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Líbano - La urgente necesidad de protección internacional (parte 2 de 2)

«En el Líbano, un pueblo está en peligro y la comunidad internacional es culpable de no ayudar. Algunos países, como Francia, son conscientes de ello y, para liberarse de la culpa, intentan trasladar la responsabilidad a los dirigentes libaneses, que son a su vez rehenes, colaboradores o verdugos»: Amine Iskandar

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Milicianos de Hezbolá en acción en Beirut. Cortesía de la imagen: Ici Beyrouth

Por: Dr. Amine Jules Iskandar

Syriac Maronite Union-Tur Levnon

Asociado de maronitas.org

Escrito para Ici Beyrouth


Después de haber tomado el control del puerto de Beirut durante décadas, después de haber introducido y almacenado allí, según fuentes de la oposición, armas y material altamente explosivo, causando la destrucción de varios distritos de la capital, Hezbolá, el brazo armado de la República Islámica de Irán, está trabajando para entorpecer las investigaciones y obstruir el curso de la justicia en este caso.


Esta milicia, calificada por muchos países occidentales como «terrorista y mafiosa», está tomando como rehén al pueblo libanés, pero también a su país, sus vidas y sus instituciones estatales. Ahora utiliza el aparato estatal y sus estructuras contra los ciudadanos. Los ataca en sus barrios, en sus calles y en sus casas, y luego detiene a los que se defienden; a veces incluso a los que sólo expresan indignación y denuncian.


La milicia ocupante confisca el combustible, las medicinas, desvía las subvenciones estatales, empobrece al pueblo, destruye sus instituciones y estructuras educativas, hospitalarias, financieras y culturales. Pretende sustituir su sector bancario y suprimir su liberalismo y pluralismo económico y cultural, que son los pilares y la razón de ser de este país. Pretende arrancar al Líbano de su pertenencia al Mediterráneo y encerrarlo en el imperialismo totalitario de la República Islámica de Irán. Es la destrucción sistemática de todo lo que se ha construido durante siglos para edificar el Líbano y desarrollar su identidad. Hezbolá es un cáncer que comete un crimen contra la humanidad, un genocidio blanco que vacía el país de su gente mediante el éxodo, y ello derramando sangre en fases sucesivas y bien calculadas.


Porque cuando el empobrecimiento y el hambre ya no son suficientes, se recurre a las armas. Tras los enfrentamientos con los suníes en Jaldé, al sur de Beirut, el 1 de agosto de 2021, y con los drusos en Chouaya, en el Sur del Líbano, apenas cinco días después, las milicias iraníes sintieron la necesidad de atacar al componente cristiano, cuya capacidad de resistencia encarnaba la esperanza de los demás componentes del país.


El 14 de octubre de 2021 se lanzó una horda de milicianos a centenares contra los barrios cristianos de Beirut Este. Inmediatamente después, el 18 de octubre, el secretario general de Hezbolá amenazó con «100,000 combatientes entrenados y armados», precisando que sólo se trataba de elementos de nacionalidad libanesa. También hay extranjeros que se forman en el territorio nacional violando todas las leyes. A estas amenazas les seguirá un despliegue de milicianos en las alturas de Kesrouan a mediados de noviembre. Hezbolá, como prolongación de la Guardia Revolucionaria iraní, pretende someter por la fuerza y la violencia a las poblaciones que se oponen a su proyecto totalitario, que son probablemente el 70% de los libaneses.


El Estado secuestrado se paraliza, cuando no está directamente bajo las órdenes de esta fuerza de ocupación. Los libaneses están despojados y abandonados a sí mismos. Los jóvenes que se resistieron a la incursión de las milicias del 14 de octubre están todos detenidos por los servicios del ejército, mientras que los agresores siguen disfrutando de su libertad.


El tribunal militar se ha convertido en una herramienta en manos del cada vez más arrogante ocupante. Un civil es sometido a un consejo de guerra y se le priva de sus derechos más básicos sin razón alguna. En el Líbano, un pueblo está en peligro y la comunidad internacional es culpable de no ayudar. Algunos países, como Francia, son conscientes de ello y, para liberarse de la culpa, intentan trasladar la responsabilidad a los dirigentes libaneses, que son a su vez rehenes, colaboradores o verdugos.


La comunidad internacional, y sobre todo Occidente, no puede seguir rehuyendo. Se está cometiendo un crimen y, tras la serie de ataques contra todos los componentes de la soberanía nacional desde 2005, la situación está llegando a su punto álgido. Sin embargo, desde septiembre de 2004, la Resolución 1559 del Consejo de Seguridad de la ONU exige claramente, además de la retirada de las tropas extranjeras, «el desarme y la disolución de todas las milicias libanesas y no libanesas». En agosto de 2006, la Resolución 1701 reiteró los requisitos de la 1559, incluido el desarme de las milicias. Además, Hezbolá está incluida en la lista de organizaciones terroristas por varios países, como Estados Unidos, Reino Unido, Australia, algunos países europeos, seis monarquías del Golfo y, desde el 11 de marzo de 2016, por los Estados de la Liga Árabe.


Ya es hora de que los agentes iraníes se vean obligados a abandonar el territorio libanés con los elementos afganos y hutíes que han introducido allí. Cuando el líder de Hezbolá anuncia que dispone de al menos 100,000 milicianos dispuestos a desatar su furia sobre la población, los organismos internacionales ya no tienen derecho a hacer oídos sordos ni a fingir que el problema del Líbano es sólo una cuestión de corrupción. Deben tomar medidas coercitivas urgentes para proteger a los civiles, incluso si esto significa aplicar el Capítulo 7 de la Carta de la ONU.

 

Leer el artículo en francés (texto original): Liban – L’urgence d’une protection internationale


Leer artículo en inglés: en preparación por SyriacPress

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