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VIDA MONACAL EN LA ANTIGUA SIRIA, TIPOS DE

Por: Alberto Meouchi-Olivares

Los monjes, y particularmente lo anacoretas, en al Antigua Siria gozaron de una gran libertad para practicar su espiritualidad. Esto permitió que monjes, como san Marón († ca. 410), innovaran ciertas formas de prácticas religiosas para vivir una vida en santidad y en amor a Dios y al prójimo. Fue hasta el siglo V, con el concilio de Calcedonia (año 451) cuando aparecieron las primeras normas canónicas para regular la vida de los monasterios y de los monjes, y quedar bajo la vigilancia del obispo del lugar. Esta normatividad vino más para evitar conflictos y herejías, que para regular el espíritu de libertad de los monjes de Siria, por sugerencia del emperador Flavio Marciano (†457) en su intervención en la sexta sesión del concilio calcedoniano.

La espiritualidad de la vida monástica en sirio se sustentó, como fundamente, en las Sagradas Escrituras. Fueron lo tipos de espiritualidad que aparecieron en Siria, pero entre los más conocidos se pueden citar los siguientes:

- Acemetas: monjes cuya espiritualidad monacal consistía en mantener al monasterio siempre en oración, por lo que se organizaban en turnos para que siempre estuvieran despiertos al menos un grupo importante de monjes para dedicar esas horas a la oración. La palabra Acemeta viene el griego ακοίμητος que significa los “que no duermen”. En arameo los llamaban los ܫܰܗܳܪܶܐ (shahore), los vigilantes. Y se le atribuye esa espiritualidad a san Alejandro el Acemeta († 430). Se inspiraban en al cita bíblica: “orar siempre y no desfallecer” (Lc 18, 1).

- Dendritas: del griego δένδρον (déndron), “árbol”, fueron unos anacoretas cuya espiritualidad consistía en vivir arriba de los árboles. Ahí construían, de ordinario, una especie de cabaña para vivir en ella, pero algunos, más intrépidos, ni siquiera en ellas, sólo vivían sobre las ramas. A veces se amarraban al árbol con una cadena para, si por alguna razón perdían el equilibrio, no se golpearan en el suelo., y en caso de que quedarán atorados entre las ramas y la cadena al acaer, tenían que esperar a que un buen vecino los viera para ayudarlos, por lo que podían permanecer así por horas. Su alimentación era sólo el fruto de los árboles y hierbas del campo. Esta espiritualidad siríaca influyó en el franciscano san Antonio de Padua, quien imitó esta forma de vida al final de sus días. El cariño y admiración del san Antonio por la espiritualidad oriental ha hecho que su devoción se difundiera entre los maronitas. Por ejemplo, el monasterio donde vive el abad superior de la Orden Libanesa Maronita está dedicado a este buen santo en su sede de Ghazir (Líbano).

- Estacionarios: fue una rigurosa espiritualidad consistente en permanecer estático, “estacionado” en una sola posición, es decir, en una inmovilidad absoluta. Muchos de ellos permanecían de pie durante largo tiempo, pero algunos permanecían de pie todo el día. Permanecía también sin hablar y mirando hacia el cielo en actitud de oración. Entre estos anacoretas destacó san Zebina de Ciro (s. IV), a quien san Marón († ca. 410) le tuvo una gran admiración. Esta inmovilidad solo se rompía para cambiar su postura de pie a arrodillarse. Si en alguno momento su físico no les permitía estar de pie por si solos, se apoyan en la pared, como implemento san Policronio de Ciro (s. IV) por sugerencia de san Teodoreto de Ciro († ca. 458 [o 466]), o bien, se recargaban sobre un bastón como hiciera el mismo Zebina al final de su vida, pero en tales casos, sin moverse y permaneciendo en oración. Para dormir se amarraban a un poste o una tabla vertical, o se ataban una cuerda por debajo de los brazos y se colgaban en una viga con la finalidad de permanecer “de pie” (i.e. de forma vertical) incluso durante el sueño.

- Estilitas: fueron lo ascetas que optaron por vivir en lo alto de una στήλη (stíli), “columna”. Solo bajaban para buscar alimento o para sus necesidades biológicas. Permanecían de pie o de rodillas sobre la columna en constante oración durante todo el día, y parte de la noche, y las escasas horas de sueño dormían ahí mismo. La fundación de esta espiritualidad se atribuye a san Simeón Estilita el Viejo († 459). El objetivo que buscó san Simeón el Estilita, con esta forma de vida, fue el alejarse de la gente para entrar de lleno en comunicación con Dios sin distracción alguna. En efecto, después de vivir en una cisterna seca, y, luego, en una cueva, y a causa de la continua molestia que le suponía la visita de tantas personas que se acercan a él, y cuya presencia lo alejaban de su vida contemplativa y lo acercaban a la tentación, decidió construir una columna primero de tres metros, después aumentó su altura a siete, y, finalmente, pasó el resto de su vida por 37 años en una columna de 17 metros de altura.

- Hipetras: se trataba de los anacoretas que vivían a la intemperie, del griego υπαίθριος βίος, (hypaíthrios bíos), “vida al aire libre”. Se considera a san Máron († ca. 410) como su fundador. Estos ascetas sufrían todas las inclemencias del tiempo, confiando sólo en la Divina Providencia quien los cubría con el estado del clima, pues su único techo era el cielo. Raras veces, y como una excepción, cuando el clima era demasiado adusto a cobijarse bajo un techo hecho de piel de algún animal.

- Inclusos (o reclusos): estos ermitaños literalmente se encerraban, por propia voluntad, en una celda que clausuraban con tapias. Las celdas carecían de puertas y, como una acceso, contaban con un pequeño boquete por la que entraba algo de luz, y a través del cual la gente les hacía llegar un poco de alimento y bebida utilizando una polea. Gozaban de gran admiración por sus coetáneos, por lo que no se les dificultaba que recibieran el alimento, y así dedicaban toda su vida a la oración y a la penitencia. Permanecían siempre en silencio, un silencio de oración. Uno de los reclusos más conocidos fue Zenón el Ermitaño, de Antioquía, discípulo de San Basilio el Grande y que vivió recluido en una tumba cerca de Antioquía, y solo salía para recoger, en sus cantaros, agua de las cercanías de su tumba.

- Locos por la causa de Cristo (o Salós): los monjes que vivían esta espiritualidad fingían estar locos o perturbados de la mente (dementes) como una humillación añadida a todas las que ese autoinfligían para luchar contra los pecados de la vanidad y de la soberbia, pues los monjes gozaban, en toda la región de Siria, de una gran prestigio y admiración por su exigente ascesis y anhelada santidad, y hacían del deshonor un ejercicio de virtud. El término técnico con el que fueron denominados era la palabra griega σαλός (salós), “loco”, o la frase σαλός διά τοῦ χριστοῦ (salós día tou cristou), “loco por la causa de Cristo”. Su práctica la tomaron de san Pablo: “si alguno de ustedes se tiene por sabio según el mundo, que se haga necio para llegar a ser sabio” (1 Cor 3, 18). El término griego σαλός (salós) parece proceder del arameo ܣܰܟܠܳܐ (saklo), “necio”.

- Pastantes (o Boskoi): los βοσκοί (boskoi), “pastores”, fueron unos monjes en Siria y Mesopotamia que vivían pastando de las raíces y hierbas del campo que cortaban con sus dientes. Los momentos que dedicaban a la comida eran, literalmente, salidas a pastar, es decir, se alimentaban del pasto, de ahí su nombre: pastores o pastantes. No habitaban casas, ni comían carne ni pan, ni bebían vino. Ellos dedicaban todo su tiempo a la adoración a Dios, con oraciones y con himnos. Los ermitaños pastaban, incluso, igual que los animales, es decir, “en cuatro patas”. Las idea penitencial era recordar que provenían de la tierra y eran animales, pero que Dios los había dotado del alma humana para glorificarlo y, si no la hacían, serían como bestias del campo.

- Sin-Morada: estos ascetas –no se confundan con los autodenominados “monjes “vagabundos” que fueron condenados por al Iglesia– vivían sin lugar fijo, “sino que ahora moraban en un sitio, y ahora en otro” (Teodoreto de Ciro). Solían estar en las cumbres de las montañas. Por no estar en lugar fijo, variaba su lugar de residencia, a veces en una cueva, otras veces a la intemperie, otras en una cisterna, otras en un árbol, etc. Muchos de estos anacoretas se alimentaban sólo de cebada. Entre los más renombrados de entre ellos está san Macedonio, de sobrenombre el “Critófago” (el comedor de cebada). Los monjes sin-morada lo hacían no por aburrirse o cansarse de un sitio, sino para ir huyendo de las masas que acudían de todas partes para visitarlos, y les asediaban con su presencia.

Bibliografía:

TEODORETO de Ciro, Historia de los Monjes de Siria, introducción, traducción y notas de Ramón Teja, Madrid: editorial Trotta, 2008.

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Cómo Citar:

Meouchi-Olivares, A. (2019). Diccionario Enciclopedico Maronita. iCharbel-Editorial.

Sitio web: https://www.maronitas.org

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