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El Patriarca Maronita, ayer y hoy

Actualizado: 31 ago 2021

Bkerke demuestra ser digno de su vocación de fundador y guardián del Líbano, de su identidad abierta al mundo y de su mensaje de democracia, libertad y pluralismo.

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Por: Dr. Amine Jules Iskandar

Syriac Maronite Union-Tur Levnon

Asociado de maronitas.org


No es extraño que Bkerke actúe según sus convicciones por el bien del Líbano, sin preocuparse de las reacciones provocadas por los partidos de mala fe. Bkerke ya lo ha visto todo. Desde los mamelucos hasta los otomanos, ha aprendido a mirar más allá de la vanidad de sus adversarios, sus ejércitos y sus imperios efímeros. Este patriarcado siempre se ha visto mucho más grande. Desde Kfar-Hay hasta Ilige, y desde Qannoubine hasta su sede actual, ha dado forma al Líbano a lo largo de los siglos con la paciencia de la caída de las estalagmitas. El Líbano se construyó sobre bases milenarias y se elevó en su apertura al mundo.


Ya en el año 685-704, fue el primer patriarca de los siriacos maronitas, san Juan Marón, quien fundó su Iglesia y el Líbano de forma complementaria y dentro de un hermanamiento tomada de lo sagrado. En 1215, Jeremías de Amshit (Patriarca de 1199 a 1230) ya estaba en Roma para el IV Concilio de Letrán celebrado por el Papa Inocencio III. Allí afirmó el carácter y el destino del Líbano, siempre abierto a Europa y al mundo.


Cuando en los siglos XVI-XVII, Fakhreddin II quiso consolidar el Líbano como nación, un principado independiente y modernizado, tuvo que apoyarse en la Iglesia Maronita y su patriarcado. La construcción de este Líbano se llevó a cabo a través del Colegio Maronita de Roma, fundado en 1584. El Líbano reafirmó así su apertura a Occidente gracias a los estudiantes de este colegio que jugaron un papel protagónico: Isaac Sciadrensis fue embajador de Fakhreddin II en Francia. Victorius Scialach Accurensis (de Aqoura) fue su embajador en el Vaticano. Don Giorgio Maronio fue también su embajador en Roma. Y finalmente, otro de estos alumnos, el patriarca Jorge II Omeira (1633-1644), autor de la gramática siríaca, compuso un libro de arquitectura sobre la fortificación de las ciudades, a petición de este príncipe.


Hacia finales del siglo XVII, el patriarca Esteban Douaihi completó la obra de san Juan Marón al inscribir el Líbano en la historia. Porque una nación no existe hasta que no ha escrito su historia y sus artes. Esta montaña devino en un «dogma» cuando Esteban Douaihi escribió: Levnon itaw qyomo morunoyo, «El Líbano es un dogma maronita».


El Monte Líbano se convirtió en un faro de cultura cuando un profesor del Colegio Maronita de Roma, Simón Assemani, celebró allí un concilio en 1736 en Louaize, bajo el patriarcado de Mar José V (Khazen). Este consejo ordenó la escolarización obligatoria de todos los niños, niñas y jóvenes. Las escuelas de los monasterios enseñaban 6 lenguas extranjeras además del siríaco. Otros concilios, como los de 1744 y 1755 bajo el patriarcado de Mar Shemoun Petros Awad, así como el de 1756 bajo Mar Tobia Petros Khazen, reafirmaron estas cláusulas relativas a la vocación cultural del Líbano.


Del siglo XVI al XIX, las misiones europeas se multiplicaron en todas las eparquías maronitas. Los franciscanos ya trabajaban en el siglo XV con uno de los suyos, el obispo maronita Gabriel Barcleius. En esa época, un patriarca, Simeón VI de Hadat, estuvo representado en el Concilio de Letrán de 1516. Los carmelitas también llegaron al Monte Líbano en 1635, durante el patriarcado de Jorge II Omeira. Y pronto los jesuitas en 1656 con el patriarca Georges III de Bsebeél. En el siglo XIX, sus escuelas se multiplicaron con las de los lazaristas (n. del t.: vicentinos o paúles), luego los maristas, los capuchinos y otros. Hicieron de Beirut una universidad y una ciudad abierta, capaz de afrontar plenamente los retos del siglo XX.


En 1920, Mar Elias Petros Hoayek obtuvo en Versailles la formación del Gran Líbano para todos los libaneses de todos los orígenes. Y en 1943, el Patriarca Antonios Petros Arida desempeñó un papel destacado en el acceso del país a la independencia. También se opuso a Bechara el Khoury, que comprometió esta independencia al aventurarse en una nueva identidad no inclusiva.


El papel de Bkerke como guardián de la nación no cesó en ningún momento. En 1969, el Patriarca Mar Boulos Petros Meouchi, advirtió del peligro mortal de los acuerdos de El Cairo, que rechazó y combatió, manteniendo aún la soberanía del Líbano como un dogma. Incluso antes de su elección a la sede patriarcal, Mar Antonios Petros Khreich, que estableció Cáritas en el sur del Líbano, trabajó por las relaciones islámico-cristianas. Y en 1983, hizo todo lo posible para evitar la guerra fratricida en el Chouf.


Su sucesor, Mar Nasralla Petros Sfeir, será conocido como el patriarca de la segunda independencia. Era la única figura que podía enfrentarse a la ocupación siria que nadie se atrevía a denunciar. Le seguirá en su dedicación a la independencia, la soberanía y la identidad real y noble del Líbano Mar Bechara Petros Rai. Una vez más, Bkerke demuestra ser digno de su vocación de fundador y guardián del Líbano, de su identidad abierta al mundo y de su mensaje de democracia, libertad y pluralismo.


En una región consumida por totalitarismos y fanatismos de todo tipo, Bkerke sigue siendo la única luz de la verdad y la esperanza. Es la cultura frente a la ignorancia. Ella es el amor cristiano frente a la intolerancia del odio. Es la apertura frente a la hostilidad. Es la espiritualidad frente al fanatismo, y la fe frente a la adoración. Es la religión frente a la ideología. Es el Líbano frente al oscurantismo.


 

Leer el artículo en francés: Le patriarche maronite hier et aujourd’hui


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