«La destrucción de Damour tenía que tener lugar, porque significaba la captura de toda la mitad sur del país»: Iskandar

Por: Dr. Amine Jules Iskandar
Syriac Maronite Union-Tur Levnon
Asociado de maronitas.org
Escrito para Ici Beyrouth
En esta XLVI conmemoración de la masacre de Damour, y al tiempo que se rinde homenaje a la memoria de las víctimas, es legítimo preguntarse cómo la caída de esta ciudad ha afectado al destino del Líbano. Tras su completa destrucción, nada es igual que antes. Todo el litoral del sur parece haber tomado un nuevo camino bajo un rostro diferente.
Damour fue la capital de esta región que se extiende desde Beirut hasta Sidón. Era una ciudad de 25,000 habitantes en una época en la que el Líbano sólo tenía 3 millones de ciudadanos. Contaba nada menos que con siete hospitales y con varias escuelas públicas y privadas, por no hablar de sus ocho iglesias. Esta costa fue, lo que Jezzine era para las montañas del sur, y Zahlé para la Bekaa. Pero sobre todo, controlaba la carretera principal entre el sur del país y su capital. Esta es la verdadera razón por la que Damour tuvo que ser abolida. La toma de la Cuarentena (Quarantaine) por las milicias cristianas fue básicamente un pretexto para lanzar el ataque.

Mucho antes de la Cuarentena, desde hacía ya varios meses, se habían producido exacciones y agresiones contra las localidades cristianas de la región. Pero la destrucción de Damour tenía que tener lugar, porque significaba la captura de toda la mitad sur del país. A partir del 9 de enero de 1976, los palestinos, especialmente los aliados del régimen sirio, cortaron el suministro de agua y electricidad de la ciudad, al tiempo que prohibieron el acceso de la Cruz Roja. Entre el 13 y el 16 de enero, atrapado en la zona y en medio de los bombardeos, Camille Chamoun, entonces ministro de Defensa, ordenó la intervención de la aviación militar. Esta era la última oportunidad de salvar a Damour y, por tanto, el futuro del Líbano como nación soberana. Sin embargo, la iniciativa fue bloqueada por el Primer Ministro Rashid Karame el 16 de enero. El 20 de enero de 1976, unos 5,000 palestinos del Fatah de Arafat y del Saïqa, bajo órdenes de Damasco, asaltaron Damour.
Se calcula que el número de víctimas civiles, tanto por los bombardeos como por las masacres, ronda las 500-600 personas, muchas de ellas niños. Los cuerpos fueron mutilados, desmembrados y decapitados, las iglesias y cementerios profanados y la ciudad arrasada. Familias enteras fueron exterminadas. Los Canaan, Merhi, Eid, Abdalla, Makné y otros más fueron diezmados. Algunos helicópteros del ejército libanés intentaron evacuar a las familias que habían conseguido salir de la ciudad. La mayoría de los supervivientes consiguieron llegar a la vía del ferrocarril y, desde allí, a la orilla para huir en botes y barcas de remos hacia el norte de Beirut.

El «litoral maronita»
La región conocida como «litoral maronita», que se extendía desde las afueras de Sidón hasta Haret-Hreik, había desaparecido por completo. Jiyyé, Saadiyat, Damour, Neemeh, Khaldé y tantos otros pueblos fueron eliminados o ahogados en una megalópolis lineal que transformó el paisaje y la identidad de esta mitad del país.
La caída de Damour supuso la desaparición del «litoral maronita» de la geografía y de la historia. Se inicia una nueva era, la de las milicias bajo el control de los poderes totalitarios, que sustituyen al país de los cedros tras haber exterminado a su población.
El malogrado eslogan le chemin de Jérusalem passe par Jounieh («el camino a Jerusalén pasa por Jounieh») era una señal de que el mismo destino estaba previsto para la costa norte. Damour fue sólo el comienzo de un proceso destinado a perpetrarse en todo el territorio libanés según una estrategia ya clara que consistía en derribar las ciudades y posiciones urbanas claves.
Era necesario transformar el paisaje social y la realidad socio-geográfica y, por tanto, posteriormente la geopolítica. Todo servía para ello: palestinos, brigadas rojas japonesas o italianas, mercenarios o fanáticos de Libia, Somalia, Irán, Pakistán o Afganistán, todos inundaban esta pacífica costa mediterránea y su capital, Damour.
Una vez eliminado el asentamiento, los caseríos y aldeas circundantes se derrumbaron al mismo tiempo, lo que permitió el establecimiento de una nueva urbanización lineal que sirvió de vía de abastecimiento para las milicias totalitarias presentes o futuras. La ocupación siria tuvo la misión de impedir el regreso de la población local durante treinta largos años (1976-2005) para permitir la construcción de una nueva sociedad en su lugar, y a una escala varias veces mayor.

Un viaje hacia Beirut
La nueva fuerza totalitaria que suplantaría a los palestinos tiene su bastión en el sur, entre Sidón y la frontera internacional, y sólo podría atacar la capital extendiéndose a la costa al norte de Sidón y estableciendo allí un nuevo rasgo socio-geográfico. Esta ciudad lineal sirve ahora de arteria vital para el bastión iraní que ocupa Haret-Hreik y el resto de los suburbios del sur de Beirut. Proporciona al bastión de la milicia la fuerza necesaria para poder continuar su progresivo avance primero en el oeste de Beirut y luego en los sectores oriental y septentrional. Si el camino a Jerusalén pasaba teóricamente por Jounieh, el camino a Jounieh pasaba sin duda por Damour.
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