaé. Noble, rica, hermosa, y derrochadora gustaba de llamar la atención de sus conciudadanos y, para ello, no dudaba en ofrecer al pueblo festejos y espectáculos públicos que pagaba de su propio dinero. El mayordomo de Aglaé, llamado Bonifacio, vivía en pecado con ella. Realmente Bonifacio era esclavo y amante de Aglaé y aunque licencioso y disoluto, era también comedido, generoso, hospitalario y muy bondadoso con los pobres. Ninguno de los dos era cristiano.
Un día, Aglaé le pidió que fuese al oriente a traerle unas reliquias, porque —le explicó—..."he oído decir que quienes honran a los mártires de Cristo compartirán la gloria con ellos y los cristianos de Oriente se dejan torturar y matar por Cristo." Bonifacio, que ya habría recibido la gracia de la conversión, le responde: “no regresaré sin reliquias de mártires, pero, si no hallara, ¿aceptarías mi propio cuerpo como una de ellas?” Aglais no le haría mucho caso y Bonifacio partió a su misión y en todo el viaje ayunaría, no bebería vino y haría oración.
En aquella época (hacia el 306 d.c) la Iglesia de Occidente atravesaba por un período de paz; en cambio, en Oriente, Galerio Maximiano y Maximino Daya continuaban la persecución iniciada por Diocleciano, con particular violencia en Cilicia (territorio que abarcaba la actual Turquía, norte de Chipre y parte de la península de Anatolia), donde gobernaba el salvaje Simplicio.
Bonifacio se dirigió a Tarso, capital de la provincia de Mersin (Cilicia), y fue directamente a ver al gobernador. Simplicio estaba en aquel momento inmerso en un un juicio contra veinte cristianos. Bonifacio corrió a reunirse con ellos y gritó: "¡Grande es el Dios de los cristianos! ¡Grande es el Dios de los mártires! Pedid por mí, siervos de Jesucristo, para que sea yo digno de acompañaros en la lucha contra el demonio".
El gobernador, furioso, le mandó arrestar y ordenó que le azotasen y le clavasen en las uñas astillas afiladas. Luego mando que le vertieran plomo ardiendo por la garganta, tormento del que salio ileso.
El pueblo, disgustado por la crueldad del gobernador, empezó a gritar: "¡Grande es el Dios de los cristianos!" Simplicio se retiró muy alarmado, ante la perspectiva de un levantamiento popular. Pero al día siguiente mandó llamar a Bonifacio y le condenó a morir en un caldero hirviente. Como el mártir saliese también ileso de la prueba, un soldado le cortó la cabeza. Los criados de Bonifacio compraron su cuerpo, lo embalsamaron y lo llevaron consigo a Roma.
Aglaé salió a recibirlo en la Vía Latina, a un kilómetro de Roma, a la cabeza de un grupo de amigos que portaban antorchas. Ahí mismo erigió un santuario donde quedaron depositadas las reliquias de su mayordomo. Al morir Aglaé quince años después (pasados en completa penitencia) fue enterrada junto a él. Sin embargo las reliquias se perdieron con el tiempo, y la devoción decayó, hasta el punto que la iglesia pasó a llamarse "de San Alejo" (en lugar de San Bonifacio), al trasladarse allí las veneradas reliquias de este otro santo. Actualmente la Basílica lleva el nombre de ambos santos San Bonifacio y San Alejo
Fuente: maronitas.org