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¿Un proyecto para salvar el Líbano?

Actualizado: 4 feb

Las leyes, las constituciones y las fronteras sólo se crearon para servir al hombre, y el hombre no se sacrifica para sacralizarlas.


Por: Dr. Amine Jules Iskandar

Syriac Maronite Union-Tur Levnon

Asociado de maronitas.org

Escrito para Ici Beyrouth

Publicado el 31 de enero de 2024


Se esperaba ampliamente que el líder de las Fuerzas Libanesas (FL), Samir Geagea, pronunciara un discurso televisado el jueves en el canal libanés MTV. Junto con el patriarcado maronita, su partido parece ser cada vez más el último baluarte serio contra Hezbolá, el grupo con base en Irán que ocupa, aterroriza, desestabiliza y deconstruye el país.


Muchos esperaban una solución milagrosa, además de declaraciones firmes y explícitas. Sin embargo, el jefe del FL se mantuvo sereno, sopesando sus palabras, consciente de la gravedad del momento. Tan tajante como fue en su condena de Hezbolá, se mostró prudente en cuanto a la solución que propugnaba para el futuro del país de los Cedros. Esta solución no fue nombrada, pero sin embargo la sugirió a través de una juiciosa presentación de sus diversas etapas.


El proyecto


En un momento en que el Líbano institucional ya no existe, en que el Estado ha sido tomado como rehén, su diplomacia confiscada, su justicia burlada y su economía minada, es imperativo apoyar a la población. Abandonarla a su suerte de emigración equivaldría a un suicidio nacional. El jefe de las Fuerzas Libanesas es consciente de ello y propone un plan de acción responsable. Frente al hundimiento total del Estado central, preconiza una recuperación de abajo arriba. Basa su plan de rescate en las estructuras de la base de la sociedad y más cercanas a la gente. En términos sencillos, esto significa el principio de subsidiariedad, que construye la sociedad desde el nivel más bajo, como la comuna, la comunidad o, en el caso del Líbano, el municipio.


El proyecto salvífico empezaría por activar los municipios, garantizándoles un mínimo de autonomía e inmunidad frente al poder central, tan parasitario como gangrenoso. La verdadera resistencia es una tarea multidisciplinar. Implica garantizar la seguridad de las personas, pero también sus necesidades más básicas y vitales, así como sus aspiraciones de prosperidad material y cultural. Samir Geagea mencionó un aspecto concreto de su proyecto: la autonomía energética, base de la recuperación económica y, por tanto, social de las regiones, independientemente del centro metastatizado.

La oposición


Un proyecto así no tardó en suscitar los gritos de indignación de la izquierda farisaica, que enarboló inmediatamente los eslóganes de la coexistencia y el Mensaje del Líbano, sin olvidar recordar que el Vaticano estaría en contra de cualquier solución que se pareciera al federalismo y pusiera en tela de juicio los valores de la convivencia.


Sin embargo, lo que el Sr. Geagea mencionó no fue otra cosa que el principio de subsidiariedad, que es el valor básico de la doctrina social de la Iglesia. Este principio establece que, después de la familia, el nivel más bajo de la estructura social, como la comunidad, debe tener un papel preeminente.

Formulado en 1931 en la encíclica Quadragesimo Anno del Papa Pío XI, este principio estipula que nunca corresponde a una autoridad superior interferir en la esfera de una comunidad media o inferior, ni limitar su acción. «Sería una injusticia —afirma la encíclica— arrebatar a los grupos de orden inferior, y confiarles a un grupo mayor de rango superior, las funciones que ellos mismos son capaces de cumplir».


Pluralismo


El Estado no tiene legitimidad para restringir lo que la doctrina social de la Iglesia llama «el espacio vital de las células menores y esenciales de la sociedad». La doctrina social hace inmediatamente de la subsidiariedad el garante del pluralismo y, por tanto, de los derechos humanos y de las minorías. Define la subsidiariedad como «la articulación pluralista de la sociedad y la representación de sus fuerzas vitales». La negación de este valor, y por tanto de este derecho, sólo puede ser el resultado de un pensamiento ideológico expansionista, o de élites intelectuales fuera de contacto con la realidad y que actúan de mala fe.


En 2004, bajo el papa Juan Pablo II, la doctrina social de la Iglesia previó y se anticipó a las recuperaciones hechas por los globalistas que hacen todo lo posible por secuestrar los valores de la igualdad y de los derechos humanos en beneficio de su ideología de uniformidad. Advirtió contra cualquier forma de relativismo, afirmando que «la experiencia demuestra que la negación de la subsidiariedad o su limitación en nombre de una supuesta democratización o igualdad de todos en la sociedad limita y a veces incluso anula el espíritu de libertad y de iniciativa».

El hombre como valor absoluto


Para la Iglesia, el ser humano es sagrado, así como su identidad y la de su grupo social. El principio de subsidiariedad es el garante del grupo, de la comunidad, que goza de los mismos derechos que el individuo. Ya no es aceptable utilizar eslóganes e imputarlos a la Iglesia para apoyar ideologías supracomunitarias o incluso transnacionales.


Sobre todo, es importante reconocer que es la sociedad, formada por seres humanos, la que debe salvarse, antes que la entidad política y sus diversos atributos, que van desde una superficie sacralizada hasta la fórmula-mithaq (entendimiento nacional), pasando por la Constitución. Porque las leyes, las constituciones y las fronteras se crearon para servir a los seres humanos, no para sacrificarlos.


 

Para leer el texto original en francés: Un projet salvateur pour le Liban?


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