SINAXARIÓN
DEL CALENDARIO LITÚRGICO MARONITA
e | Mayo 17
SAN SERAPIÓN, PATRIARCA DE ANTIOQUÍA (s III)
Celoso de la fe, perseguidor de la herejía y legendariamente carmelita.
Aunque de San Serapión la mayor parte noticias de las noticias son fiables, hay algunas lagunas que, oportunamente, las leyendas y las suposiciones llenaron. Fue obispo vigilante, gran evangelizador y defensor de la fe católica. La leyenda del Carmelo nos cuenta que, aun admitiendo que no se sabe de sus padres y orígenes, nació Serapión por el año 140, y fue un niño prodigio. Desde infante su alivio eran las soledades y la lectura de las Escrituras, por lo que supone que sus padres serían cristianos fervientes. Siendo joven, tuvo conocimiento de los ermitaños del Carmelo, hijos de San Elías, y desencantado de las vanidades del mundo, al Carmelo se fue a vivir una vida de penitencia y oración, al estilo del santo profeta. Allí, en el silencio y el recogimiento, se formó más aún en el conocimiento de la Palabra de Dios. Y pasaron los años, siendo un monje fervoroso, paciente, caritativo y humilde, escondiendo su sabiduría a los hermanos, hasta que Dios dispuso otra cosa.
En el año 191, o 192, según San Jerónimo (30 de septiembre y 9 de mayo, traslación de las reliquias) murió Máximo de Antioquía, y conociendo la iglesia antioquena “el buen olor de sus prendas, porque los santos son plantas aromativas, que comunican sus fragancias desde lejos” (Flores del Carmelo), le eligieron como obispo de la sede apostólica, siendo el octavo sucesor de San Pedro. La “Doctrina de Addai”, un texto del siglo IV pone a San Serapión consagrado por el papa San Ceferino (26 de agosto), pero en realidad ya era obispo antes del tiempo de Ceferino. Viéndose con la responsabilidad del obispado, comenzó un profundo ejercicio de apostolado y misión, especialmente para advertir de las herejías que amenazaban la fe de Cristo. Para ello escribió varias cartas a otros obispos y abades, especialmente duras con el montanismo, herejía milenarista que insistiendo en la inminencia de la venida de Cristo exigía renuncias y penitencias exageradas a los fieles. Era restrictiva con el perdón y la misericordia, impedía a los esposos tener relaciones, etc. Montano y dos mujeres llamadas Maximilla y Priscila, las cuales profetizaban en nombre del Espíritu Santo la llegada de la Jerusalén Celeste, en un día y sitio concretos. Como suele pasar, entre los creyentes de esta herejía había uno muy listo, de nombre Alejandro, el cual buscaba su provecho personal. Contra esta desviación escribió una carta Serapión, firmada y avalada por otros obispos, entre ellos Elio Publio Julio, obispo de Debeltum, que llegó a exorcizar a la tal Priscila.
También se opuso al docetismo, herejía que enseñaba que la Encarnación del Hijo de Dios era solo aparente, pues Cristo no era verdadero hombre. Serapión escribió algunos tratados sobre la Encarnación, alertó a prelados sobre el peligro de estas creencias, que igualmente llevaban a renuncias extremas e inadecuadas, y para nada cristianas. Pero el principal combate por el que se le conoce es contra el llamado “Evangelio de Pedro”, un texto leído con veneración en la antigua Iglesia, aunque nunca fue considerado inspirado por la Iglesia. La obra suscitó algunas controversias entre obispos y fieles y Serapión, hay que decirlo, obró con cierta ligereza, al responder "si esto es lo único que crea la diferencia entre vosotros, que sea leído", sin leer y estudiar la citada obra. Pero luego se retractó, y con una simple lectura comprendió que no era un “evangelio” ortodoxo, sino que coqueteaba con el docetismo, más por sus supresiones sobre la naturaleza humana de Cristo, que por las opiniones sobre esta. Como suele pasar, las omisiones causan tantos estragos como las malas obras. A los fieles de Rhossos les escribe una carta, en la que les prohíbe leer dicho “evangelio” en público, a la par que les anima a permanecer en la verdadera fe apostólica, la cual promete predicarles en persona:
También se opuso al docetismo, herejía que enseñaba que la Encarnación del Hijo de Dios era solo aparente, pues Cristo no era verdadero hombre. Serapión escribió algunos tratados sobre la Encarnación, alertó a prelados sobre el peligro de estas creencias, que igualmente llevaban a renuncias extremas e inadecuadas, y para nada cristianas. Pero el principal combate por el que se le conoce es contra el llamado “Evangelio de Pedro”, un texto leído con veneración en la antigua Iglesia, aunque nunca fue considerado inspirado por la Iglesia. La obra suscitó algunas controversias entre obispos y fieles y Serapión, hay que decirlo, obró con cierta ligereza, al responder "si esto es lo único que crea la diferencia entre vosotros, que sea leído", sin leer y estudiar la citada obra. Pero luego se retractó, y con una simple lectura comprendió que no era un “evangelio” ortodoxo, sino que coqueteaba con el docetismo, más por sus supresiones sobre la naturaleza humana de Cristo, que por las opiniones sobre esta. Como suele pasar, las omisiones causan tantos estragos como las malas obras. A los fieles de Rhossos les escribe una carta, en la que les prohíbe leer dicho “evangelio” en público, a la par que les anima a permanecer en la verdadera fe apostólica, la cual promete predicarles en persona:
Luego mandó borrar el nombre de San Pedro de semejante obra (en el siglo XIX se hallaron restos de unos papiros del siglo II del tal evangelio). Y no sabemos mucho más del santo. La leyenda carmelitana le pone falleciendo en 213, otros en 211. Siempre antes de 215, podemos afirmar. En 362, en el célebre Concilio de Alejandría contra algunas herejías, los escritos de San Serapión fueron puestos en valor por San Atanasio (2 de mayo y 18 de enero) ante los obispos, retomándolos para rebatir a los herejes. Lezana y otros escritores carmelitas no dudan en hacerlo santo de la orden, y en el siglo XVI está inserto en el propio del Carmelo.
Fuente: maronitas.org
Otros Santos para hoy
SAN PASCUAL BAILÓN, RELIGIOSO (1540-1592)
Fue un fraile franciscano que amó tanto y dedicó tantas horas de su vida al Santísimo Sacramento del Altar, que fue declarado Patrono de los Congresos Eucarísticos y Asociaciones Eucarísticas por León XIII el 28 de noviembre de 1897.
Aunque este santo apenas sabía leer y escribir, era capaz de expresarse con gran elocuencia sobre la presencia de Jesús en la Eucaristía. Tenía el don de ciencia infusa, es decir, poseía un vasto conocimiento teológico sin estudio alguno, lo que sorprendió a sus maestros que solían realizarle preguntas complejas.
Pascual Bailón nació en Torrehermosa en el reino de Aragón (España) el 24 de mayo de 1540. El día de su nacimiento coincidió con la fiesta de Pentecostés, llamada en España "la Pascua del Espíritu Santo”, y por tal motivo recibió de nombre Pascual.
Sus padres fueron campesinos y él también se dedicó a este oficio desde los 7 hasta los 24 años; edad a la que ingresó al convento de los frailes menores (franciscanos) de Albatera.
Su más grande amor durante toda la vida fue la Sagrada Eucaristía. Decía el dueño de la finca en el cual trabajaba como pastor, que el mejor regalo que le podía ofrecer al Niño Pascual era permitirle asistir algún día entre semana a la Santa Misa. Desde los campos donde cuidaba las ovejas de su amo, alcanzaba a ver la torre del pueblo y de vez en cuando se arrodillaba a adorar el Santísimo Sacramento, desde esas lejanías. En esos tiempos se acostumbraba que al elevar la Hostia el sacerdote en la Misa, se diera un toque de campanas. Cuando el pastorcito Pascual oía la campana, se arrodillaba allá en su campo, mirando hacia el templo y adoraba a Jesucristo presente en la Santa Hostia.
Un día otros pastores le oyeron gritar: "¡Ahí viene!, ¡allí está!". Y cayó de rodillas. Después dijo que había visto a Jesús presente en la Santa Hostia.
De niño siendo pastor, ya hacía mortificaciones. Por ejemplo andar descalzo por caminos llenos de piedras y espinas. Y cuando alguna de las ovejas se pasaba al potrero del vecino, le pagaba al otro el pasto que la oveja se había comido con el escaso sueldo que le pagaban.
A los 24 años pidió ser admitido como hermano religioso entre los franciscanos. Al principio le negaron la aceptación por su poca instrucción, pues apenas había aprendido a leer. Y el único libro que leía era el devocionario, el cual llevaba siempre mientras pastoreaba sus ovejas y allí le encantaba leer especialmente las oraciones a Jesús Sacramentado y a la Sma. Virgen.
Como religioso franciscano sus oficios fueron siempre los más humildes: portero, cocinero, mandadero, barrendero. Pero su gran especialidad fue siempre un amor inmenso a Jesús en la Santa Hostia, en la Eucaristía. Durante el día, cualquier rato que tuviera libre lo empleaba para estarse en la capilla, de rodillas con los brazos en cruz adorando a Jesús Sacramentado. Por las noches pasaba horas y horas ante el Santísimo Sacramento. Cuando los demás se iban a dormir, él se quedaba rezando ante el altar. Y por la madrugada, varias horas antes de que los demás religiosos llegaran a la capilla a orar, ya estaba allí el hermano Pascual adorando a Nuestro Señor.
Pascual compuso varias oraciones muy hermosas al Santísimo Sacramento y el sabio Arzobispo San Luis de Rivera al leerlas exclamó admirado: "Estas almas sencillas sí que se ganan los mejores puestos en el cielo. Nuestras sabidurías humanas valen poco si se comparan con la sabiduría divina que Dios concede a los humildes".
Sus superiores lo enviaron a Francia a llevar un mensaje. Tenía que atravesar caminos llenos de protestantes. Un día un hereje le preguntó: "¿Dónde está Dios?". Y él respondió: "Dios está en el cielo", y el otro se fue. Pero enseguida el santo fraile se puso a pensar: "¡Oh, me perdí la ocasión de haber muerto mártir por Nuestro Señor! Si le hubiera dicho que Dios está en la Santa Hostia en la Eucaristía me habrían matado y sería mártir. Pero no fui digno de ese honor". Llegado a Francia, descalzo, con una túnica vieja y remendada, lo rodeó un grupo de protestantes y lo desafiaron a que les probara que Jesús sí está en la Eucaristía. Y Pascual que no había hecho estudios y apenas si sabía leer y escribir, habló de tal manera bien de la presencia de Jesús en la Eucaristía, que los demás no fueron capaces de contestarle. Lo único que hicieron fue apedrearlo.
Hablaba poco, pero cuando se trataba de la Sagrada Eucaristía, entonces sí se sentía inspirado por el Espíritu Santo y hablaba muy hermosamente. Siempre estaba alegre, pero nunca se sentía tan contento como cuando ayudaba a Misa o cuando podía estarse un rato orando ante el Sagrario del altar.
Pascual murió en la fiesta de Pentecostés de 1592, el 17 de mayo (la Iglesia celebra tres pascuas: Pascua de Navidad, Pascua de Resurrección y Pascua de Pentecostés. Pascua significa: paso de la esclavitud a la libertad). Y parece que el regalo de Pentecostés que el Espíritu Santo le concedió fue su inmenso y constante amor por Jesús en la Eucaristía.
Cuando estaba moribundo, en aquel día de Pentecostés, oyó una campana y preguntó: "¿De qué se trata?". "Es que están en la elevación en la Santa Misa". "¡Ah que hermoso momento!", y quedó muerto plácidamente.
Después durante su funeral, tenían el ataúd descubierto, y en el momento de la elevación de la Santa Hostia en la misa, los presentes vieron con admiración que abría y cerraba por dos veces sus ojos. Hasta su cadáver quería adorar a Cristo en la Eucaristía. Los que lo querían ver eran tantos, que su cadáver lo tuvieron expuesto a la veneración del público por tres días seguidos.
Fue declarado santo en 1690
Fuente: maronitas.org