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Iglesias Orientales, comunidades vivas más allá del incienso

Los Dicasterios de la Santa Sede narrados desde dentro: historia, objetivos y «presupuesto de misión», cómo funcionan las estructuras que sostienen el ministerio del Papa. Nos adentramos en la Congregación para las Iglesias Orientales según el relato de su Prefecto, el Cardenal Leonardo Sandri.

Iglesias Orientales, iconos orientales
Icono oriental del Sacerdote Aarón incensando

Por: Alessandro de Carolis – Ciudad del Vaticano


No se reduce a cuestiones de iconos y del humo de velas que se elevan durante rituales con cadencias antiguas. Detrás del trabajo de la Congregación para las Iglesias Orientales está la carne de Cristo, a menudo más herida, como dice el Papa Francisco. El horizonte en el que se inscriben las responsabilidades de este dicasterio incluye el mundo de Tierra Santa, que entreteje la sacralidad más intensa con dramas humanos de larga data. Comprende también el universo de las Iglesias en diáspora, la natural convivencia en el tejido eclesial de sacerdotes célibes y casados - «polos» en medio de numerosos debates en Occidente- y muchas otras peculiaridades de un mosaico que hoy sufre las consecuencias de una pandemia que no da señales de resolverse. Es un mundo en el que la unidad con el Vicario de Cristo «se manifiesta en su variedad», explica el cardenal Leonardo Sandri, Prefecto de la Congregación. Hasta la reforma de la Curia Romana en 1967, el cargo de Prefecto de la Congregación estaba reservado al Pontífice, lo que demuestra la importancia que se da al cuidado de las Iglesias Orientales. ¿De qué manera se expresa hoy esta preocupación por las comunidades del Oriente cristiano? Creo que es bueno que volvamos a la imagen de los momentos previos a la misa de inicio del pontificado del Papa Francisco, cuando fue a rezar al altar de la Confesión de la Basílica de San Pedro junto a las reliquias del Apóstol y quiso estar flanqueado por todos los Patriarcas y Arzobispos Mayores de las Iglesias Católicas Orientales, para manifestar visiblemente la profunda unidad dentro de la Iglesia Católica. La Iglesia latina es una de las Iglesias sui iuris y el Papa, como Obispo de Roma, aun siendo un Obispo latino, ejerce su solicitud respetando y cuidando a todas las Iglesias católicas orientales, desde Medio Oriente hasta Europa del Este, hasta la India, y a todas las comunidades hijas de estas Iglesias extendidas en tantos territorios de la diáspora tanto en el continente americano como en Europa, Australia y Oceanía.


¿Cuál es la importancia de atender las realidades de la diáspora?


Es un rasgo de la solicitud por las Iglesias orientales de los Pontífices que, aunque ya no son prefectos de la Congregación, siguen ejerciendo a través de ella su particular preocupación por los fieles orientales. El hecho mismo de que en territorios predominantemente latinos -como por ejemplo en Europa y Estados Unidos- los Papas hayan optado por erigir eparquías o exarcas para el cuidado de los fieles católicos orientales, habla de la importancia y el profundo respeto por su identidad y tradición. Allí donde ellos van en el mundo constituyendo comunidades estructuradas de cierta consistencia, la Sede Apostólica les reconoce la posibilidad de seguir gobernándose según su propia tradición, sus propias peculiaridades litúrgicas, disciplinares, espirituales, previendo el nombramiento de obispos y la erección de eparquías y circunscripciones para que puedan seguir viviendo su pertenencia al Señor en la Iglesia Católica a través de ese rostro singular de su propia Iglesia de origen.

Estos fieles suelen huir de las guerras, la violencia, la pobreza (...)


Sí, la atención a los fieles orientales en la llamada diáspora es también una forma particular de vivir esa atención a los migrantes y refugiados que tanto importa al Papa Francisco. Los orientales en la diáspora son los hijos de aquellas poblaciones que, para huir de la guerra y la violencia o por razones económicas, han emigrado de sus países de origen y han establecido comunidades para seguir viviendo su fe en el vínculo con su patria y con la Iglesia a la que pertenecen. La atención del Papa Francisco a la realidad de las migraciones se concreta también a través de nuestro dicasterio, en la atención pastoral a estos fieles migrantes allí donde han llegado en el pasado y hoy, y donde llegarán en el futuro. Esto, por supuesto, no significa fomentar un proceso de vaciamiento de cristianos, por ejemplo, en Medio Oriente, que quizás sirva a los intereses de algunas potencias internacionales fuertes, sino que el Papa se sitúa en primera línea para reivindicar el derecho de los cristianos a permanecer, a vivir y a profesar la propia fe. La presencia de los cristianos en un Medio Oriente que quisiéramos ver finalmente reconciliado, sin más guerras, es una contribución fundamental a la convivencia pacífica según un modelo de fraternidad humana, que supera los patrones históricos de oposición o sometimiento mutuo que han caracterizado las décadas y los siglos pasados en esos territorios.


Cuando se habla de Iglesias Orientales, las primeras imágenes que vienen a la mente son las de lugares antiguos que guardan tesoros de arte y rituales llenos de encanto. ¿Qué otros elementos caracterizan la identidad específica de las comunidades eclesiales de Oriente?

Es cierto, no hay que perder la peculiaridad de algo antiguo, precioso, de un tesoro de sabiduría, de belleza, de arte, de colores, porque esta es la experiencia que se tiene cuando se entra en una iglesia oriental en cualquier parte del mundo: te fascinan las oraciones, los cantos, los himnos, el olor del incienso, la luz de las velas, los ornamentos... ¡pero todo esto no es algo que pertenezca a un museo! Son comunidades vivas que, con parámetros diferentes a los nuestros -pensemos también en todo el debate dentro de la Iglesia latina sobre la orientación de la oración litúrgica- siguen viviendo su fe de una manera profundamente católica, aunque sea diferente a la que estamos acostumbrados.

Una de las peculiaridades es un tema muy importante para el Papa, el de la sinodalidad.

El Santo Padre ha pedido, y sigue pidiendo a toda la Iglesia, una reflexión sobre lo que significa el ejercicio de la colegialidad y de la «sinodalidad». Esta perspectiva sinodal caracteriza inmediatamente la vida de las Iglesias católicas orientales, ya que, de manera particular, las Iglesias patriarcales y arzobispales mayores se estructuran en torno a un Patriarca o Arzobispo Mayor, que ejerce la dirección de la Iglesia junto con el Sínodo de los Obispos, en un camino de comunión y colegialidad. Después, la sinodalidad es evidente en la práctica relativa a la elección de obispos para las sedes de los territorios propios de las Iglesias católicas orientales. El Santo Padre está llamado, de hecho, a expresar su asentimiento sobre la dignidad para el episcopado de un candidato, pero la designación para una Sede en lugar de otra en un territorio propio es responsabilidad del Sínodo de los Obispos. O pensemos, también, en la tan debatida cuestión de los sacerdotes casados. Algunas de las iglesias católicas orientales han conservado esta práctica (que también está presente en el mundo ortodoxo) por la que hay sacerdotes célibes y sacerdotes casados. Después de la Asamblea Plenaria de esta Congregación en 2013, el Papa Francisco les permitió la posibilidad de ejercer el ministerio para sus propios fieles fuera de sus territorios tradicionales, algo que antes no estaba permitido, aunque no explícitamente prohibido, como por ejemplo ocurría con la Iglesia rutena en Estados Unidos a partir de finales del siglo XIX. Estos temas, el de la sinodalidad y el del ejercicio del sacerdocio, tanto célibe como casado, a menudo objeto de reflexión y debate en nuestros días, son de hecho experiencias ya vividas concretamente en las Iglesias católicas orientales. Pensemos también en cómo los Pontífices han querido, a lo largo de los decenios, presentar la tradición oriental como una vía particular para una percepción auténticamente católica de ser Iglesia. Vemos, por un lado, la atención a realidades concretas, como la del Líbano (el Sínodo Especial de 1996) o la de todo Medio Oriente (el Sínodo Especial de los Obispos de 2010), pero también me refiero a las intervenciones legislativas, como la promulgación del Código de Cánones de las Iglesias Orientales en 1990 por parte de san Juan Pablo II, a su atención al mundo de Europa del Este con la mención de los santos Cirilo y Metodio.


La historia de las Iglesias Orientales ha estado y está manchada de sangre por conflictos y violencia que a lo largo de los años han diezmado la presencia de minorías cristianas y han obligado a poblaciones enteras a un éxodo que parece no tener fin. ¿Cuáles son actualmente las situaciones de emergencia más complejas en los ámbitos de competencia de la Congregación?

Con motivo del Sínodo para Medio Oriente de 2010, muchos prelados de esas tierras pidieron que no se utilizara el concepto de minoría, sino el de presencia, para que los conceptos de minoría y mayoría -por muy comprensibles que sean a nivel estadístico- no fuesen la clave de lectura de su existencia en Medio Oriente. Porque, de hecho, estamos ha