UNCION DE LOS ENFERMOS, MISTERIO DE LA
Por: Alberto Meouchi-Olivares
En la tradición maronita el sacramento de la Unción de los Enfermos ha sido revestido con algunas bonitas ceremonias paralitúrgicas. Las más significativa, y quizá la más emotiva de ellas, es el Rito de la Lámpara o ܩܰܢܕܺܝܠܳܐ (qandilo), una ceremonia que se celebra con particular piedad el miércoles santo de Pasión. El Rito de la Lámpara precede como un prolegómeno al Rito de la Unción de los Enfermos, pero por razones de practicidad no siempre es posible celebrarlo completo.
Cabe señalar que la ceremonia de la unción en el rito maronita es un acto comunitario presidido por el sacerdo-te, con la participación de los familia-res y amigos del enfermo.
El Misterio de la Unción de los Enfermos está dirigido a aquellos que están enfermos, no solo a aquellos que están en peligro de muerte. Debe estar precedido, de ser posible, por el Misterio de la Reconciliación y de la Penitencia, y se recomienda acompañarlo, también si es posible, con la Sagrada Comunión.
La primera oración del rito de la unción en la liturgia maronita recuerda que uno de los propósitos de la misión terrenal de Cristo fue la de ser “el sanador divino”. Mientras Cristo sanaba por compasión, su ministerio de curación anunciaba el hecho de que el Reino de Dios había llegado al mundo con poder, y que el poder de Dios vencería a todas las manifes-taciones del mal, ya sean físicas o espirituales. Esta realidad de la actividad de curación divina en el mundo es parte de las “buenas nuevas” que es el Evangelio de Cristo.
La oración de apertura también señala que Cristo dio este poder curativo a sus apóstoles cuando les dijo: “en mi nombre expulsarán demonios, sanarán a los enfermos y visitarán a los agobiados” (tomado de la “Oración Inicial” del Ritual del Santo Misterio de la Unción de los Enfermos). Así, la Iglesia y sus ministros se encargan de continuar esta obra de curación divina a través de los siglos.
El tema central del rito es la petición de que Dios borre los pecados del alma y del cuerpo del enfermo. La conexión entre la enfer-medad del cuerpo y la enfermedad del alma se puede entender de varias maneras. Si bien muchas veces nuestras enfermedades no se deben a ningún error nuestro, la existencia de enfermedades y el sufrimiento es un recordatorio de que la condición del mundo no es lo que Dios había querido originalmente. Dios creó un mundo “bueno” (cf.Gn 1, 10), y deseó que los humanos disfrutaran de los bienes de la creación y de la comunión con el Creador. Sin embargo, debido al abuso de la libertad y al egoísmo humano, el pecado entró en el mundo. Por lo tanto, existe una relación entre la presencia de enfermedad y el fracaso moral.
Otra conexión entre el pecado y la enfermedad corporal se ve en el hecho de que cuando experimentamos una enfermedad se nos recuerda que también hemos pecado, y nuestra condición física a menudo simboliza nuestro estado moral. El Misterio de la Unción de los Enfermos nos recuerda que, si bien podemos estar absortos con la enfermedad en cuestión, siempre debemos buscar primero remediar la condición de nuestra alma.
El sacerdote unge con el óleo de los enfermos, y luego le impone la manos. La fórmula del ritual maronita reza así: “Oh Dios, Padre Santo, Médico celestial de las almas y de los cuerpos, tú que enviaste a tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, a sanar toda enfermedad y a librar de la muerte, sana por esta (en este momento hace la unión sobre el rostro del enfermo) santa Unción ✠, a este[a] tu hijo[a] N., de toda enfermedad del alma y del cuerpo, por la gracia de nuestro Señor Jesucristo a quien, junto contigo y con tu Espíritu Santo, se debe toda la gloria, ahora y por todos los siglos. Amín” (tomado de la oración de la “Unción del Enfermo con los Santos Óleos” del Ritual del Santo Misterio de la Unción de los Enfermos).
La unción se hace ungiendo al enfermo sobre su cara con la señal de la Cruz: desde la frente hasta la barbilla, incluyendo nariz; y desde la oreja derecha hasta la oreja izquierda, incluyen los ojos cerrados.
En el ritual destacan la oración del Salmo 51 [Vg 50] y del Padrenuestro, ambos rezos manifiestan la confianza en la misericordia de Dios y de su condescendencia por la humanidad debilitada.
Si le enfermo está en agonía o cerca de la muerte el sacerdote está facultado para otorgarle la indulgencia plenaria con la siguiente fórmula: “Oh Señor Jesucristo, tú que aceptaste las lágrimas de la pecadora, y la contrición de Zaqueo, el publicano, y la petición del ladrón crucificado, tú que quieres que se conviertan todos los hombres y vuelvan al conocimiento de la verdad, míranos, ahora, con tu misericordia, y acepta el arrepentimiento y la contrición de nuestro[a] hermano[a] N., y concédele que haga una verdadera penitencia hasta el último suspiro de su vida. Perdónale sus pecados y errores, borra sus culpas y olvida sus faltas, y ✠ concédele la Indulgencia Plenaria de todos sus pecados y devuélvele la primera vestidura que recibió en el bautismo, que tu gracia lo[a] acompañe y tu fuerza lo[a] conforte; y haz que sea digno[a] de la feliz morada de aquellos que tú has recibido a causa de su verdadera penitencia. Y nosotros, junto con él[ella] te elevamos la gloria y la acción de gracias a ti, y a tu Bendito Padre y a tu Espíritu Santo, por todos los siglos. Amín” (tomado de la oración del “Rito de la Bendición Apostólica y de la Indulgencia Plenaria” del Ritual del Santo Misterio de la Unción de los Enfermos).
Bibliografía:
BEGGIANI, Seely Joseph, A Commentary on the Holy Mysteries at http://www.stmaron.org/divliturgy.html (Recuperado en 2019).
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Cómo Citar:
Meouchi-Olivares, A. (2019). Diccionario Enciclopedico Maronita. iCharbel-Editorial.
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