ORDEN, MISTERIO DEL
Por: Alberto Meouchi-Olivares
Es una de los siete Misterios (i.e. sacramentos) de la Iglesia Católica. El Misterio del Orden consta de tres grados: episcopado, presbiterado y diaconado. En la tradición maronita también se tienen los ministerios de subdiáconos, lector y cantor.
El sacerdote es el administrador de los Misterios Divinos. La idea de administrador nos enseña que el sacerdote no actúa en su propio nombre, sino en el nombre de Cristo.
El Rito de la Ordenación comienza con la Liturgia de la Palabra. En ella se ora para que el candidato al sacerdocio reciba el perdón de Dios, que Dios Padre lo santifique, que Dios Hijo lo instruya en sabiduría como lo hizo con los discípulos, y que Dios Espíritu Santo lo ilumine como lo hizo con los apóstoles por medio de lenguas de fuego. Reflexiona también sobre el hecho de que en el sacerdocio terrenal, el Dios infinito está en manos consagradas. Se recuerda que el sacerdoito del Antiguo Testamento se extiende hasta el Nuevo Testamtne y que, reposando en los Apóstoles, descenderá sobre el candidato al sacerdocio.
Continúa con la Liturgia Eucarística como de costumbre hasta el momento de la Comunión del Obispo y los concelebrantes. En este momento, y antes de dar la comunión a lo fieles, tiene lugar la ordenación sacerdotal.
El primer acto es el Rito de Presentación de la Ordenación y Elección del Candidato. Un sacerdote, que funge como padrino del candidato, lo presenta al obispo y la congregación responde rezando al Señor por él. Esta acción significa que el sacerdote es llamado de entre el pueblo para ofrecer un sacrificio a Dios en nombre del pueblo, aunque sea consciente de su propia indignidad. La afirmación de la congregación refleja la antigua práctica en la que los laicos tenían el papel de ayudar a elegir un candidato adecuado para servir en el sacerdocio.
El obispo, en representación de la Iglesia, recita la oración de la elección declarando que Dios ha llamado al candidato al ministerio sacerdotal. Él recita una antigua oración que recuerda el cuidado permanente de Dios Providente por las necesidades de su pueblo: “La gracia divina y el don celestial de nuestro Señor Jesucristo, que en todo momento satisface nuestras necesidades, cura nuestras enfermedades, sana nuestras heridas, perdona nuestros pecados y atiende a los hijos de la Santa Iglesia, llama y elige, por la elección de Dios y su voluntad divina, y por la autoridad eclesiástica, a este siervo de Dios aquí presente…”. La oración de la elección describe al nuevo sacerdote como el prometido o desposado con el altar. Este primer rito concluye con una petición para que la gracia divina habite en él y el Espíritu Santo lo cubra con su sombra.
El segundo rito es el de la Imposición de Manos (ܣܝܳܡ ܐ̱ܝܕܳܐ, soyem ydo) y la Oración de Consagración. En el Rito Maronita de Ordenación el obispo impone sus manos dos veces sobre el candidato, cada vez acompañada de una oración de consagración. La primera oración, después de reconocer la grandeza de Dios, señala que en el plan divino se establecieron sacerdotes y obispos para servir a Dios y pastorear su rebaño. El obispo ora para que el candidato reciba al Espíritu Santo para que pueda llevar a cabo el ministerio sacerdotal, servir a la enseñanza divina, y confirmar y edificar la Iglesia. Vemos en esta oración una reafirmación de que el sacerdote está llamado a unir la alabanza divina de la Liturgia en la tierra con el coro angelical en el cielo. Debe predicar y vivir el Evangelio y fortalecer y nutrir a la Iglesia de Cristo. La segunda oración de consagración subraya que el sacerdote está llamado a ofrecer sacrificios y ofrendas espirituales.
La tercera oración de consagración va acompañada tanto del gesto del del obispo de mover las manos –como un aleteo– sobre el candidato puesto de rodillas, así como el de la Imposición de sus Manos (ܣܝܳܡ ܐ̱ܝܕܳܐ, soyem ydo) sobre la cabeza del candidato, ambos gestos como signo de la venida del Espíritu Santo. El candidato es cubierto con el ܦܰܝܢܳܐ (fayno, “capa pluvial”; “paño humeral”; “casulla”) del obispo. Mientas tanto el obispo pide que el sacerdote sea capaz de predicar el Evangelio, y a través del nuevo nacimiento del Bautismo ofrecer sacrificios y dones espirituales para la renovación del pueblo. El sacerdote debe ser una lámpara que dé testimonio profético y debe esforzarse por difundir la buena nueva por todo el universo.
El tercer momento es el Rito de la Unción de las Manos. Las manos del neo-sacerdote son ungidas por el obispo con el μύρων (myron, aceite del crisma), pues el presbítero está llamado a tocar los Santos Misterios a través de su ministerio, por lo que sus manos han de estar consagradas. La oración que acompaña a este rito recuerda la transmisión del sacerdocio desde Adán hasta nuestros días.
El cuarto rito es el Rito de la Investidura del nuevo Sacerdote. Después de anunciar formalmente la ordenación, el obispo viste al nuevo sacerdote con las vestiduras sacerdote: ܡܰܨܢܰܦܬܳܐ (maṣnafto, “amito”), ܚܽܘܪܳܪܳܐ (ḥuroro, “estola”), ܙܽܘܢܳܪܳܐ (zunoro, “cingulo”), ܦܰܝܢܳܐ (fayno, “casulla”) y ܙܰܢܕ̈ܶܐ (zande, “mangas”).
El quinto y ultimo momento es el Rito de la Transmisión de la Funciones Sacerdotales con sus Procesiones. La transmisión de las funciones sacerdotales se simboliza con la entrega del Incensario, del Evangeliario y de la Eucaristía. A medida que el recién ordenado recibe cada función del oficio, es conducido en procesión entre el pueblo para significar que el sacerdocio está para el servicio de los demás. Le acompañan dos sacerdotes que simbolizan la continuidad del sacerdocio a través del tiempo, cada uno el pone una estola al neo-presbítero, y tomando de las manos cada sacerdote una estola, lo dirigen en la procesión.
Al regresar a la Bima, el recién ordenado lee el pasaje del Evangelio de Juan 21,15-19. En este texto Cristo pregunta a Pedro tres veces: “¿Me amas?" A la respuesta afirmativa de Pedro, Cristo responde: "Apacienta mis ovejas". Este pasaje destaca el hecho de que el ministerio del sacerdocio se basa en el amor de Cristo.
Al final de las tres procesiones, el obispo coloca la cruz de la mano sobre la cabeza del nuevo sacerdote y ofrece una oración que recuerda una vez más que Dios ha establecido el sacerdocio en medio de la Iglesia para el servicio en su santo altar.
Después del Rito de la Ordenación, sigue la comunión de los fieles y las oraciones finales y bendición con el que concluye la Misa. La primera misa, del sacerdote maronita recién ordenado no tiene lugar, entonces, durante su ordenación, sino después del ella.
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Cómo Citar:
Meouchi-Olivares, A. (2019). Diccionario Enciclopedico Maronita. iCharbel-Editorial.
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