San Carpo fue obispo de la ciudad de Tiatira, cerca de Éfeso. Tenía un diácono llamado Papilo. Se los llevó a Valerianos, el gobernador de Asia Menor. Entonces los llamó, los aduló y los amenazó, pero no obtuvo ningún beneficio de ellos, por lo que ordenó que los hicieran desfilar por las calles de la ciudad, desnudos y atados con cadenas, expuestos al escarnio y a la vergüenza, permaneciendo firmes en su fe y en su amor a Dios Redentor.

Luego ordenó que se les confiscara el dinero y se lo entregaran a quienes los acusaban. Y fueron encerrados en prisión. El obispo tenía un fiel servidor llamado Agatodoro que los servía en prisión, el gobernador lo reconoció y le pidió que sacrificara los ídolos, este no cumplió, por lo que ordenó que lo azotaran violentamente hasta que entregara su espíritu y precedió a su maestro.

Valriano volvió a halagar a Carbos y a Papilo y trató de disuadirlos de su decisión, pero no lo consiguió. Luego les infligió tales tormentos que helaron sus almas: los azotaron, los ataron con colas de caballos, los arrastraron durante millas, desgarraron sus cuerpos con peines de hierro y echaron sal y vinagre sobre sus heridas. Soportaron este enorme tormento con una paciencia asombrosa y una fe firme dejando asombraron a los presentes y a los propios verdugos.

Al fracasar el gobernador, mandó decapitarlos, y obtuvieron la corona del martirio, y con ellos fueron martirizados muchos de ellos, entre ellos Agatónica, hermana del mártir Papilo, esto fue en el año 251.
Sus oraciones están con nosotros. Amén.


Fuente: maronitas.org