Las momias del Qadicha (1/2)
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- 12 abr
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En la segunda mitad del siglo XIII, los ejércitos mamelucos comenzaron a atacar las aldeas del Qadicha. Los habitantes de Hadat se refugiaron en una gruta inaccesible, que acabó cayendo en manos enemigas en 1283. Esta gruta, llamada Assi, reveló numerosos cuerpos, ocho de ellos momificados de forma natural.

Por Dr. Amine Jules Iskandar
Syriac Maronite Union-Tur Levnon
Asociado de maronitas.org
Escrito para Ici Beyrouth
Publicado el 12 de abril de 2025
Las momias maronitas fueron descubiertas en el valle del Qadicha el 13 de julio de 1990 por un grupo de espeleólogos del Groupe d'études et de recherches souterraines du Liban (GERSL). El equipo estaba formado por Pierre Abi Aoun, Fadi Baroudi, Antoine Ghaouch y Paul Khawaja.
Tras dos años de investigación y excavaciones en la gruta de Assi, en el territorio de Hadat, en el valle del Qadicha, dieron con la primera momia, la de una niña de 4 meses a la que llamaron Yasmine. En total, consiguieron exhumar 8 momias, entre ellas 5 niños y 3 adultos, así como varios esqueletos.
Las momias
Los ocho cuerpos conservados se habían momificado de forma natural por las condiciones particulares de la gruta y su atmósfera sin humedad. La tierra en la que habían sido enterrados estaba seca y carecía de los microorganismos que normalmente favorecen el proceso de descomposición. Esta tierra actuó como un molde impermeable, impidiendo la formación de las bolsas de aire necesarias para la putrefacción.
A la espera de la restauración y reapertura del Museo Nacional de Beirut, Fadi Baroudi tuvo que proteger este tesoro durante los disfuncionales años de la posguerra. Hubo que construirles sarcófagos de plexiglás, colocar en su interior gel de sílice que absorbiera la humedad y, sobre todo, suministrar energía ininterrumpidamente para los deshumidificadores eléctricos. No fue hasta cinco años después, en 1995, cuando las momias fueron finalmente entregadas al Museo Nacional.
Según las costumbres de la Edad Media, tanto en Levante como en Occidente, la niña Yasmine se había protegido del frío invernal con varias capas de ropa. Bajo la mortaja, llevaba un vestido azul, rematado por dos vestidos beige, el último de los cuales era más oscuro y estaba bordado con hilo de seda. Una diadema de seda rodea su cabello, protegido por un gorro de lona. Yasmine también lleva joyas que reflejan su posición social. Además del arate, su collar de cuentas de vidrio soplado lleva dos monedas de la época del sultán mameluco Baybars (1260-1277).

Los mamelucos
Los mamelucos habían partido de Egipto para conquistar los estados latinos de Levante, que habían caído, ducado a ducado, señorío a señorío. Desde el reino de Jerusalén hasta el condado de Edesa y el principado de Antioquía, nada se interponía en el inexorable avance de los ejércitos mamelucos, con la excepción del condado de Trípoli, cuyas ciudades fortificadas estaban sólidamente respaldadas por Monte Líbano de los maronitas.
Estos últimos constituían el grueso de los ejércitos cruzados. En su Libro XXII (capítulo VIII), el arzobispo Guillermo de Tiro los describe como «un grupo de personas llamadas surianos (siríacos) que viven en la tierra de Fenicia, en la tierra de Libane (Líbano), cerca de la ciudad de Gibelet (Biblos)... Son muy audaces y están dispuestos a tomar las armas y han prestado una gran ayuda a nuestros cristianos cuando luchaban contra nuestros enemigos». Había que romper la montaña cristiana para someter Trípoli. Había que aniquilar a su población.
El genocidio lanzado por los mamelucos duró en su primera fase de 1260 a 1289, y devastó toda la región de Gebbet, incluida su capital Bcharré, Hadat, Hasroun, Bqoufa y las demás aldeas del Qadicha. Desde el pueblo más grande hasta la gruta más pequeña donde se había refugiado la gente, pasando por las aldeas más modestas, todo quedó reducido a cenizas. Pero el proceso de exterminio no se detuvo ahí. En 1305 se emprendió una segunda oleada de limpieza étnica, que continuó hasta 1307 en la región de Kesrouan, que entonces incluía lo que hoy es Metn. Y de nuevo en 1367, el patriarca de los maronitas, Gabriel de Hgoula, fue quemado vivo en la plaza principal de Trípoli.

El asalto
Para comprender mejor los acontecimientos históricos que rodearon su descubrimiento, los miembros del GERSL indagaron en antiguos manuscritos siríacos maronitas y en documentos musulmanes del periodo mameluco. Todos los relatos cuentan la historia de un asalto terrible y decisivo. Los investigadores se han referido en particular al cronista árabe Ibn Abed-al-Zahir (1223-1292), que relata los sangrientos acontecimientos de la época.
Este último relata la captura en Hadat de un patriarca maronita que supuestamente estaba en malos términos con los francos. Cuenta que «los turcomanos le engañaron, le capturaron, le vendaron los ojos y le hicieron prisionero». Inmediatamente añade que «los musulmanes se libraron de él y se libraron de su maldad». La importancia de la figura del patriarca maronita se pone de manifiesto más adelante, cuando el cronista árabe compara su «captura con una gran conquista, incluso mayor que la de una plaza fuerte o fortaleza».
Este ataque también es mencionado por los propios maronitas en las notas marginales de dos Biblias encontradas en el siglo XVII por el patriarca Esteban Douaihy en el monasterio de Mor-Aboun (actual San Antonio de Qozhaya). Se trata de una nota fechada en 1283, cuyo autor anónimo fue testigo presencial. El texto manuscrito de la segunda Biblia está fechado en 1504 y se limita a repetir la información del original de 1283.
De acuerdo con el relato del cronista árabe, esta fuente maronita nos dice también que «el 22 de agosto de 1283, los soldados musulmanes se dirigieron hacia Hadat, donde los habitantes se habían refugiado en una gruta». Es esta gruta, conocida como Assi, la que ha salvado toda una parte de nuestra historia, entregándonosla en estado momificado, con la viveza de sus colores y la fuerza de su sufrimiento. Es esta gruta del valle del Qadicha la que ha resuelto hacer vibrar y hablarnos nuestro pasado.
Para leer el texto original en francés: Les momies de la Qadicha (1/2)
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