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ARQUITECTURA MARONITA

Por: Alberto Meouchi-Olivares

Sobre la arquitectura maronita primigenia soló existe un manuscrito (Ms. Vat. Syr. 400 | Ms. Kreïm [كريم] 110 y 111) que data del siglo XVII, escrito en garshuni (árabe con letras en arameo) y que versa sobre arquitectura eclesiástica. Es un libro del patriarca Esteban Douaihi († 1704) que ha sido intitulado con dos nombres: el مـنـارة الأقـداس (manarat al-aqdass, “El Candelabro de los Santos Misterios”), y el العشر المنارات (al-ashr al-manarat, “Los Diez Candelabros”). De ahí que, para abordar este tema, los estudiosos modernos se hayan abocado al estudio de las antiguas construcciones que hasta hoy se conservan, y hagan comparaciones con este documento.

En su origen, las iglesias maronitas se construyeron con la misma disposición arquitectónica que la de las casas donde vivían los maronitas. Por eso la arquitectura eclesiástica nos permite abordar esta temática. Fueron construidas como bloques con techos planos, paredes de piedra y, muy a menudo, con interiores abovedados y con un mínimo de aberturas. La construcción era modesta, funcional y perfectamente integrada dentro del sitio físico, en la medida en que constituía una entidad homogénea con el ambiente natural en donde se construía.

Por eso, las ermitas, los monasterios, las iglesias y las casas se encuentran bajo la misma descripción y tienen la misma filosofía: perfecto equilibrio entre la estructura física y la ubicación geográfica, y una elección sin pretensiones de vivir en completa armonía con la naturaleza. En efecto, la iglesia, la ermita o el monasterio eran otra casa más, por lo que todas las construcciones tenían el mismo carácter: una construcción rectangular, orientada hacia el este, y sin decoración. Al ser la arquitectura eclesiástica maronita indistinguible de la arquitectura secular (pública y residencial) y viceversa, toda la arquitectura maronita se encierra en el mismo patrón.

Los materiales para su construcción fueron los materiales que se tenían a la mano, es decir, la piedra y la madera. Sus construcciones buscaban, en lo posible, que pareciera construcciones “surgidas” de la misma tierra, pues conservaban el mismo color de la montaña. Este aspecto de la construcción maronita tiene una profunda base ecológica de amor a la naturaleza –un respeto a la creación de Dios– hoy en día muy valorado por la sociedad moderna.

La arquitectura maronita, que constituye un modesto estilo de vida, consiste en una impronta con noble simplicidad, con técnicas elementales y con una ausencia de decoraciones ornamentales. Pero lo sencillo no puede ser etiquetado como pobre, poco imaginativo o sin estilo.

Los maronitas se caracterizaron por ser una comunidad de oración. Pasaban largas horas en la iglesia para rezar el oficio, cantar al Señor o participar en actividades pías. Vivían en circunstancias muy inhóspitas a consecuencias de sus continúas persecuciones y, al esconderse en las montañas del Líbano, el clima les jugaba una mala trastada. Todo esto fue configurando, poco a poco, su estilo arquitectónico en sus construcciones, tanto eclesiásticas (iglesias, monasterios, ermitas, etc.) como civiles (casas, escuelas, etc.).

Con las duras condiciones ambientales de la montaña libanesa, el acto de conservar las provisiones para el invierno fue esencial para la subsistencia. Esta actividad de asegurar las provisiones ejerció una gran influencia en la arquitectura, dando así a esta arquitectura un rasgo especial que identifica a casi todas las construcciones maronitas, particularmente a los hogares.

La arquitectura maronita respondía, pues, a estas necesidades: un diseño que ayudase a la conservación de los productos y de las provisiones (los espacios se diseñaron específicamente para proteger los víveres contra la humedad, la podredumbre, la exposición a la luz, etc.); un diseño preocupado por el ganado (los animales que necesitaba calor en el invierno eran resguardados en el sótano de la casa, y, en el verano, en el establo al aire libre); y un diseño relacionado con el trabajo en interiores, particularmente artesanías (los maronitas elaboraban la mayor parte de su trabajo artesanal dentro de la casa o monasterio, o en un lugar adyacente cerrado, algunos los ejemplos son: el “horno de pan” situado en el sótano o cerca de la casa, la sala del tejar para el tejido de alfombras y la cría de gusanos de seda, las estancias para la fabricación de mantequilla, la elaboración de productos lácteos, el prensado de aceite de oliva, el trabajo en el molino de viento, etc. Todo ello requerían espacios arquitectónicos específicos que le dieron un genius loci, una identidad, al estilo de las construcciones.

I. Características generales de las casas maronitas.

Las casas maronitas libanesas siempre fueron sencillas y modestas, sin fortificación ni defensa, a pesar de las persecuciones religiosas a las que fueron sometidos los maronitas a lo largo de los siglos Esto puede atribuirse a lo siguiente (Kiprianos, 2004): a) al carácter pacífico de los maronitas (el amor al prójimo, incluyendo a los enemigos, es uno de sus principios evangélicos rectores [cf. Mt 5, 44]), b) a la topografía de Monte Líbano que, con su terreno inhóspito, dificultó las conquistas militares del territorio maronita (la naturaleza reemplazaba a las fortificaciones militares); c) a que sus construcciones eran con formas rectangulares en completa integración con la naturaleza por lo que pasaban inadvertidas; y d) a que los maronitas fueron hombre del campo, no militares).

Entre los estilos arquitectónicos de casas maronitas podemos citar:

- La casa rectangular cerrada. Este es el tipo más simple de casa de techo plano, que consiste en un simple cuadrado o espacio rectangular de unos 3 metros de altura con una puerta baja, ventanaje con aberturas bajo el techo, y una o dos ventanas pequeñas. Desprovisto de aberturas hacia el exterior, se le conoce con el nombre casa rectangular cerrada. El espacio interior se limita al tamaño de las vigas de madera que soportan el techo y que alcanzan un tamaño de dimensión máxima de 4.5 metros divido en dos áreas, la común y la privada.

- La casa galería. El término “galería” (رواق riwaq) denota un espacio cubierto que se abre al exterior a través de una serie de soportes. Hay dos tipos de galerías: a) las pasivas, que forman una adición de un espacio abierto cubierto a una casa cerrada; y b) las activas, que pueden distinguirse fácilmente del tipo pasivo por el hecho de que sirven como un espacio de distribución o área de tráfico que une diferentes lugares entre sí. El acceso a la casa se realiza a través de un patio frontal o directamente desde el entorno abierto, ya que la naturaleza inclinada del terreno no suele permitir la creación de un patio. La galería puede abrirse a un único espacio a través de varias puertas o a varias áreas usadas para diferentes funciones. También hay casos en los que la posición de la galería está determinada únicamente por su función de tráfico. Las galerías pueden estar a nivel del suelo o en los niveles superiores, y pueden estar abiertas de un lado para dar a una zona de transición que conduce a los espacios interiores de la casa. En cuanto a las casas construidas en las laderas, se puede acceder a las habitaciones desde abajo, mientras que la galería sirve como porche hacia el valle o como terraza en el lado que da a la vista, y como distribuidor de las habitaciones desde el otro lado. A pesar de la evolución arquitectónica de la casa maronita libanesa, las cocinas y letrinas rara vez se encuentran dentro de una vivienda. Tradicionalmente, estas funciones se acomodaban en espacios fuera de la propia vivienda, probablemente para evitar la concentración de olores.

- La casa liwan (ليوان). La casa liwan (ليوان, “zaguán” | “estancia larga con frente estrecho o portada abovedada, y que suele estar abierta al exterior”) está íntimamente relacionada con edificios destinados para juzgados de impartición de justicia (Palacios de Justicia) y con los monasterios, y es poco frecuente que se encuentre entre otros tipos de edificios. Un liwan (ليوان) es un espacio central totalmente abierto desde su frente, conectado a dos salas cerradas ubicadas una a la derecha y otra a la izquierda. El liwan (ليوان) nunca está cerrado al exterior, puede ser de planta baja o alta; en este último caso, está orientado hacia la valle y se abre en una terraza cubierta que se utiliza sobretodo cuanto hay un clima cálido, y suele haber una ventana –que atraviesa la pared trasera– para ver el valle. Las ventanas y puertas de liwan (ليوان) son de piedra labradas con buharda. Lo que es indispensable en la construcción de las casas liwan (ليوان) es el uso de mampostería rústica con juntas de mortero para los pisos inferiores, mientras que los pisos superiores tienen un acabado liso. Suele encontrarse en el patio una fuente central, y ese patio sirve como área de recepción o como sala de estar, común para toda la familia y amistades. En cuanto a su construcción, la casa liwan (ليوان) tiene paredes de carga compuestas por un núcleo de escombros intercalados entre dos superficies de piedra de entre sesenta y cien centímetros de espesor. Los dinteles de piedra se usan para proporcionar aberturas de unos ochenta centímetros de ancho; para claros más grandes, se utilizan arcos segmentados, apuntados o decorativos.

- Casa con sala central. Esta es la forma por excelencia y, por tanto, la más común, de las casas que se construyeron en el campo libanés. Las casas con sala central pueden ser diseñadas de dos maneras: a) con un único acceso a la planta principal, ya sea con una posición de cruz axial con respecto a la sala o bien con una posición directa o indirectamente hacia la parte trasera de la sala desde un lateral; este diseño se divide en tres categorías: sala central con profundidad, sala central subdividida, y sala central rodeada de habitaciones; y b) con múltiples accesos a la planta principal y una entrada de cada lado, ya sea con dos salas centrales en ángulo recto entre sí, con una sala central con cinco arcos, o con una combinación de dos salas centrales. Además, las casas con sala central se pueden organizar según el número de pisos: a) casas de una sola planta con un vestíbulo central y una entrada lateral, y b) casas de dos plantas con vestíbulo central. Las casas con sala central, reciben su nombre precisamente porque cuentan con una sala central llamada en árabe دار (dar, que significa “hogar”), y es la sala más importante de la casa, que con su triple arco ayuda a los residentes al confort de su entorno como tal, tanto por el clima (abierto hacia el valle, la brisa que entra en el vestíbulo por el oeste), la topografía del lugar (abierta a la vista, con la sala convirtiendo el ambiente exterior en una extensión natural del interior), como por la forma de convivencia propia de los maronitas (la sociedad libanesa se centra en la vida familiar, amueblando el vestíbulo central como espacio principal para la familia y los amigos).


II. Características generales de las iglesias, monasterios y ermitas maronitas.

Los maronitas construyeron sus iglesias, ermitas y monasterios aplicando las mismas técnicas y materiales de construcción que se utilizaban para construir sus casas, materiales presentes a lo largo de todo el Monte Líbano. Tanto las iglesias, ermitas como monasterios maronitas son de forma rectangular con dimensiones proporcionales al cuerpo humano; incluso muchas iglesias, y no son la excepción, no superan los 3 metros de altura por 5 metros de ancho por 8 metros de largo, creando una atmósfera acogedora y humana para la oración entre los miembros de la comunidad, similar a la sensación de bienvenida que se experimenta en el hogar con los miembros de la familia.

La arquitectura de lo recintos sacros maronitas se caracteriza y se distingue por cuatro elementos: su ábside (lugar del altar y de los santos misterios), su nave (lugar de los sacerdotes, de los fieles y de los catecúmenos), su pórtico (o nártex), y su sacristía. Su diseño, a la par que de las casas, es el de una construcción en forma de rectángulo, con su peculiar simplicidad y ausencia de adornos. La mayoría de las iglesias maronitas están desprovistas de aberturas, excepto una pequeña ventana, que se abre hacia el oriente, y que permite que la luz bañe el espacio como un simbolismo de lo divino. Una pequeña puerta –de apenas más de 2 metros de altura– es la única puerta para que los fieles entren al templo, además de una puerta secundaria colocada lateralmente para los sacerdotes. El santuario o debir (lugar donde está el altar y el sagrario) suele ser absidal y es donde está esa abertura menor que se halla por encima del ápice de la cúpula y por debajo de la bóveda de la nave. Así, la principal, y posiblemente la única fuente de luz diurna, además de la puerta abierta, era esta ventana oriental del ábside.

Detalles curiosos que siempre se encuentran en las construcciones eclesiásticas maronitas son: a) su orientación este-oeste paralela a las estribaciones que caracterizan al litoral libanés, b) la presencia cercana de una fuente sostenible de agua, y c) el cuidado de un árbol siempre verde, preferentemente un cedro.

La iglesia fue concebida para celebrar el culto puestos de pie (sin reclinatorios y sin sentarse), pues los fieles solían quedarse de pie en todo momento para emular la posición de mortificación que vivió san Marón (ca. † 410) quien permanecía de pie y a la intemperie, y las bancas se introdujeron más tarde. Tampoco había barreras físicas entre la nave y el santuario, aunque en la nave aparecía una pequeña barandilla para delimitar la bima. La bima (lugar en donde están los ambones y la sede del celebrante) estaba integrada a la nave para reflejar la doctrina de la unión de las dos naturalezas de Cristo –la humana y la divina– defendida tan ferozmente por los maronitas. A lo largo de los siglos, y a pesar de las influencias de la Iglesia latina, con la que está en plena comunión, la iglesia maronita ha conservado su identidad austera y, en concreto, libre de los “dramáticos misterios” asociados especialmente con las iglesias latinas de diseño barroco o la suntuosidad de las iglesias bizantinas. Los iglesias maronitas, al ser modestas tanto en su tamaño como en su sencillez, históricamente no tuvieron campanario, por lo que podemos decir que poseen una arquitectura “oculta”, que no evidenciaban su presencia eclesiástica sino que se confundía con su entorno. En efecto, la arquitectura occidental, con todo su esplendor, ha intentado invadir la arquitectura maronita e infundir su estructura y su liturgia, pero sin éxito, ya que esta última ha conservado su herencia libanesa rural a pesar de aceptar alguna influencia de los latinos y las cruzadas. Sin embargo, no se puede afirmar que la arquitectura maronita haya permanecido intacta a lo largo de su historia (Kiprianos, 2004), como fue el caso de la introducción del campanario. Con respecto al campanario es importante señalar que el uso de las campanas maronitas no se basa en el peso sino en el sonido, es decir, en su fabricación se calibran las campanas por notas musicales, lo que permite escuchar un hermoso “concierto de campanas” cuanto son tocadas.

Descripción de los espacios básicos de la iglesias maronitas (ábside, nave, nártex, sacristía):

1) El ábside: esta parte aboveda se encontraba en la parte delantera de la iglesia, y tenía forma oblonga (más larga que ancha). Toda esta área se llamaba el debir (דְּבִיר), el cual contenía dos espacios sin dividir, pues formaban una unidad: el Santo y el Santo de los Santos. En el espacio llamado Santo se ubicaba el altar y la ṭabliyto (ܛܰܒܠܺܝܬܳܐ o credenza para poner los utensilios de la celebración). Al lado del ábside central con frecuencia se hallan dos ábsides pequeños, uno al derecha (sur) y otro la izquierda (norte), que con el paso del tiempo arroparon en el del norte el tabernáculo (para la reserva eucarística) y en el del sur el ambry (para la reserva de los sagrados aceites y el agua consagrada para el bautismos).

El altar era sólo uno, no podía haber más. Al principio eran de madera de acacia, pues representaba la madera que se usó en la Cruz; luego aparecieron los de piedra, para simbolizar el monte Gólgota. El altar tenía una cavidad para colocar ahí las reliquias de algún santo. El altar era cubierto con dos manteles largos de lino, uno representando los lienzos o pañales que acogieron al Niño Jesús en el pesebre, y otro para representar el lienzo del santo Sudario con el que se envolvió el cuerpo muerto de nuestro Redentor. El altar no estaba pegado a la pared, sino separado de ella, a fin de que el sacerdote mirara a hacia la nave (por influenza latina se construyeron altares pegados a la pared para que el sacerdote también mirara hacia el Oriente). La “des-orientación” del sacerdote (miraba no al oriente sino al occidente) era orientada sobre el crucifijo que se colocaba sobre el altar y con la cruz de mano que portaba durante la celebración con la que bendecía a los fieles. La forma del altar era rectangular, pero no por razón simbólica sino por razones prácticas, era más larga de norte a sur, que de este al oeste; sin embargo, el patriarca Douaihi le encontró un simbolismo: la forma rectangular evoca el sepulcro de Cristo, el espacio donde dejaron el Cuerpo Santo del Señor. Al altar se le adornaba con dos columnas sobrepuestas para representar a la Iglesia al hacer alusión, con cada columna, de san Pedro y de san Pablo. El altar recibía varios nombres: el Trono (ܬܪܽܘܢܽܘܣ, simbolizando el trono de Cristo en la gloria del Padre), el Altar de los Ángeles, el Altar propiciatorio, el Altar de Oro (en alusión al Arca de la Alianza), la Mesa del Banquete, la Tribuna (porque era una plataforma alta, pues estaba en una lugar más alto con respecto al resto de la iglesia, pues representaba el altar de Dios), y el Refugio (pues el altar, que representa a Cristo, es “nuestro sostén y nuestro refugio” como lo expresa la anáfora de san Pedro, príncipe de los apóstoles). Alrededor del altar se colocaban las velas o lámparas encendidas para iluminarlo durante la ceremonia, e iconos de los santos para adornar el lugar (esos iconos rodeaban el altar para simbolizar a los santos que testificaron al Cordero en el mundo ante los jueces y reyes). Considérese que los maronitas en sus arquitectura no tenían el iconostasio, por lo que estas imágenes religiosas alrededor del altar son muy típicas maronitas, y ajenas a la tradición de otras iglesias, hasta hoy en día.

La ṭabliyto (ܛܰܒܠܺܝܬܳܐ) era una mesa portátil hecha de madera, ya sea de cedro o de acacia, y algunas veces de piedra. Aunque estaba junto al altar, no era parte del altar. Esta pequeña mesa no tenía que estar consagrada, pero sí bendecida. Pero si se usaba como altar en lugares donde no había altar, sí se consagraba. También servía para otros sacramentos, como en el misterio de la Coronación donde se colocaba un crucifijo, la biblia y las coronas de los novios, o en el bautismo-crismación para colocar los óleos sagrados.

En la bóveda del ábside, como hemos señalado, había la única ventana que permitía la entrada de luz. Este Lucernario o Claraboya que iluminaba naturalmente el recinto daba un clima de peculiar espiritualidad al reciento sacro que, con el uso del incienso, resaltaba su halo de luz.

2) La nave (ܗܰܝܟܠܳܐ, hayklo): es el área del templo más grande. En este lugar permanecía el sacerdote hasta la Liturgia de la Palabra (o sinaxis) y luego accedía a la ábside, mientras que los fieles permanecían en ella durante toda la celebración. En su diseño tiene una peculiaridad especial, que es la división transversal y tripartita: a) el Bima o Barandilla o Lugar de Oración o Coro, b) el Morada o Templo, y c) la Morada Exterior. La simbología de ella es trinitaria: el Bima simboliza al Espíritu Santo, la Morada la Padre, y la Morada Exterior al Hijo.

- Bima (ܒܺܝܡܰܐ): delante del ábside, y formando parte de la nave, aunque dividida por un barandilla de resto de la nave, se ubicaba un área llamada Bima. En ella se colocaban dos atriles o ambones. Uno utilizado por el sacerdote para la lectura del Evangelio, la predicación y las oraciones de la Liturgia de la Palabra, y otro utilizado por el diácono o lector de las epístolas del apóstol san Pablo y para dar indicaciones o moniciones durante la celebración. En un inicio en esta área no había sede o silla para sentarse, pero cuando se introdujo el uso de la silla se colocaron aquí las sillas de los celebrantes. En este espacio estaba el lugar de los cantantes conocido como ܩܰܣܛܪܽܘܡܳܐ (qasṭrumo, “coro”), de ahí que al Bima se la llame a veces Coro. El qasṭrumo quedaba en un pasillo, llamado ܫܩܳܩܽܘܢܳܐ (Shqoquwno, “pasillo”), que conducía al Ábside.

a) Morada: es el área de la nave donde permanecían los fieles (los bautizados), quienes, como hemos señalado, permanecían de pie durante la celebración, pero también para ellos, posteriormente, en este espacio, se incluyeron bancas para que se pudieran sentar. Aquí, en algunas iglesia (en otras era en la Morada Exterior), del lado izquierdo (en el lado norte de la nave) cerca de la entrada se colocaba la Pila Bautismal, la cual tenía una ilustración tallada o una forma de paloma simbolizando al Espíritu Santo, y debía ser esculpida en piedra –según explica el patriarca Douaihi–, para atestiguar aquella piedra que cerró el Santo Sepulcro en la que se enterró al Origen de la Vida quien, con su muerte, sepultó la mortalidad de nuestra naturaleza, y también para atestiguar, con este material pétreo, el fervor y la durabilidad de la fe hasta el fin de los tiempos. El cuenco de la pila bautismal simbolizaba la recepción, en él, del pecado original para sepultarlo ahí a fin de que el bautizado saliera vivo con la gracia del Señor después de revestirse en un hombre nuevo, es decir, en el mismo Cristo, protagonista de nuestra redención. En este lugar se colocaba una campana y címbalos que se tocaban en ciertos momentos litúrgicos (no se trata de las campanas exteriores que eran más grandes y que se colocarían en las torres que fueron construidas con posterioridad).

b) La Morada Exterior: era la parte más cercana a la entrada (hacia el occidente), y aquí permanecían los catecúmenos y los penitentes. En este lugar había dos pequeñas fuentes a los laterales de la puerta para depositar agua bendita. En este lugar se realizaba el Misterio de la Reconciliación, pues era también el área de los penitentes. Aquí el sacerdote escuchaba la confesión, en privado, del penitente y le impartía la absolución sacramental.

Como se aprecia se pude definir esta área como un lugar reservado para la personas ausentes de la gracia (o porque no están aún bautizados o porque la perdieron por el pecado). El agua bendita que se bendecía dos veces al año, el día de la Epifanía del Señor (en la liturgia maronita es la fiesta del Bautismo del Señor) y el día de la Consagración de la Iglesia (en la apertura del año litúrgico), se rociaba sobre este lugar y a los fieles en el momento de la confesión. Después, y de una manera tardía (finales del siglo XVI) se colocaron las dos fuentes mencionadas para el agua bendita para que los mismos fieles o catecúmenos se santiguaran con ella al entrar al templo.

La nave era muy austera y, por ser toda ella de piedra (techo, paredes, piso y sin ventanas) presentaba un ambiente no sólo de rusticidad (era una construcción realizada por hombres de campo) sino que además generaba un ambiente piadoso por el eco que producía la voz del canto y por la luz tenue de acogida a la piedra y al silencio del recinto.

c) La sacristía o diaconicón (διαχονιχον): era una pequeña habitación ubicada al oriente de la iglesia, es decir, atrás o a un lado del ábside. En ella estaban los armarios para guardar los ornamentos, manteles, libros, vasos sagrados y utensilios litúrgicos, la custodia de las reliquias y, originalmente, colindando con la pared del ábside, había también un espacio donde se colocaba el Sagrario (con las hostias consagradas) y, en un altar pequeño junto al Sagrario, el Ambry para resguardar los sagrados óleos y el agua consagrada usada para el bautismo. A esa pared de la sacristía se le conocía como la Pared de la Iniciación Cristiana que, posteriormente, se colocó en los ábsides laterales del Santo de los santos.

Según Douaihi, en la sacristía se daban varias acciones litúrgicas y paralitúrgicas, como la elección de los protosincelos, el comienzo de la imposición de manos (ܣܝܳܡ ܐ̱ܝܕܳܐ, soyem ydo) para el orden diaconal y entrega del evangelio, entrega y nombramiento de oficios eclesiales (párrocos, periodeutas, consentimiento de lo sacerdotes llamados al episcopado, etc.), la comunión de los niños y, era el lugar desde donde se iniciaban las procesiones. Esto último, el tema de las procesiones, le daba una gran importancia el patriarca Douaihi desde el punto de vista litúrgico pues lo refería a la simbología de las procesiones trinitarias, (el Hijo que procede el Padre, y el Espíritu Santo del Padre y del Hijo), y se realizaban las procesiones portando el santo Crisma.

d) El nártex: Era un área exterior al templo, es decir, solía estar al aire libre y muchas veces techado como vestíbulo a la entrada de la iglesia. Aquí era el otro lugar donde se podía encontrar la Pila Bautismal, también colocada del lado izquierdo, es decir, en el lado norte, cuyas características explicamos ya.

Los tipos de edificaciones eclesiásticas se clasifican en iglesias de una sola nave, iglesias de dos naves, iglesias de tres naves o basílicas, monasterios y ermitas. Los lugares habitados por el patriarca u obispos, no eran más que los mismos monasterios que, sin ningún cambio arquitectónico, se les llamaba sedes patriarcales o episcopales por vivir ahí el patriarca o el obispo del lugar, pero lo que en sentido estricto no hay una especial construcción para un patriarcado o para un obispado, como actualmente suele hacerse.

Estos tipos arquitectónicos eclesiásticos maronitas son descritos así:

1. Iglesia con una sola nave

a) El nártex es un cuadrado bien definido y funciona como un filtro entre el mundo exterior (lo profano) y el mundo interior (lo sagrado).

b) La nave es unidireccional y está determinada por una sola bóveda de cañón, de dos metros de altura a partir del punto de resorte con su eje en la dirección de la bóveda. Las dimensiones de la nave son modesta, siendo la longitud el doble de la anchura, lo que permite a los participantes el acceso a una multitud de actos religiosos.

c) El ábside es una bóveda semicircular con una pequeña abertura que servía como , vimos, de única fuente de luz diurna desde el exterior (una referencia simbólica de Cristo, Luz del mundo). Más tarde se introdujeron las ventanas dentro de las paredes, lo que debilitó la autenticidad de la luz. En el centro del ábside se encuentra el altar, un monolito rectangular. El altar está separado de la nave que simboliza una línea de demarcación entre el espacio de los fieles y el espacio sacerdotal.
La torre de la iglesia con una sola nave, que originalmente no existían, fue introducida por influencia de la iglesia latina.

2. Iglesia con dos naves

a) Son dos iglesias gemelas incorporadas en el mismo cubo cada con su propia nave y ábside , pero compartiendo el mismo nártex, cuando lo hay.

b) El nártex es un cuadro adaptado más a la topografía y no obedece a razones simbólicas.

c) Las naves son lugares muy similares pero son naves son contradictorias desde un punto vista litúrgico en relación a la unicidad del altar. En estas iglesias se encuentran rosetones profundamente esculpidos en piedra

d) Los ábside de cada nave son igualmente proporcionados y están embovedados. Aunque no se sabe el porqué se hicieron estas iglesias gemelas, se especula, como hipótesis que su estructura servía para la su dedicación a dos santos o que pertenecían a dos familias o clanes del mismo pueblo. Sin embargo, sus funciones son desconocidas hasta el momento.

e) La torre de la iglesia con dos sola nave, tampoco existía, pero fue introducida también por influencia de la iglesia latina.

3. Iglesia con tres naves (o Basílica)

a) El nártex es un cuadro no siempre bien definido cuya posición es perpendicular a la entrada de la iglesia. La colocación del nártex está determinada por la practicada (según el terreno) más que por un significado simbólico.

b) Las naves son tres y tienen un diseño de bóvedas de cañón de igual altura, aunque la nave central es más ancha; cada una de las naves termina con su propio ábside pero sin interrumpir el crucero (espacio transversal) de la basílica.

c) El ábside principal está en el centro y es más grande que los ábsides laterales, y en ella está situado el altar. La totalidad de la arquitectura se centra en el ábside principal, y la construcción se basa en pilares y columnas de soporte presentes en toda la nave que se dirigen, lateralmente, hacia los ábsides.

d) En la iglesia de tres naves también se le colocó la torre con posterioridad.

4. Monasterios.

Los monasterios maronitas comenzaron originalmente como ermitas situadas en lugares apartados. Estas estructuras arquitectónicas crecieron en respuesta a la necesidad de los monjes de reunirse en torno a ermitas que sólo albergaban a un ermitaño a la vez, convirtiéndose en un lugar para la oración y para la comunidad monacal, abriéndola hacia el exterior a través del trabajo manual y de la producción agrícola, así como de la educación y de la enseñanza. Todo esto requería las siguientes particularidades:

- el aislamiento y la soledad por el bien de la oración.

- la conexión con el exterior sin perturbar la vida monacal.

- la separación del exterior con respecto al interior por las exigencias monásticas.

Los componentes del monasterio son:

a) Claustro: abierto al cielo, que es la imagen de Dios, pero encerrado en sus paredes al interior del monasterio y que desempeña el papel de distribuidor entre las diversas áreas y actividades. Sólo los monjes podían tener acceso a él. Por lo general, el claustro se encuentra a nivel del suelo, pero a veces se sitúa a un nivel más bajo cuando el sitio está a lo largo de una pendiente. Puede estar rodeado de sucesivos pórticos con cruces de bóvedas que cumplen varias funciones interiores y que protegen del sol. Suelen sembrarse en lo jardines del claustro algunos árboles para dar sombra y para simbolizar “la naturaleza” en el centro de su estructura.

b) Pórticos y Galerías: estos juegan un papel importante en la composición de la fachada. En el centro de ellos se encuentra el liwan (ليوان, zaguán), que junto con los pórticos y las galerías forman una combinación de composición armoniosa y bien integrada. Por otro lado, los pórticos y galerías se abren hasta el final de los corredores o pasillos que rodean el claustro, donde se encuentra un mandalun (مندلون, “balcón con ventanas”) con vistas al propio claustro. El pasillo da como resultado un filtro visual entre el claustro y los demás espacios del monasterio y permite, además, una buena ventilación tanto longitudinal como transversal. El norte y el sur del liwan (ليوان) se utiliza alternativamente en diferentes horas del día según la posición del sol durante las estaciones del año pues se ve afectado por la cantidad de luz y de sombra. Esta es una prueba más del deseo maronita de buscar una interacción equilibrada y rítmica entre la arquitectura y la “naturaleza” que rige el lugar y el clima. La forma general del monasterio suele asumir el modelo básico de rectángulo que se adapta a la naturaleza del sitio; esta forma se dirige preferentemente hacia el oriente, si la morfología del sitio lo permite. Cuando algún monasterio se construye a lo largo de la ladera de una montaña, esa topografía le permite la edificación de un sótano que es abovedado en cruz y que se abre a la ladera; este sótano puede servir como depósito agrícola para granos, como establo para animales domésticos, como cava para el vino o como taller de artesanía.

c) Iglesia. La iglesia del monasterio es el elemento común en todos los monasterio, y está diseñada con una planta basilical rectangular y un ábside apuntando hacia el oriente. La iglesia, dependiendo del monasterio, puede ser utilizada solo por monjes o por el público en general, en este último caso los monjes entran por una puerta que conduce directamente al interior del monasterio, mientras que los fieles entran por otra puerta que se abre hacia el exterior. La iglesia, aunque grande, es muy sencilla y modesta en su arquitectura, exhibiendo amplitud y apertura sin ornamentación. Sin embargo, es la estructura más imponente visualmente hablando de todo el monasterio, ya que posee una cantidad volumétrica dominante que refleja su carácter sagrado. A partir del siglo XVIII se le añadió el campanario, edificado sobre el punto más alto de la iglesia, que ordinariamente era por encima de la entrada principal, lo que aumenta su severidad y grandeza.

d) Celdas. Las habitaciones para los monjes fueron construidas en su mayoría a lo largo de los lados del claustro y conectadas por la galería que dominaba el claustro. En el caso de los grandes monasterios, los cuatro lados se utilizan como habitaciones para los monjes, mientras que en los monasterios pequeños sólo sirven como habitaciones uno o dos de los lados. Las habitaciones de las esquinas se suelen designar como salas comunitarias para las reuniones de los monjes, y se usan según la hora del día. En estas habitaciones comunitarias se colocan bancos o sillas que se abren a la agradable vista de las zonas circundantes. En cuanto a las habitaciones privadas o celdas de los monjes, son muy sencillas, desprovistas de ornamentación o tratamiento decorativo, con una pequeña letrina, un estante para libros, y un altar orientado hacia el oriente para orar. Las habitaciones están diseñadas simétricamente y están construidos con los materiales disponibles localmente, como ladrillos rojos y piedras talladas que se asemejan a una casa vernácula libanesa.

5. Ermita.

La arquitectura de las ermitas maronitas, aunque ejercieron siempre la misma función de ser espacios para aislarse del mundo, se puede dividir en seis categorías:

a) Arquitectura natural sin techo (al aire libre): el estilo ascético del ermitaño maronita iba en paralelo con el de habitar la misma arquitectura provista por el “Diseñador del universo”, es decir, la naturaleza. Este tipo de ermita se conjuga con el lugar donde se halla, sin mucha intervención humana; de ahí que es una ermita sin techo, y aislada sólo por elementos naturales de la montaña o de los árboles.

b) Arquitectura de columna (estilita): junto con el estilo de vida anterior, existe otra forma de vivir al aire libre, pero sin tocar el suelo y tomando al cielo como refugio. Era una construcción sobre la parte superior de una columna. Es obvio aquí que esta “arquitectura” está confinada a un pilar al aire libre.

c) Arquitectura cueva natural: la naturaleza rural de muchos sitios libaneses, con su escabroso terreno, proporcionaba una atmósfera muy apropiada para que los maronitas lograran la soledad y el aislamiento. El monje maronita se apresuraba a residir en cuevas naturales tan pronto como reconocía su llamado a la vida ascética. Esta construcción básicamente era una pared que tapiaba la cavidad de la gruta, y a veces acompañada de un muy pequeño patio de piedra fuera de la cueva, tipo terraza, para que el monje, a la intemperie, pudiera rezar.

d) Arquitectura con elementos naturales locales: este tipo de ermitas, simplemente se ha añadido material local a la naturaleza del lugar. Es decir, era cuatro paredes pegadas a la montaña, una puerta y un techo, y sin ventanas.

e) Arquitectura con modificación manual de la “arquitectura” natural local: este tipo de ermitas no exhiben ningún material ajeno al sitio, sino algunas modificaciones manuales a la estructura natural local. Se colocaban separadas de la pared de las montañas dando hacia el valle para contemplar la obra de Dios. Podían tener una o dos habitaciones, una de ellas usas como capilla de oración y celebración de los sacramentos. A veces contaban con pequeñas terrazas.

f) Arquitectura de habitación aislada del cenobio: estas ermitas era simplemente una habitación aislada dentro del mismo monasterio, pero separada del claustro, con las características de una celda, es decir, sin ornamentación o tratamiento decorativo, con una pequeña letrina, y un altar para orar orientado hacia el oriente.

El vínculo entre la arquitectura religiosa y la secular que la arquitectura maronita posee con la naturaleza muestra el deseo de los maronitas de buscar una relación continua con su Creador. En efecto, la misma naturaleza ha sido el regulador predominante de su vida y de su arquitectura.

Bibliografía:

ABDALLAH, Charbel, L’Architecture des Églises Maronites. Le traité liturgique et artistique du Patriarche Douaïhy. Vol. I, Édition du text et Vol II, Commentaire, Liban: PUSEK, 2007; ASSEMANI, JOSEPH SIMONIUS, Bibliotheca Orientalis Clementino-Vaticana: In Qua Manuscriptos Codices Syriacos, Arabicos, Persicos, Turcicos, Hebraicos, Samaritanos, Armenicos, Aethiopicos, Graecos, Aegyptiacos, Ibericos, & Malabaricos, [...]. De Scriptoribus Syris Orthodoxis / Recensuit, digessit & genuina scripta à spuriis secrevit, Addita Singulorum Auctorum Vita Joseph Simonius Assemanus Syrus Maronita Sacrae Theologia Doctor, atque in eadem Bibliotheca Vaticana linguarum Syriacae & Arabicae Scriptor, Romae: Typis Sacrae Congregationis de Propaganda Fide, 1719; KIPRIANOS, Joseph, The sacredness of space and its values in the Maronite Church in Lebanon a fusion between Liturgy and Place, South Africa: University os KwaZulu-Natal, Durban, 2004, pp. 39-82; MOUKARZIL, Alexis, «Architecture Maronite» en HAGE, Louis (dir.), Encyclopedie Maronite, I, Liban: USEK, 1992.

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Cómo Citar:

Meouchi-Olivares, A. (2019). Diccionario Enciclopedico Maronita. iCharbel-Editorial.

Sitio web: https://www.maronitas.org



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