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Líbano - La urgente necesidad de protección internacional (parte 1 de 2)

Actualizado: 7 ene 2022

«Al colocar al país de los Cedros bajo tutela siria tras los acuerdos de Taif y el desarme de todas las demás milicias, Hezbolá pudo comenzar su inexorable ascenso»: Amine Iskandar

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Ici Beyouth, Libano, Puerto Beirut, maronitas
El puerto de Beirut tras la explosión del 4 de agosto de 2020. Cortesía de la imagen: Ici Beyrouth

Por: Dr. Amine Jules Iskandar

Syriac Maronite Union-Tur Levnon

Asociado de maronitas.org

Escrito para Ici Beyrouth


El programa expansionista de la República Islámica de Irán comenzó en el Líbano en 1979. Pero su brazo armado no se formó hasta 1982 con la fusión de las distintas milicias islamistas de la época. Bajo el nombre de Hezbolá, este movimiento militar iraní se constituyó oficialmente (como partido político, nota del traductor) en febrero de 1985. A partir de entonces, este partido radical dio a conocer su programa, que no es «en absoluto el de una república islámica local, sino el de un Líbano que es parte integrante de la gran y única República Islámica de Irán».


Al colocar al país de los Cedros bajo tutela siria tras los acuerdos de Taif y el desarme de todas las demás milicias, Hezbolá pudo comenzar su inexorable ascenso. La década de 1990 le permitió reforzar su arsenal con el pretexto de la resistencia contra el «enemigo sionista». Sin embargo, su acción nociva no empezó a notarse hasta 2005, cuando utilizó directamente su poder de interferencia contra los libaneses, anunciando un largo descenso al infierno para la población.


El 14 de febrero de 2005 estuvo marcado por el asesinato del primer ministro Rafik Hariri en una explosión que sacudió la capital, dejando veinte muertos y más de 200 heridos. A este acto terrorista le siguieron una serie de atentados contra políticos y periodistas, como Samir Kassir y Georges Haoui, respectivamente, el 2 y el 21 de junio, así como atentados contra el ministro de Defensa, Elias Murr, el 12 de julio, y contra la periodista May Chidiac, gravemente herida, el 25 de septiembre. El año 2005 terminó con una terrible explosión que afectó a una docena de vehículos el 12 de diciembre, entre ellos el de Gebran Tueni, que acababa de regresar de París por el aeropuerto de Beirut, controlado por el Hezbolá iraní.


El año 2006 también estuvo marcado por su cuota de terror con el asesinato, el 21 de noviembre, del joven ministro Pierre Gemayel, muerto a quemarropa en su coche. Las liquidaciones mediante atentados con explosivos también se reanudaron con los diputados Walid Eido, el 13 de junio, y Antoine Ghanem, el 19 de septiembre de 2007, así como con el general del ejército, François Hajj, el 12 de diciembre. En 2008, el capitán Wissam Eid, que investigaba el asesinato del primer ministro Hariri, también fue asesinado el 25 de enero. Ninguno de estos crímenes fue resuelto.


La guerra destructiva


Paralelamente a esta carnicería, Hezbolá consiguió bloquear el gobierno y paralizar el país durante 18 meses ocupando el centro de la capital. Esta ocupación sólo terminará con la invasión de Beirut por las fuerzas armadas de la milicia el 7 de mayo de 2008. Las milicias de Hezbolá conquistaron los distintos distritos del oeste de Beirut y lanzaron un asalto a las localidades drusas de las alturas. Todo terminó con el control total del sistema de seguridad del aeropuerto internacional de Beirut por parte de las milicias.


Uno se había atrevido a esperar un respiro gracias a tres años de relativa calma, hasta el 19 de octubre de 2012, cuando el general de brigada Wissam al-Hassan fue asesinado en Ashrafieh. Una vez más, el 27 de diciembre de 2013, fue el ministro Mohamad Chatah quien fue asesinado junto con otras siete personas en un escenario idéntico a todos los demás.


Los libaneses creen haber vivido lo peor con esta larga serie de explosiones y salvajes asesinatos, sumados a la destructiva guerra con Israel que Hezbolá impuso a todo Líbano en 2006. Pero el cataclismo aún está por llegar. Esta vez no afectará a las figuras políticas y de seguridad del Estado, sino a toda la población libanesa en su seno.


Después de haber vaciado las arcas públicas alimentadas con el dinero de los contribuyentes, la milicia ocupante, con la contribución de la mafia oligárquica que ha creado, se ocupa de vaciar las cuentas privadas de los depositantes. Los libaneses son desposeídos de todos sus ahorros. Años de trabajo, incluso toda una vida de esfuerzo, están siendo anulados. Y con el cierre de muchos comercios y negocios como consecuencia de los confinamientos impuestos por la pandemia del Covid–19, el pueblo queda completamente desamparado. Sin trabajo y sin dinero, confinados en sus casas en lo poco que les queda, en su último halo de seguridad, los libaneses son golpeados en el corazón de sus hogares. Todo explota, todo salta por los aires, se destruye, sus familiares, jóvenes, niños, padres, están muertos ante nuestros ojos.


El Hezbolá iraní había elegido esta parte cristiana de la ciudad para esconder sus armas y municiones, lejos de posibles ataques israelíes. Tanto si se trató de un atentado como de un accidente, el hecho es que la explosión, casi nuclear, ocurrió. El 4 de agosto de 2020, el puerto de Beirut quedó completamente destruido y la explosión se llevó por delante toda la mitad noreste de la capital, con sus hospitales, escuelas, universidades, museos, galerías de arte y la ciudad más viva y cultural de Oriente. El resultado: 215 muertos, 215 rostros, 215 vidas, 215 historias, más el sufrimiento de 6,500 heridos, y 300,000 personas ahora sin hogar.


Una milicia de ocupación, desde los tiempos más oscuros, transforma una ciudad mediterránea en un campo de batalla de sangre, lágrimas y ruinas. Pero para los ideólogos de la República Islámica, esto no es más que un daño colateral e insignificante comparado con la importancia del proyecto divino que está lejos de completarse.

 

Leer el artículo en francés (texto original): Liban – L’urgence d’une protection internationale


Leer artículo en inglés: en preparación por SyriacPress

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