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CICLO LITURGICO MARONITA

Por: Alberto Meouchi-Olivares

El Año Litúrgico Maronita (o más precisamente Año Litúrgico Siro-Maronita), pertenece al ámbito occidental de la tradición siríaca, y está compuesto por siete ciclos temáticos agrupados, cada uno, en siete semanas.

El número siete, en la alegoría judeo-cristiana significa plenitud, y recuerda que en siete días, según las Sagradas Escrituras, Dios creó al mundo (cf. Génesis 1 y 2). La Redención celebrada en la liturgia es, en definitiva, la celebración de una Nueva Creación (cf. 2 Cor 5, 17).

Con cada ciclo litúrgico, que en su totalidad tienen una duración de un año (de noviembre a octubre), la Iglesia Maronita recuerda y celebra toda la Historia de la Salvación. Son, además, ciclos mistagógicos, puesto que son una verdadera catequesis que explican los misterios sagrados de nuestra fe.

El ciclo litúrgico maronita se remonta al comienzo del cristianismo, y resalta la santidad del tiempo cristiano: Cristo ya ha llegado, y ahora esperamos su Segunda Venida. El tiempo, a partir de Cristo, es santo, pues Dios se ha hecho hombre en el tiempo, siendo él, el Siempre-Eterno.

Al principio, el ciclo litúrgico se organizó todo, y únicamente, alrededor del Domingo, día en que aconteció la Gloriosa Resurrección, tomándose cada domingo como el día del Señor. Desde el Domingo de la Resurrección –en un inicio era el Primer Domingo del año litúrgico–, cada domingo del año era un acercarse y dirigirse hacia el Último Domingo del año, conocido, escatológicamente, como el Domingo del Octavo Día, el gran día de la Segunda Venida de Cristo.

Más tarde, otro eje se añadiría al Año Litúrgico: la Fiesta del Advenimiento, como una fiesta “pequeña” que adornaría al Gran Domingo de la Resurrección. La Fiesta del Advenimiento se centrarían en la Navidad (nacimiento del Señor, su primer venida) y en la Epifanía (el bautismo del Señor, comienzo de su vida pública y manifestación del Misterio de la Santísima Trinidad). Así quedaba, en una segunda etapa, el Año Litúrgico formado en dos etapas: el tiempo de la preparación y el tiempo de la acción de gracias, ambos tiempos girando alrededor de los domingos.

En un tercer momento, el Año Litúrgico fue evolucionando hasta convertir a la etapa del tiempo de preparación, en varios tiempos consolidados de espera para los grandes acontecimientos centrales de nuestra fe, por ejemplo, la Semana de Pasión como tiempo de preparación para la Pascua, y las Semanas de los Anuncios como tiempo de preparación para la Navidad-Epifanía. En el interior de estos tiempos –el tiempo de la preparación y el tiempo de la acción de gracias–, se fueron adaptando algunas subdivisiones, considerados, posteriormente, como tiempos independientes, tales como la Cuaresma, Pentecostés y la Santa Cruz.

En el ámbito bizantino se desarrolló un ciclo de doce fiestas centrales para el Año Litúrgico, conocido con la palabra griega Δωδεκαόρθον (Dodekaórton), y en él se resumían los tiempos litúrgicos claves. Estas doces fiestas eran: 1) el Anuncio a María, 2) la Navidad, 3) el Bautismo del Señor (o Epifanía); 4) la Presentación del Niño Jesús en el Templo (o la Candelaria); 5) la Transfiguración del Señor; 6) la Entrada de Jesús a Jerusalén; 7) la resurrección de Lázaro; 8) la Crucifixión del Señor; 9) la Resurrección del Señor; 10) la Ascensión del Señor; 11) la Dormición de María (o Asunción de María); y 12) la Venida del Espíritu Santo (o Pentecostés). Este Ciclo de las Doce Fiestas o Δωδεκαόρθον (Dodekaórton), que sintetizaba la vida de Cristo a través de las fiestas litúrgicas, fue el que influyó, con una ampliación, a configurar el Año Litúrgico Siro-Occidental. La influencia vino sobre todo a través de la iconografía que ilustraba a estas doce fiestas.

Luego, se fueron incorporando festividades importantes de la vida de la iglesia, como la memoria de los santos mártires, como la fiesta de los santos Pedro y Pablo, o eventos relevantes de la vida de la iglesia, como la fiesta de la sede de Pedro en Antioquía.

Así, poco a poco, se fue configurando el ciclo litúrgico maronita –con sus lecturas bíblicas propias, sus oraciones particulares, sus cantos para la ocasión celebrativa, etc.– hasta la forma como actualmente se vive.

La expresión Año Litúrgico Siro-Maronita en arameo se dice ܫܰܢ̱ܬܳܐ ܛܶܟܣܺܝܬܳܐ ܣܽܘܪܝܳܝܬܳܐ ܡܳܪܽܘܢܳܝܬܳܐ (shato ṭeksyto suryoyto marunoyto), y la de Ciclo Litúrgico Maronita, ܟܠܺܝܠܳܐ ܛܶܟܣܳܐ ܡܳܪܽܘܢܳܝܳܐ (klylo tekso marunoyo).
Los siete ciclos litúrgicos del año maronita son:

1. Apertura del Año Litúrgico: este periodo consta de dos semanas y no de siete, puesto que es el punto de partida, aunque está representado el siete por los siete días de toda semana. Este par de
semanas son: la semana de la Liturgia de la Consagración de la Iglesia (también llamada Liturgia de la Santificación de la Iglesia) y la semana de la Liturgia de la Dedicación de la Iglesia (también llamada Liturgia de la Renovación de la Iglesia). El texto para ambas litúrgicas es el mismo, variando sólo las lecturas que se leen en la Liturgia de la Palabra (o Sinaxis). Esta liturgia es la misma para el domingo que para los días de entresemana, es decir, de domingo a sábado se rezan las mismas oraciones.

Si el primero de noviembre cae en lunes o en martes, se celebra únicamente la Liturgia de la Consagración de la Iglesia (Liturgia de la Santificación de la Iglesia), en este caso, por tanto, sólo habrá una semana de Apertura del Año Litúrgico.

El sentido de las ceremonias queda descrito por sus propios nombres: en la primera se consagra (o se santifica) el templo donde se celebrarán todas las liturgias del año; y en la segunda ceremonia se dedica el templo (o se renueva su dedicación). Así, con el espacio consagrado (santificado) y dedicado (renovado), se da inicio al año litúrgico.

En efecto, para celebrar la liturgia necesitamos un espacio. Por eso la liturgia simula, simbólicamente, la misma secuencia de la creación. Dios creó primero el mundo – “En el principio creó Dios el cielo y la tierra…” (Gn 1, 1 ss.): lo consagró–; y después le puso nombre – “Dios llamó a luz día, y a la tiniebla noche…” (Gn, 1, 5 ss.): lo dedicó.

Por ello en la Apertura del Año Litúrgico se “crea el espacio”, es decir, se consagra o santifica el espacio de adoración. Luego, se le da nombre, se dedica y se renueva, pues el ciclo litúrgico nos ofrece una oportunidad más para una “nueva creación”. Así, consagrado (o santificado) el espacio, y renovado, los fieles se dedicarán a cumplir la voluntad de Dios con propósitos nuevos, estando listos para dar inicio al nuevo Año Litúrgico, cuyo primer momento es el “anuncio” de la redención, y su culmen el triunfo de la Cruz.

Sugerente resulta ser, durante el Domingo de la Consagración de la Iglesia, el Rito de la Apertura del Año Litúrgico: el templo está desnudo (sin manteles) y con las velas apagadas, y con esa escena se comienza la celebración de la misa hasta el momento del ܚܽܘܣܳܝܳܐ (ḥusoyo). Al concluir la oración del ܥܶܛܪܳܐ (‘eṭro) los ministros se dan a la tarea de revestir el templo; y mientras los ministros colocan los manteles, las velas, los adornos y encienden las velas y las luces, el sacerdote rocía con agua bendita e inciensa todos los lugares y paredes del reciento sacro (incluyendo la sacristía), y todos juntos cantan el ܩܳܠܳܐ ܕܢܘܗܪܐ (qolo nuhro, Himno de la Luz). Terminado de revestir la iglesia y de encender todas la luces y velas cantando del Himno de la Luz, el sacerdote entona el canto del Trisagio, y la ceremonia sigue como de costumbre.

Semanas de la Apertura:

Semana A: Liturgia de la Consagración de la Iglesia (o Liturgia de la Santificación de Iglesia) Domingo de la Consagración de la Iglesia: Rito de la Apertura del Año Litúrgico

Semana B (cuando la hay): Liturgia de la Dedicación de la Iglesia (o Liturgia de la Renovación de la Iglesia)

2. Ciclo del Glorioso Nacimiento: en este ciclo, netamente cristológico, la liturgia se centra en todos los misterios referentes a la encarnación, al nacimiento y a la infancia de Jesús. Al concentrarse en estos misterios del Señor se realiza una acción celebrativa temática. Esto es, a diferencia del occidente, se celebran durante este ciclo, por ejemplo, las liturgias de la Anunciación del Señor (que la liturgia latina lo hace 9 meses antes de la Navidad, el 25 de marzo), la Visitación de la Virgen a santa Isabel (que la liturgia latina lo celebra el 31 de mayo) o el Nacimiento de san Juan Bautista (que la liturgia latina lo festeja el 24 de junio); es decir, mientras la liturgia latina lo hace de manera cronológica (basado en las fechas históricas), la liturgia maronita lo hace de manera temática (basado en los temas referentes al nacimiento de Cristo).

Este ciclo comienza con la Serie de los Anuncios o ܣܽܘܒܳܪܳܐ (suboro, palabra aramea que significa “anunciación”), que contienen las liturgias de los anuncios o de los eventos que anuncian el
nacimiento de Jesucristo.

Las semanas de la Serie de los Anuncios en la liturgia maronita son un verdadero Tiempo de las Promesas, en ellas encontramos encerrado el inminente cumpliendo de la gran promesa veterotestamentaria: “miren, la virgen está encinta y dará a luz un hijo, a quien pondrán por nombre Emmanuel” (Is. 7, 14), nombre explicado por san Mateo: “que significa Dios-con-nosotros” (Mt. 1, 23), descripción que abarca el gran misterio de la encarnación del Hijo de Dios.

Terminadas estas semanas, se abre la Navidad, seguida por un epílogo de tres entrañables fiestas: las felicitaciones a la Madre de Dios, la Circuncisión del Señor y el Hallazgo del Señor en el templo. Cada semana comienza en domingo, salvo la de Navidad que comienza el 25 de diciembre.

El ciclo se compone por las semanas de los Anuncios, la semana de la Navidad y tres fiestas:

a) Serie de los Anuncios:

Semana 1: Anunciación a Zacarías
Semana 2: Anunciación a la Virgen María
Semana 3: Visitación de la Virgen a Isabel
Semana 4: Nacimiento de san Juan Bautista
Semana 5: Revelación a san José
Semana 6: Genealogía del Señor

b) Gloriosa Navidad (25 de diciembre):

Semana 7: Nacimiento del Señor

c) Epílogo del ciclo:

Felicitaciones a la Madre de Dios (26 de diciembre)
La Circuncisión del Señor (1 de enero)
El Hallazgo del Señor en el Templo (domingo después de la Circuncisión)

La semana de Navidad comienza el día 25 de diciembre (caiga o no en domingo) y se extenderá hasta el 6 de enero. Así pues, después de la Navidad, con excepción de las tres fiestas del epílogo, se repite la liturgia de la Solemnidad del Glorioso Nacimiento del Señor hasta terminar el ciclo.

La fiesta de las Felicitaciones a la Madre de Dios, al día siguiente de la Navidad, es de una importancia vital para la piedad maronita, pues es el eje de su devoción mariana. En efecto, todos los atributos que la Iglesia Maronita canta a María brotan de ser, Ella, la ܝܳܠܕܰܬ ܐܰܠܳܗܳܐ (yoldat aloho, la Madre de Dios).

3. Ciclo del Glorioso Epifanía del Señor: el ciclo comienza el 6 de enero. Este día es conocido por su nombre arameo: ܥܺܐܕܳܐ ܕܕܶܢܗܳܐ (‘ido d-denḥo, que en español se traduce como la Fiesta de la Epifanía, o la Fiesta de la Manifestación, o la Fiesta de la Teofanía).

Para la liturgia maronita, en la Epifanía, verdadero día de la “manifestación” del Señor, se resalta el misterio del Bautismo de Cristo, en el que se revela el misterio de la Santísima Trinidad y de la obra de la Redención. En este ciclo, la meditación de la Epifanía del Señor abarca entre una y siete semanas. Esto depende del día en que comience la Cuaresma que, como sabemos, está supeditada al domingo de la Pascua de Resurrección, fiesta movible según el calendario lunar.

Hay dos liturgias en la Epifanía: la que se celebra todos los domingos de este ciclo, y la destinada a los días de entresemana. El día 6 de enero, además, hay un rito de bendición del agua consistente en bendecir el agua con tres trozos encendidos de carbón, tomados del incensario, y la aspersión del agua bendecida a todos los asistentes, quienes se llevan el agua bendecida a sus hogares, sacramental que remite al Bautismo del Señor y a nuestro propio bautismo.

Todos los domingos de Epifanía se repite la misma liturgia del 6 de enero; y para los días de entresemana existen dos semanas a elección del celebrante: a) la Semana A, para los días de entresemana llamada Semana del Anuncio del Misterio de Cristo a san Juan Bautista, y b) la Semana B, para los días de entresemana llamada Semana del Anuncio del Misterio de Cristo a los Apóstoles.

Después de estas semanas llamadas de Epifanía (sea una o hasta siete), tienen lugar las tres semanas de las conmemoraciones: la primera es la semana de oración por los sacerdotes difuntos, la segunda semana es la de la festividad de los justos y rectos (iglesia triunfante), y la tercera semana es para la conmemoración de los fieles difuntos (iglesia purgante). Estas tres semanas de las conmemoraciones que cierran este tiempo litúrgico nos muestran la meta del bautizado: la eternidad. Son una buena oportunidad para reflexionar sobre el misterio de la muerte, lo cual nos ayuda a aprovechar mejor nuestra vida y a buscar sinceramente la santidad, convirtiéndose, estas semanas de las conmemoraciones, en un impulso para vivir con mejor disposición la cuaresma, y que además se acompaña con el piadoso acto conocido como el Ayuno de los Ninivitas.

El ciclo de la Epifanía queda distribuido así:

a) Semanas de Epifanía

Semana 1: Bautismo del Señor (6 de enero)
(7 de enero): Elogios a san Juan Bautista
Semana 2: Revelación del Misterio de Cristo a san Juan Bautista
Semana 3: Revelación del Misterio de Cristo a los Apóstoles
Semana 4: Revelación del Misterio de Cristo al Pueblo Judíos
Semana 5: Revelación del Misterio de Cristo a los Samaritanos
Semana 6: Revelación del Misterio de Cristo a los Gentiles
Semana 7: Anuncio del Reino e invitación al arrepentimiento

b) Tres Semanas de las Conmemoraciones:

Semana de la Conmemoración de los Sacerdotes Difuntos
Semana de la Conmemoración de los Justos y Rectos
Semana de la Conmemoración de los Fieles Difuntos

4. Ciclo de la Gran Cuaresma: a la cuaresma se le conoce como ܨܰܘܡܳܐ (ṣaumo), palabra aramea que significa “ayuno” (no “cuarenta”, de donde procede cuaresma), y más en concreto ܨܰܘܡܳܐ ܪܰܒܐ (ṣaumo rabo; ܪܰܒܐ, rabo significa “gran”), de ahí la traducción que le damos al ciclo: la Gran Cuaresma, que literalmente sería “el Gran Ayuno” (son 7 semanas de “Gran Ayuno”).

Los “cuarenta días de cuaresma” se dicen ܐܰܪܒ݁ܥܺܝܢ (‘arb‘yn), palabra aramea que significa, sin más, “cuarenta”. Los 40 días de cuaresma se cuentan así: del Lunes de Ceniza hasta el Viernes de las Tentaciones del Señor (o Día 40 de cuaresma), viernes previo a la Semana Santa.

El Sábado que le sigue al Viernes de las Tentaciones, e inmediato anterior al Dominio del Hosanna, es el Sábado de la resurrección de Lázaro (prefiguración de la Resurrección de Cristo).

Durante la Gran Cuaresma se obliga la abstinencia de carne de animal con sangre caliente, es decir, animales de tierra y aire, p. ej., carne de pollo, de vaca, de carnero, etc., en los 49 días que dura el ciclo: desde su comienzo, con el Domingo de las Bodas de Caná, hasta su fin, con el Sábado Santo de la Luz. Obsérvese que el número 49 de abstinencia de carne es un múltiplo de 7 (7 x 7 = 49).

El ayuno maronita consiste en no probar alimento o líquido alguno desde las 12 de la noche hasta el
medio día, ni siquiera agua (salvo en casos de enfermedad). En la actualidad obliga sólo dos días, el Lunes de Ceniza y el Gran Viernes de la Crucifixión; pero, antiguamente, obligaba 35 días, es decir, todos los días de entresemana (de lunes a viernes) del ciclo de la Gran Cuaresma. El 35 también es un múltiplo de 7 (5 x 7 = 35). El ayuno, ni ahora ni entonces, obligaba ni en sábado ni en domingo, con excepción del Sábado Santo, que, como veremos más adelante, es un día peculiar del año litúrgico. El ayuno no comienza, pues, en el Domingo de las Bodas de Caná sino al día siguiente, el Lunes de Ceniza.

Si el Domingo de las Bodas de Caná es la apertura de la Gran Cuaresma, el Lunes de Ceniza es el primer día penitencial de ella. En ese día la liturgia invita a colocarse, sobre la cabeza, ceniza, en señal de arrepentimiento y penitencia. La ceniza es obtenida de las palmas bendecidas durante el Domingo del Hosanna del año anterior al ser quemadas.

Las liturgias para los domingos de cuaresma se celebran solamente durante el domingo, pues entresemana se cuenta con sus propias liturgias: a) las tres primeras semanas de cuaresma, b) las dos semanas de los milagros, y c) la semana del Hosanna.

Terminados los 40 días comienza la Semana de Pasión o ܚܰܫܳܐ (ḥasho) con la Liturgia del Domingo del Hosanna, ceremonia que incluye el Rito de Bendición de las Palmas y la Procesión con las Palmas Benditas alrededor de la iglesia.

La Semana de Pasión está estructurada por las Liturgias del Hosanna (domingo), de la Entrada o Llegada al Puerto (lunes y martes), del Rito de las Lámparas (miércoles), y las del Triduo Pascual (jueves, viernes y sábado).

La Semana Santa de Pasión o ܚܰܫܳܐ (ḥasho) constituye el ápice del Año Litúrgico Maronita. Mientras la Cuaresma (ܐܰܪܒ݁ܥܺܝܢ [‘arb’yn]) describe al cristiano Navegando hacia el Puerto con la armas del ayuno, la limosna y la oración, y con los medios curativos –los sacramentos de la Penitencia y de la Unción de los Enfermos– que ofrece Cristo, el ܐܳܣܝܳܐ ܫܰܪܺܝܪܳܐ (‘osyo shariro) –el Médico Verdadero–, la Semana Santa de Pasión representa, más, una Escala, con el Cristo triunfante –¡Hosanna en las alturas! (cf. Lc 19, 36-38)– y el Hombre del dolor –llevado como cordero al matadero, sin abrir la boca (cf. Is 53.7)–, en la estación de la Pasión.

En ܚܰܫܳܐ (ḥasho), la liturgia recrea un escenario de tragedia, de magnitud cósmica. Toda la naturaleza sufre y muere con el Señor. Después de un preludio de tres días, Lunes y Martes de Pasión –con la Entrada al Puerto–, y Miércoles de Pasión –con el Rito de la Lámpara–, en donde se nos ofrecen sugerente modelos bíblicos (Lunes de Pasión (Mt 21, 17-27): entrada del Mesías en la Ciudad Santa; Martes de Pasión (Lc 12, 22-30): esforzarse por entrar por la puerta angosta; y Miércoles de Pasión (Jn 11, 45-57): el Sanedrín decreta la muerte de Jesús), en el Jueves Santo, llamado en la liturgia maronita como el Jueves de los Misterios –ܚܰܡܫܳܐܒܫܰܒܳܐ ܕܪ̈ܳܙܶܐ (ḥamsho bshabo roze), se nos invita a compartir íntimamente con Cristo nuestra vida, a rezar con él la oración sacerdotal, a imitar su profunda humildad –lavatorio de los pies–, y a participar de su inconmensurable amor en el ܪܰܒܐ ܪܳܙܐ ܕܚܰܡܶܫܒܫܰܒܐ (roze rabo ḥameshbashab), el Gran Misterio del Jueves: la Sagrada Eucaristía.

Durante este Jueves se desarrolla el Rito del Lavatorio de los Pies. La más antigua tradición de este rito consistía en hacer el Lavatorio de los Pies a toda la asamblea reunidas en el oficio, pero en la más reciente tradición se limita a doce personas que representan a los Doce Apóstoles. En este rito el sacerdote bendice una jofaina de agua, se coloca una toalla y lava los pies a las doce personas, quienes se sientan en un lugar estratégico del templo para que la asamblea pueda seguir el rito. Se divide a las doce personas en cuatro grupos, y cada grupo cuenta con sus propias oraciones e himnos, mas hay un himno común para los cuatro grupos. Durante el canto del himno común, cuando se canta “se levantó de la mesa, se quitó el manto, tomó una toalla y se la puso a la cintura, después echó agua en una jofaina, y empezó a lavar los pies a sus discípulos y a secárselos con la toalla que se había puesto a la cintura”, el sacerdote escenifica cada moción del canto realizando la acción que se canta. Al llegar al último grupo, hay un himno, en forma de diálogo, en que cantan el sacerdote –que representa a Cristo– y el apóstol que hace las veces de Simón Pedro, el canto es la cita bíblica de Juan 13, 6-11.

El Jueves de los Misterios termina, nostálgicamente, con una despedida. Se retira el Santísimo Sacramento del Tabernáculo y se coloca, sin solemnidad, en un rincón de la iglesia para su adoración. El templo se convierte, de repente, en un Huerto de los Olivos (cf. Mt 26, 36-56). Ha comenzado ya la Pasión del Señor. Aunque no se apagan todas las luces el templo, sí se atenúa la iluminación apagando algunas de ellas, como las velas del altar y las del sagrario. Es de noche (cf. Jn 13, 30): noche de tensión, de traición, de soledad, de angustia y de agonía; se respira una calma insosegada a la espera del inminente Viernes de Pasión, aún repleto de incertidumbre.

En el ܥܪܽܘܒܬܳܐ ܪܰܒܐ ܕܨܠܝܺܒܘܽܬܐ (‘rubto rabo d-ṣlybuto), el Gran Viernes de Crucifixión, con una aparente quietud matutina, se celebra, durante la mañana, la Liturgia de los Presantificados (liturgia también llamada Signación del Cáliz) cuyo tema central es la Sangre que Cristo derramó para nuestra salvación, con la sugerente meditación de la narración evangélica que cuenta cuando el centurión le atravesó el costado al Señor, de donde manó sangre y agua, dándose cumplimento a la Escritura: “mirarán al que traspasaron” (cf. Za 2,10; Jn 19, 37). El sacerdote celebrando una aparente liturgia eucarística la detiene abruptamente en el momento previo a la transubstanciación: Cristo no se hará presente en el altar, las palabras santas de la Consagración se silencian, y, es entonces, cuando el sacerdote muestra a los fieles un Cáliz vacío. Desde un Sagrario escondido de la iglesia en donde ha sido reservada la Sagrada Hostia consagrada durante el día anterior –en el Jueves de los Misterios–, el sacerdote recoge la Eucaristía para signar, con ella, el Cáliz vacío haciendo, sobre el Cáliz y la Patena, la Señal de la Cruz, y luego la consume después de haber rezado el Padrenuestro. El templo se sumerge en una soledad espeluznante, el Sagrario queda completamente vacío, sin la presencia sacramental de Cristo.

A partir del mediodía de el Gran Viernes de Crucifixión, nos encontramos sumergidos en el ܪܰܒܐ ܪܳܙܐ ܕܨܠܝܺܒܘܽܬܐ ܐܰܓܘܢܺܝܰܐ ܘܥܘܽܢܕܳܢܳܐ ܕܡܳܪܝܐ (roze rabo d-ṣlybuto, agonya w-‘undono d-moryo), en el gran misterio de la crucifixión, agonía y muerte del Señor. En él se proclama la Pasión leyéndose las perícopas de los cuatro evangelios que narran la muerte del Señor. El rito litúrgico reviste una atmósfera de catástrofe, acentuado con frecuencia, en el Cercano Oriente, por lluvias torrenciales y clima ventiscoso; y se desempeña con el realismo que contribuye a despertar, en los fieles presentes, hondas emociones de dolor y penitencia: en el momento en que, en el Evangelio de la Pasión, se están leyendo las palabras dirigidas al ladrón bueno: “en verdad te digo: hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso” (Lc 23, 43), un ministro enciende una de las velas que custodian la Cruz, la del lado derecho; y en el instante en que el sacerdote lee que Cristo muere, diciendo: “e inclinando la cabeza, entregó el espíritu” (Jn 19, 29), la Cruz con el Cuerpo del Señor se cubre con un velo negro, y todas la luces y velas se apagan, a excepción de la vela que se encendió en honor al buen ladrón. Después, la imagen del Cuerpo de Cristo es bajada de la Cruz. Este descenso suele hacerse con una representación para cada moción, alternando, en cada una de ellas, estrofas cantadas del Himno del Descenso: quitar la corona, canto; desclavar los pies, canto; desclavar las manos, canto; y colocar el cuerpo en un féretro envolviéndolo en un lienzo, canto. Los ministros, enseguida, lo llevan en procesión, en medio de cantos fúnebres de antiquísima tradición siríaca, al doblar de campanas tocadas de manera luctuosa, y con lágrimas sofocadas de los fieles. Al llegar al climax de la tragedia, el pueblo adora profundamente al Cristo muerto cantando tres veces el Trisagio con la invocación: ¡Oh Cristo, crucificado por nosotros, ten piedad de nosotros!. El canto es cantado en arameo, el mismo idioma que habló nuestro Señor Jesucristo –y que la liturgia maronita conserva vivo en ella–, por lo que este momento se convierte en algo particularmente conmovedor: ܩܰܕܺܫܰܬ ܐܰܠܳܗܐ ܩܰܕܺܫܰܬ ܚܰܝܶܠܬܳܢܳܐ ܩܰܕܺܫܰܬ ܠܳܐܡܳܝܽܘܬܳܐ܁ ܡܫܺܝܚܳܐ ܕܶܐܨܛ݂ܠܶܒܬ ܚܠܳܒܰܝܢ ܐܶܬܪܰܚܰܡ ܥܠܰܝܢ (qadishat aloho, qadishat ḥalleltono, qadishat lomoyuto, mshíḥo deṣṭébt ḥlofáin. etraḥam ‘alayn; i.e.: Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal. ¡Oh Cristo, crucificado por nosotros, ten piedad de nosotros!). En cada invocación del Trisagio toda la comunidad adora con una profunda μετάνια (metanía: postración, genuflexión), es decir, adoran al Cristo muerto postrándose hasta tocar el suelo con la frente en señal de dolor y penitencia por sus pecados. Terminadas las metanías, los ministros llevan al Cuerpo hacia el sepulcro, que se ha preparado en algún lugar de la iglesia, lo cubren con velo negro y los fieles depositan flores sobre él. El celebrante y los ministros salen en silencio del recinto sacro dejando la Cruz vacía, adornada con un tela oscura, en un lugar visible del templo.

Al Sábado Santo se le conoce en la liturgia maronita con el nombre de ܫܰܒܬܳܐ ܕܢܘܗܪܐ (shabto d-nuhro), el Sábado de la Luz. Este día es un día de descanso después de la terrible crucifixión del Señor. Es, en este día, cuando el Señor fue a visitar el lugar en donde se encontraban Adán y todos lo muertos para llevarles la esperanza de la Resurrección que se avecinaba, y la vida nueva, con la Luz de su presencia. Es el último día de la Semana de Pasión –y exclusivo en el ciclo litúrgico del año–, pues no se celebra la Eucaristía ni la Signación del Cáliz. En la antigüedad, como ya señalábamos, era el único sábado en el cual el ayuno era obligatorio, mientras que no lo era en los otros sábado de cuaresma.

El Sábado de la Luz tiene como peculiaridad en la tradición maronita el rito de la Plegaria del Perdón, ܟܘܽܫܳܦܐ ܕܚܘܣܳܝܐ (kushofo d-ḥusoyo). Es un rito que la comunidad celebra con sincero deseo de reconciliación y de dolorosa penitencia. Se canta el salmo 50 (51) con los brazos levantados en forma de Cruz en muestra de arrepentimiento. A la caída del sol, el Sábado de la Luz se transformar en el ܫܰܒܬܳܐ ܕܣܒܰܪܬܳܐ (shabto d-sbarto), el Sábado del Feliz Anuncio, y se abre la Vigilia de la Resurrección. El canto del Aleluya, aún sin solemnidad, se alcanza a escuchar. Es la Noche más bella del año, que, el alba romperá con la noticia de la Gloriosa Resurrección del Señor.

El ciclo de la Gran Cuaresma queda distribuido así:

a) Semanas de la Gran Cuaresma

Semana 1: Domingo del Milagro de las Bodas de Caná
Entresemana: Liturgia del Lunes de Ceniza y Liturgia de las tres primeras semanas de cuaresma (martes a sábado)
Semana 2: Domingo de la Curación y Purificación del Leproso
Entresemana: Liturgia de las tres primeras semanas de cuaresma
Semana 3: Domingo de la Curación de la Mujer Hemorroísa
Entresemana: Liturgia de las tres primeras semanas de cuaresma
Semana 4: Domingo de la Parábola del Hijo Pródigo
Entresemana: Liturgia de la semanas de los milagros
Semana 5: Domingo de la Curación del Paralítico
Entresemana: Liturgia de la semana de los milagros
Semana 6: Domingo de la Curación del Ciego Bartimeo
Entresemana (lunes a jueves): Liturgia de la semana del Hosanna
Viernes: Día Cuarenta de la Cuaresma | La Tentaciones de Jesús
Sábado: Liturgia de la resurrección de Lázaro

b )Semana Pasión

Semana 7 [Semana de Pasión]: Domingo del Hosanna
Lunes y Martes de Pasión : Liturgia deEntrada al Puerto
Miércoles de Pasión: Rito de la Lámpara
Jueves de los Misterios (en la mañana): Consagración del Crisma (el Patriarca y los obispos asignados)
Jueves de los Misterios (en la tarde): Lavatorio de los pies y la Oración en el Huerto (adoración al Santísimo Sacramento).
Viernes de Pasión (en la mañana): Anáfora de la Signación del Cáliz
Viernes de Pasión (en la tarde): Liturgia de la Adoración de la Cruz y del Entierro
Sábado de la Luz (en la mañana): Liturgia de la Plegaria del Perdón
Sábado del Feliz Anuncio (en la tarde): comienzo de la Vigilia Pascual

5. Ciclo del Glorioso Resurrección del Señor: el ciclo comienza, en base a las premisas del Concilio de Nicea (año 325), el primer domingo después de la luna llena que coincida o que suceda al equinoccio de primavera del hemisferio norte, y en caso de que la Luna llena tuviera lugar en domingo, la Pascua se traslada al siguiente.

En la noche, entre la tarde del Sábado del Feliz Anuncio [ܫܰܒܬܳܐ ܕܣܒܰܪܬܳܐ (shabto d-sbarto)] y el Alba del Domingo de la Gloriosa Resurrección, se celebra la Vigilia Pascual. Es la misma liturgia que se celebrará durante el Domingo de la Gloriosa Resurrección con la salvedad de que el canto solemne del Trisagio con la invocación “¡Oh Cristo resucitado de entre los muertos, ten piedad de nosotros!”, se canta no como de costumbre, sino hasta el momento del Rito de la Paz: ܩܰܕܺܫܰܬ ܐܰܠܳܗܐ ܩܰܕܺܫܰܬ ܚܰܝܶܠܬܳܢܳܐ ܩܰܕܺܫܰܬ ܠܳܐܡܳܝܽܘܬܳܐ܁ ܡܫܺܝܚܳܐ ܕܩ݂ܳܡ ܡܶܢ ܒܶܝܬ ܡܺܝ̈ܬܶܐ܁ ܐܶܬܪܰܚ݂ܳܡ ܥܠܰܝܢ܁ (qadishat aloho, qadishat ḥalleltono, qadishat lomoyuto, mshíḥo dqom men bet míte. etraḥam ‘alayn; i.e.: Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal. ¡Oh Cristo resucitado de entre los muertos, ten piedad de nosotros!).

La ceremonia comienza con el canto del ܩܳܠܳܐ ܕܢܘܗܪܐ (qolo nuhro, Himno de la Luz), y junto con el canto poco a poco se encienden todas las velas del templo y las luces; no hay el Cirio Pascual, como en la tradición latina, sino muchos cirios pascuales, tantos que queda iluminado todo el reciento sacro al ser encendidos.

Particularmente emotivo resulta ser cuando, después de la homilía comienza el Rito de la Paz al redoblar de campanas, y el sacerdote quitando el velo negro que adorna la Cruz anuncia: !ܡܫܺܝܚܳܐ ܩ݂ܳܡ! ܫܰܪܺܝܪܳܐܝܬ ܕܩ݂ܳܡ (mshíḥo qom shariroit dqom), ¡Cristo ha resucitado, en verdad ha resucitado! En el Líbano la frase en lengua vernácula es, para el saludo del sacerdote: المسيح قام! (¡Cristo ha resucitado), y para la respuesta de la asamblea: حقّاً قام! هللويا (¡En verdad ha resucitado! ¡Aleluya!), que transliterado en caracteres españoles podría ser: para el saludo: “¡al-masiḥ qam!”, y para la respuesta: “¡ḥaqqan qam!, ¡halleluya!”. Luego, el mismo sacerdote o el diácono que lo asiste, reviste la Cruz con un velo blanco, la inciensa tres veces mientras que, todos juntos y con una gran manifestación de júbilo, comienzan a cantar el Trisagio haciendo tres metanías (tres inclinaciones profundas) a cada rutina del Trisagio.

El celebrante lleva en procesión la gloriosa Cruz del Resucitado adornada con el velo blanco, o bien un icono que representen la Resurrección del Señor. Se lleva la Cruz (o el icono) en procesión tres veces alrededor de la iglesia, y la asamblea acompaña la procesión con cirios encendidos. Durante la procesión el ministro inciensa la Cruz (o el icono), mientras el coro y el pueblo cantan las Letanías de la Resurrección.
Finalizada la procesión con la gloriosa Cruz del Resucitado (o el icono) el celebrante bendice con ella los cuatro puntos cardinales en el siguiente orden: Oriente, Occidente, Sur y Norte.

Luego los fieles se acercan a besar al Cruz (o el icono) y reciben, como recuerdo, las flores que adornaron el Sepulcro donde se colocó el Cuerpo del Señor que se bajó de la Cruz el Viernes Santo.
Después se reza el Credo y la Misa sigue como de costumbre. Al terminar la Misa el sacerdote puede quebrar un huevo sobre un plato, como símbolo de que el ayuno y la abstinencia han terminado, mientras exclama nuevamente: “¡Cristo ha resucitado!”, a lo que la asamblea vuelve a responder: “¡En verdad ha resucitado, aleluya!”.
 
El sacerdote toma un icono de la Madre de Dios con el que bendice a la asamblea, los fieles se acercan, mientras se cantan alabanzas a la Virgen –“¡no llores más, María, Cristo, tu Hijo ha resucitado!”–, y, al acercarse a besar el icono de la Madre de Dios, el sacerdote obsequia huevos de dulce o huevos cocidos adornados, principalmente a los niños, quienes juegan, felices, por los jardines parroquiales, buscando más huevos adornados y postres propios de pascua.

El simbolismo del Huevo de Pascua, que consiste en romper un huevo y/u obsequiar huevos decorados, obedece a que la abstinencia maronita también incluye abstenerse de comer huevo, puesto que es el embrión del ave, que es una de las carnes de abstinencia cuaresmal.

La liturgia del domingo de la gloriosa Resurrección del Señor es la misma que la de su Vigilia, a excepción del rito de la Paz, y durante todo el tiempo pascual el Trisagio se canta con la inclusión de la frase pascual, “¡Oh Cristo resucitado de entre los muertos, ten piedad de nosotros!”.

Este ciclo, que también consta de siete semanas, tiene tres momentos claves:

a) La primera semana de resurrección, que se conoce como la ܫܰܒܽܘܥܺܐ ܕܚܶܘܳܪ̈ܶܐ (shabuw‘o d-ḥewore), Semana de los Blancos. Esta semana ilustra los días post-bautismales de los que recibieron los Misterios de Iniciación Cristiana en la Vigilia Pascual, y fuero revestidos de blanco. A los ocho días de su incorporación plena a la Iglesia de Cristo, se presentan al obispo para recibir la última bendición final de manos de él. En caso de que no pueda estar presente el obispo, lo hace el párroco en nombre del obispo. En esta Semana de los Blancos, la lecturas evangélicas que se leen en la Divina Liturgia brindan las ocho apariciones, creando de esta manera una atmósfera de santa alegría y de seguridad en el seno del Colegio Apostólico.

b) El Domingo Nuevo, celebrado el primer domingo después de Pascua, en donde se recuerda la aparición del Señor a santo Tomás Apóstol. En la actualidad, por deseo del Papa san Juan Pablo II, se celebra también la fiesta del Señor de la Misericordia, por lo que se le llama, ahora, a este día El Domingo Nuevo de la Divina Misericordia. Sin embargo se sigue conservando la misma liturgia del Domingo Nuevo y las lecturas evangélicas de la aparición del Señor a santo Tomás. El Domingo Nuevo de la Divina Misericordia, con la última aparición a Tomás, se ilustra un tipo de fe, tardía sí, pero una fe que servirá de incentivo para las futuras generaciones: la fe de “los que sin haber visto hayan creído” (Jn 20, 29).

c) Y la solemnidad del jueves de la Ascensión del Señor a los Cielos, celebrada a los 40 días después de la Pascua. Este día es considerado por la Iglesia Maronita como el inicio formal de la vida sacramental, pues Cristo habiendo dicho que estará con nosotros hasta el fin del mundo, se marcha de manera “física” pero cumple su promesa permaneciendo de forma “sacramental”, es el inicio, entonces, de la vida litúrgica en la tradición maronita (cf. Mt 28, 20).

Las lecturas bíblicas se enfocan, en este tiempo pascual, sobre los Hechos de los Apóstoles y los dos mayores discursos de nuestro Señor (Jn 6; 14; 15; 16; y 17).

Las siete semanas del ciclo pascual son las siguiente:

Semanas de Resurrección:
Semana 1: Vigilia Pascual y Domingo de la Gloriosa Resurrección
Semana de los Blancos
Semana 2: Domingo Nuevo de la Divina Misericordia; Aparición de Cristo a santo Tomás Apóstol
Semana 3: Aparición de Cristo a los Discípulos de Emaús
Semana 4: Aparición de Cristo a los Apóstoles en el mar de Tiberíades
Semana 5: Aparición de Cristo donde le otorga el primado a san Pedro
Semana 6: Aparición de Cristo al Colegio Apostólico en el Cenáculo
Jueves de la Solemnidad de la Ascensión de Jesús a los Cielos
Semana 7: Cristo de su Nuevo Mandamiento, el del Amor

6. Ciclo del Glorioso Pentecostés: si los ciclos de la Navidad y de la Epifanía son lo ciclos de las promesas del Padre, y los de Cuaresma y Pascua son los de la obra redentora del Hijo, el ciclo de Pentecostés es el de la efusión del Espíritu Santo sobre la Iglesia peregrina que quedará sellada con el ciclo de la Santa Cruz.

Por tanto, el ciclo del Glorioso Pentecostés es no solamente un cumplimento de una promesa –“les conviene que me vaya, porque si no me voy el Paráclito no vendrá a ustedes. En cambio si yo me voy, se los enviaré” (Jn 16, 7)–, sino también el de una misión a la Iglesia entera –“vayan, pues, y hagan discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo cuanto les he mandado” (Mt 28, 19-20). Con ello la misma fe es consolidada después de la Ascension con la venida del Espíritu Santo.

Acompañada de señales divinas, la Iglesia es “fundada” con la conversión en masas de nuevos miembros –“ellos aceptaron su palabra y fueron bautizados; y aquel día se les unieron unas tres mil almas” (Hch 2, 42)–; este fenómeno es ilustrado con el Rito de la Adoración a la Santísima Trinidad, también conocido como el Rito de Postración en Pentecostés, que tiene lugar en la misa entre la comunión del sacerdote y la comunión de los fieles. El Rito de la Adoración a la Santísima Trinidad es un rito exclusivo, porque es el único íntimamente asociado con la Eucaristía: ¡Cristo está presente en su Iglesia, con su humanidad (cuerpo y alma) y su divinidad! Este Rito se compone de tres estaciones, –ܩܰܘܡ̈ܶܐ (qaume en arameo)–, tomadas de las horas canónicas del oficio divino –ܫܚܺܝܡܬܳܐ (shḥimto)–, con sus propios salmos, himnos, oraciones y lecturas. Las estaciones o ܩܰܘܡ̈ܶܐ (qaume) se dirigen a las Tres Personas Divinas. Cada estación concluye con la postración: hincando la rodilla izquierda por el Padre, la derecha por el Hijo, y ambas rodillas en honor del Espíritu Santo. La liturgia del Domingo de Pentecostés se repite a lo largo de toda la semana, a excepción del Rito de Postración en Pentecostés, que solo tiene lugar en el domingo.

Ocho días después de Pentecostés se celebra el solemne Domingo de la Santísima Trinidad, liturgia que también se repite durante la semana que le sigue, interrumpido sólo el jueves, en donde se introdujo, para ese día, la solemnidad del Corpus Christi, ceremonia no de origen maronita pero que se arraigo profundamente en la tradición maronita a partir del Concilio de Vienne (año 1311), siendo papa de Roma Clemente V († 1314) y patriarca de Antioquía Simón III († 1339), aunque su introducción fue muy gradual.
La liturgia maronita, saliendo del ámbito de las Iglesias Siríaca y Bizantina, distribuye las semanas no en función de los octavarios –el Ortros Bizantino–, sino según el ciclo de la semana (en 7) como hemos visto. Así los días de Pentecostés lo refleja distribuyendo las semana de la siguiente manera –con una Semana A y Semana B a elección del sacerdote–: a) Semana A: Domingo A, Liturgia del memorial de la Resurrección; Lunes A, Liturgia de los Ángeles; Martes A, Liturgia de los Justos y Rectos, y Confesores; Miércoles A, Liturgia de la Madre de Dios; Jueves A, Liturgia de los Doce Apóstoles; Viernes A, Liturgia de los Mártires; y Sábado A, Conmemoración de los fieles difuntos; y b) Semana B: Domingo B, Liturgia del memorial de la Resurrección; Lunes B, por el Perdón; Martes B, por la Santificación; Miércoles B, Liturgia de María Virgen; Jueves B, por la Iglesia; Viernes B, por los Penitentes; y Sábado B, Conmemoración de los fieles difuntos.

Recobra interés la forma de esta distribución hebdomadaria al hacer el paralelismo correspondiente con los 7 días de la creación:

a. Domingo:
Primer día: “haya luz, y hubo Luz” (Gn 1, 3).
Primer día: la luz de Cristo Resucitado.
b. Lunes:
Segundo día: “haya un firmamento en medios de las aguas” (Gn 1, 6).
Segundo día: el cielo es el espacio de los ángeles.
c. Martes:
Tercer día: produzca la hierba verde, plantas con semillas, y árboles frutales” (Gn 1, 11).
Tercer día: los justos y rectos dan frutos de santidad.
d. Miércoles:
Cuarto día: “haya lumbreras en el firmamento del cielo” (Gn 1, 14).
Cuarto día: María es la estrella de los Cielos.
e. Jueves:
Quinto día: “que la aguas se llenen de seres vivos, y que vuelen las aves sobre la tierra” (Gn 1, 20)
Quinto día: los Evangelistas y Apóstoles son los que llenaron la iglesia con la sana doctrina. Además, el pez y el ave son símbolos de la Eucaristía, y el Jueves un día netamente eucarístico.
f. Viernes:
Sexto día: “hagamos al hombre nuestra imagen” (Gn 1, 26).
Sexto día: los mártires, con su sangre, purifican a la humanidad Y es el Hijo del Hombre, el Gran Mártir, que en un viernes redimió al hombre que había caído en pecado. Es el nuevo Adán.
g. Sábado:
Séptimo: día: “y descansó en el día séptimo” (Gn 2, 2).
Séptimo día: los difuntos han pasado al descanso eterno. Día en que rezamos por ellos. En un sábado, igualmente, descansó el Señor después de su Pasión y Muerte.

Durante el ciclo de Pentecostés se celebran también las festividades de los santos Pedro y Pablo (29 de junio), la de los Doce Apóstoles (30 de junio), la de la Transfiguración del Señor (6 de agosto) y la de la Asunción de la Virgen María a los Cielos (15 de agosto), fiestas que forman “mini-ciclos” con sus propios oficios y vigilias.

Dentro de este ámbito litúrgico, la Iglesia Maronita, mientras sigue madurando su experiencia con el Cristo Resucitado, invoca el ejemplo y la ayuda de la Madre de Dios y de los santos de Dios, de la oración, de la penitencia, y de la buenas obras, a caminar alegremente hacia el encuentro del Señor en su Segunda Venida. Así, el fiel orante, vive cada día en compañía de los santos en la tierra, con la esperanza de alcanzar la gloria eterna en el Cielo (cf. Ef 4, 13-18).

Las semanas pueden llegar hasta 21 (7 veces 3), esto varía de cuando caiga la pascua el Señor, que es fecha movible.

Las semanas del ciclo del Espíritu Santo son las siguiente:

Semanas de Pentecostés:

a) Bloque 1 (siete semanas)
Semana 1: Domingo de la Glorioso Pentecostés
(con el Rito de la Adoración a la Santísima Trinidad)
Semana 2: Domingo de la Santísima Trinidad
(con el Jueves del Corpus Christi y su procesión)
Semana 3: De las enseñanzas del Espíritu Santo
Semana 4: Del gozo del Jesús en el Espíritu Santo
Semana 5: Del llamado de Jesús a los apóstoles
Semana 6: De los Frutos de la Misión a los judíos
Semana 7: De la Misión de los 72 discípulos

b) Bloque 2 (siete semanas)
Semana 8: De la espiritualidad de los apóstoles
Semana 9: De la agenda de los apóstoles
Semana 10: Del anuncio del Reino invitando a la conversión
Semana 11: De la Providencia en el actuar del apostolado
Semana 12: De los frutos de la misión a los gentiles
Semana 13: De la predicación de la Palabra de Dios
Semana 14: De la escucha de la Palabra de Dios

c) Bloque 3 (siete semanas)
Semana 15: Del perdón a la mujer pecadora
Semana 16: De la parábola del fariseo y del publicano
Semana 17: Del la parábola del buen samaritano
Semana 18: De los viñadores homicidas
Se insertan según la fiesta:
Semana 19: De los apóstoles (29-30 de Junio)
Semana 20: De la Transfiguración del Señor (6 de agosto)
Semana 21: De la Asunción de la Virgen María

7. Ciclo de la Santa Cruz: la quintaesencia de la espiritualidad maronita se manifiesta obviamente durante esta temporada. Mientras los occidentales tienen a la Redención por centro de su vida litúrgica, y los bizantinos al Cristo Resucitado, los maronitas mantienen un perpetuo estado de tensa expectativa y de peregrinación hacia el último encuentro del Señor en la Parusía. El Rito de la Santa Cruz, inserta en la solemnidad que abre este ciclo –Exaltación de la Santa Cruz el día 14 de septiembre– expresa esta tensión.

Aquí, siguiendo una tradición específicamente antioquena, la Redención Final se efectúa no solamente para los hombres, sino por el signo de la Cruz es santificado todo el universo, pues la “espera ansiosa de la creación anhela la manifestación de los hijos de Dios… pues sabemos que la creación entera gime y sufre con dolores de parto hasta el momento presente… si esperamos lo que no vemos, lo aguantamos mediante la paciencia” (Rm 8, 22-25).

Todo el ciclo queda simbolizado con al inmersión de la Cruz en el agua, y el poder que ha obtenido por la muerte y resurrección de Cristo.

Durante todo los domingos de este tiempo litúrgico se repite la celebrada el 14 de septiembre, mientras que entresemana se cuenta con una liturgia para cada día, o sea 6 liturgias (de lunes a sábado) a lo largo de las siete semanas de este ciclo.

Al ser el último de los ciclos del año litúrgico y es un ciclo netamente escatológico. Las lecturas propias tocan los temas del Apocalipsis, del fin del mundo y de las realidades del más allá, así como los de la esperanza en la vida eterna.

Las siete semanas del ciclo de la Santa Cruz son las siguiente:

Semanas de la Santa Cruz:

14 de septiembre | Exaltación de la Santa Cruz
(con el Rito de inmersión de la Cruz en el agua)
Semana 1: Del valor salvífico del sufrimiento
Semana 2: Sobre las realidades escatológicas
Semana 3: El juicio final
Semana 4: Bienaventurado quien es fiel al Señor
Semana 5: Exhortación a la vigilancia
Semana 6: Necesidad de corresponder a la gracia
Semana 7: La Segunda Venida de Cristo

SINAXARION: dentro de los ciclos litúrgicos se recuerdan a los santos que con sus ejemplos nos han legado un testimonio de vida cristiana que nos anima a esperar, con profunda fe, la Segunda Venida de Cristo. Algunas de estas festividades –no marcamos todas– son las siguientes:

Enero
1 de Enero | Santos Basilio y Gregorio
7 de Enero | Alabanzas a san Juan Bautista
13 de Enero | Santiago de Nísibe
15 de Enero | Nuestra Señora de las Cosechas
16 de Enero | Las cadenas de Pedro
17 de Enero | San Antonio Abad
18 de Enero | La Sede de san Pedro en Roma
25 de Enero | La Conversión de san Pablo
28 de Enero | San Efrén de Nísibe

Febrero
2 de Febrero | La Presentación de Jesús en el templo
3 de Febrero | Los profetas san Simeón y santa Ana
9 de Febrero | San Marón
18 de Febrero | San León Magno, papa
19 de Febrero | Los 500 mártires de Tiro
20 de Febrero | Santiago el ermitaño, discípulo de san Marón
22 de Febrero | La Sede de san Pedro en Antioquía
27de Febrero | San Talaos, discípulo de san Marón
28 de Febrero | Santa Marana, discípula de san Marón

Marzo
1 de Marzo | Santa Domnina, discípula de san Marón
2 de Marzo | San Juan Marón, primer patriarca maronita
9 de Marzo | Los 40 mártires de Sebaste
19 de Marzo | San José, esposo de la Virgen María
23 de Marzo | Santa Rafka
29 de Marzo | San Cirilo, diácono de Baalbek

Abril
23 de Abril | San Jorge, mártir
Mayo
Primer domingo | Nuestra Señora del Líbano
15 de Mayo | Nuestra Señora de la Cosecha
29 de Mayo | Santa Teodosia de Tiro

Junio
2 de Junio | Los 4 santos evangelistas
6 de Junio | San Doroteo, obispo de Tiro
13 de Junio | Santa Aquilina de Biblos
22 de Junio | San Eusebio, obispo de Samosote
24 de Junio | Nacimiento de san Juan Bautista
29 de Junio | Santos Pedro y Pablo
30 de Junio | Los Doce Apóstoles

Julio
10 de Julio | Los hermanos mártires de Massabki: santos Francisco, Abde El-Mo’ti y Rafael
20 de Julio | San Elías, profeta
22 de Julio | Santa Nouhra
23 de Julio | San Chárbel Majluf
31 de Julio | Los 350 mártires discípulos de san Marón

Agosto
1 de Agosto | Santa Shmuni y sus 7 hijos, mártires
15 de Agosto | La Asunción de María a los Cielos
23 de Agosto | San Isaac de Nisibe, discípulo de san Efrén
29 de Agosto | La decapitación de san Juan Bautista
31 de Agosto | Santos Abdo, Egidio y Nicolás (o Zekhia)

Septiembre
1 de Septiembre | San Simeón el Estilita
5 de Septiembre | San Chárbel, obispo, y su hermana, mártires
8 de Septiembre | El Nacimiento de la Virgen María
9 de Septiembre | Las felicitaciones a san Joaquín y santa Ana
15 de Septiembre | San Shaina
17 de Septiembre | Santa Sofía y sus tres hijas, mártires
22 de Septiembre | San Focas, discípulo de san Juan
24 de Septiembre | Santa Tecla, mártir

Octubre
Primer domingo | Nuestra Señora del Rosario
1 de Octubre | San Ananías el confesor
7 de Octubre | Santos Sarkis (o Sergio) y Baco
8 de Octubre | Santa Pelagia de Antioquía
20 de Octubre | San Shalita

Noviembre
3 de Noviembre | San Alexis (o Alejo)
10 de Noviembre | Santa Mora
13 de Noviembre | Juan Crisóstomo, patriarca
21 de Noviembre | Presentación de la Virgen en el templo

Diciembre
4 de Diciembre | Santa Bárbara, mártir
8 de Diciembre | La Inmaculada Concepción
14 de Diciembre | San Ne’metala El-Hardini
20 de Diciembre | San Ignacio de Antioquía, patriarca
26 de Diciembre | Felicitaciones la Madre de Dios
27 de Diciembre | San Esteban, diácono y protomártir
28 de Diciembre | Adoración de los Magos del Oriente
28 de Diciembre | Los niños mártires de Belén

Bibliografía:

HAYEK, Michel, Liturgie Maronite Histoire et Textes Eucharistiques, France: Mame, 1964; Misal Maronita (Qurbono), Bkerke: 2005 (edición en español, Chihuahua: 2017).

Ver voces:

Cómo Citar:

Meouchi-Olivares, A. (2019). Diccionario Enciclopedico Maronita. iCharbel-Editorial.

Sitio web: https://www.maronitas.org

© Diccionario Enciclopédico Maronita

® Eparquia de Nuestra Señora de los Mártires del Líbano

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