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TRISAGIO (τρισάγιον)

Por: Alberto Meouchi-Olivares

La palabra Trisagio es una palabra que procede el griego τρισάγιον, “tres (τρισ-, tris) / santo (-άγιον, agion)”, y corresponde a una oración antiquísima que consiste en una frase repetida tres veces: Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros (3). En griego se menciona tres veces en cada repetición la palabra Ἅγιος (agios) “santo”, de ahí el nombre de Trisagio (τρισάγιον): Ἅγιος ὁ Θεός, Ἅγιος ἰσχυρός, Ἅγιος ἀθάνατος, ἐλέησον ἡμᾶς (agios o Theos, agios ischyros, agios athanatos, eleison imas).

La tradición maronita la canta en su liturgia en el mismo idioma en que habló nuestro Señor Jesucristo, el arameo: ܩܰܕܺܝܫܰܬ ܐܰܠܳܗܳܐ܁ ܩܰܕܺܝܫܰܬ ܚܰܝܶܠܬܳܢܳܐ܁ ܩܰܕܺܝܫܰܬ ܠܳܐܡܳܝܽܘܬܳܐ܁ ܐܶܬܪ݂ܰܚܰܡ ܥܠܰܝܢ (qadishat aloho, qadishat ḥalletono, qadishat lomoyuto, etraḥam ‘alain).

Para la liturgia maronita el Trisagio es una oración totalmente cristólogica y no trinitaria, por lo que no encuentra, según su tradición, una resonancia en el tres veces Santo de Isaías “¡Santo, Santo, Santo es el Señor de los ejércitos!” (Is 6, 3), ni en el del Apocalipsis: “Santo, Santo, Santo es el Señor, el Dios todopoderoso” (Ap 4, 8).


I. Leyendas

Según una tradición bizantina muy arraigada el Trisagio se remonta al siglo V durante el reinado de Teodosio II (fl. 408-450) en Constantinopla, cuando esta ciudad fue sacudida por un fuerte sismo (24 de septiembre 447), siendo patriarca de Constantinopla Proclo (fl. 434-446). El pueblo encabezado por su emperador y su patriarca realizaron una procesión descalzos para implorar al Señor por su seguridad. Mientras realizaban la procesión los temblores aumentaron drásticamente y un niño que iba en la procesión fue arrebatado hacia arriba a la vista de todos, y todos gritaban asustados “¡Señor ten piedad!"; cuando el niño cayó del cielo contó que había estado entre los coros de los ángeles que cantaban “Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ¡ten piedad de nosotros!”, y que una voz le había ordenado decírselo al patriarca para que el pueblo repitiera el canto. El patriarca instruyó a la gente a cantar este himno, cesaron los terremotos y el niño murió. La emperatriz santa Pulqueria († 453), hermana del emperador Teodosio II, solicitó al patriarca que incluyera este himno en la Divina Liturgia.

Sin embargo, en la tradición siríaca y maronita, se piensa que el Trisagio es precedente a esta leyenda, y lo remonta al siglo I durante la Pasión de Nuestro Señor: cuando José de Arimatea y Nicodemo llevaban a sepultar al Señor (cf. Jn 19, 38-42) exclamaron ante sus restos: “¡Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal! ¡Oh Cristo, crucificado por nosotros, ten piedad nosotros!”. La liturgia maronita conserva aún esta exclamación, tal cual, en arameo, que fue como se debió haber dicho: ܩܰܕܺܝܫܰܬ ܐܰܠܳܗܳܐ܁ ܩܰܕܺܝܫܰܬ ܚܰܝܶܠܬܳܢܳܐ܁ ܩܰܕܺܝܫܰܬ ܠܳܐܡܳܝܽܘܬܳܐ܁ ܡܫܺܝܚܳܐ ܕܶܐܨܛ݂ܠܶܒܬ ܚܠܳܦܰܝܢ. ܐܶܬܪ݂ܰܚܰܡ ܥܠܰܝܢ (qadishat aloho, qadishat ḥalletono, qadishat lomoyuto. Mshíḥo deṣṭléb ḥlofáin, etraḥam ‘alain).

Esta segunda leyenda es compartida también por la tradición copta, pero la explica con un antecedente: cuando estaban envolviendo en el sudario el Cuerpo santo de nuestro Señor les acechó a san José de Arimatea y a san Nicodemo la duda con respecto a la divinidad de Jesucristo, y, de repente, un coro de ángeles se les apareció desafiándolos con el canto de “¡Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal!”, y, en ese instante los dos hombres justos se percataron de su error, y se unieron al canto, para luego confesar su pecado y pedir misericordia y perdón, añadiéndole al canto la frase: “¡oh tú, quien fuiste crucificado por nosotros, ten piedad de nosotros!”.

Esta piadosa leyenda ha sido retocada por los maronitas, a modo de anécdota para la catequesis, y la cuentan así: «Cuando Cristo iba rumbo al Calvario, un hombre, llamado Simón de Cirene, que bajaba del campo hacia el mediodía, ya cansado, pues desde la madrugada trabajaba en sus labores, se topó en su camino a los legionarios romanos que le obligaron a cargar la cruz de un reo. Él, molesto, no tuvo más remedio que obedecer. Sin embargo, durante el trayecto observó la mansedumbre y bondad del reo a quien ayudaba, que iba silencioso, con calidez, paciente y con profunda paz, a pesar de la forma como lo estaban maltratando. Miró cómo consoló a unas mujeres y se dejó limpiar el rostro por una de ellas. Su corazón cambió y, le dijo: “Santo Dios (eres Dios y no me había dado cuenta), Santo Fuerte (yo, un débil, te ayudé a cargar la Cruz), Santo Inmortal, (te llevan a morir, pero vencerás la muerte), ¡ten piedad de mi!”. Este era el primer verso del Trisagio. Luego, más adelante, un centurión romano con problemas de vista, que recibió el nombre Longino por portar una lanza, se le exigió que certificará la muerte de los reos. Cuando vio que Cristo estaba muerto, le traspasó su costado y al instante salió sangre y agua que le salpicaron los ojos, y, en el momento, quedó curado de su miopía. Se puso de rodillas y dijo: “Santo Dios (verdaderamente tú eres el Hijo de Dios), Santo Fuerte (eres la fortaleza y con qué facilidad te atravesé tu costado), Santo Inmortal (vine a certificar tu muerte, y realmente la has vencido ya), ¡ten piedad de mí!”. Esta era la segunda vez que se decía el verso. Finalmente, al estar José de Arimatea y Nicomedo ungiendo con la mixtura de mirra y áloe el Cuerpo del Señor mientras lo colocaban en un sudario, exclamaron con lágrimas en los ojos: “Santo Dios (mira lo que te hemos hecho), Santo Fuerte (te has dejado lacerar y maltratar, sin mostrar tu omnipotencia), Santo Inmortal (te estamos enterrando en un sepulcro prestado, porque no es tuyo, lo tuyo es la vida, no la muerte), ¡ten piedad de nosotros!”. Esta era la tercera y última vez que se pronunciaba el Trisagio. Por eso, al ser la misa el sacrificio incruento de Cristo en la Cruz, en la liturgia maronita siempre se canta tres veces para recordar estos tres momentos en que estos buenos hombres descubrieron que Dios había muerto por nosotros». Hasta aquí la anécdota reconstruida que presenta un sabor hermoso de piedad popular maronita.

Hay además, otra tercera leyenda, que refieren los ortodoxos sirios, y que se encuentra narrada en los escritos de Moisés bar Kepha (antes del 903 dC). En su relato le atribuyen el Trisagio a san Ignacio de Antioquía († ca. 116), quien, según dice esta leyenda, llegó a contar que había escuchado este himno cuando había sido arrebatado al cielo por un éxtasis un día mientras hacía oración, y que lo había oído cantar a los ángeles a dos coros, por lo que lo mandó introducir en la liturgia. Moisés bar Kepha también menciona el largo sermón poético de Isaac de Antioquía (siglo V) que cuenta de un loro cantó el Trisagio con la adición de “quién fue crucificado por nosotros”.

Sea cual fuese la historia de este hermoso canto, lo cierto es que desde muy temprana edad estuvo arraigado en la tradición siro-antioquena. Tan fuerte fue su arraigo que incluso, durante el concilio de Calcedonia (año 451), se cantó solemnemente, pero, al mismo tiempo generó controversias, sobretodo cuando se le cantó con el añadido: “¡oh tú, quien fuiste crucificado por nosotros, ten piedad de nosotros!”.


II. Controversia

La controversia tiene su origen a consecuencia de las crisis cristológicas que azotaron a la iglesia a partir del siglo IV, pues la inclusión de la perícopa “¡oh tú, quien fuiste crucificado por nosotros, ten piedad de nosotros!”, al Trisagio, por parte de Pedro Fulón († 512), patriarca de Antioquía, con una postura radicalmente monofisita y, por tanto, anticalcedoniano, generó sospecha de herejes a cuantos lo usaron.

Para situarnos en el contexto debemos recordar que lo maronitas profesaron fielmente la fe del concilio de Calcedonia (año 451) y del Tomus ad Flavianum (año 451) del papa san León Magno, y confesaron categóricamente que en Cristo hay una persona divina y dos naturalezas, la divina y la humana, enfrentándose, hasta el martirio, contra la herejía del monofisismo. Sin embargo, el patriarca Pedro Fulón, que maliciosamente se hizo del trono de Antioquía, como patriarca, destronando con intrigas al patriarca Martirio (fl. ca. 461-468 y ca. 470-476), a quien calumnió de nestoriano, generó grandes disensiones en oriente (Liber. Breviar. cap. 16. Evagr. lib. 2. hist. cap. 11). El patriarca Pedro Fulón era “un intrigante hipócrita, que de monje acemeta y simple lavandero*, cuyo sobrenombre le quedó, llegó a la protección los grandes quienes arrastra una fingida piedad, hasta invadir la silla patriarcal de Antioquía: echado de su ministerio por su atrevimiento en reprobar el concilio de Calcedonia, se retiró a la ciudad imperial, donde desplegó su genio intrigante, afectado y lisonjero […] ganó con dinero a algunos apolinaristas, herejes imbuidos en los mismos principios que los eutiquianos, y después principió a calumniar a Martirio, patriarca da Antioquía, acusándole de nestoriano” (Berault-Becastel, 1831). *(Nota: Fulón, significa lavandero, batanero o tintorero. La palabra viene del latín fullo, õnis, que indica un oficio romano de lavandero o limpiador de telas desde el siglo I a. C). Los maronitas fieles a la autoridad eclesiástica, a pesar de la postura tan errada del patriarca, pero al fin y al cabo el patriarca legítimo, acataron la inclusión, en el Trisagio, de la frase “¡oh tú, quien fuiste crucificado por nosotros, ten piedad de nosotros!”. En nuestra opinión esta inclusión era ya usada en la tradición siria, por lo que no causó problemas reales en la jurisdicción de Antioquía, pero el hecho de que la hubiera promovido Pedro Fulón como una artilugio a favor de sus intrigas, causó la controversia. “En aquel tiempo, lo mismo que hoy, griegos y latinos dirigían el Trisagio a la Santísima Trinidad, concluyendo con el «ten piedad de nosotros». En contraste lo sirios lo dirigían a la Segunda Persona, agregando: «que naciste, o que fuiste crucificado o que resucitaste de entre los muertos…». Los maronitas, aunque inicialmente se habían opuesto a la inclusión porque provenía de Pedro el Tintorero (i.e. Fulón), y por miedo a caer en la adoración de una cuarta persona, terminaron por usarla; pero recalcando no obstante, que era dirigida solamente a Cristo”. (Tayah, 1999).

San Juan Damaceno († 749), doctor de la Iglesia nacido en Damasco (Siria, 675) expresó la causa de la controversia, y que el mismo toma postura al respecto: Pedro Fullón hizo la adición al Trisagio, pero el Trisagio al ser dirigido a la Santísima Trinidad, hace que la encarnación se aplique a la Trinidad, cosa que es herética, pues sólo se encarnó el Hijo. Advierte que el Trisagio se escuchó por primera vez en Constantinopla y que fue usado en Calcedonia sin ningún añadido. El texto del Damasceno dice: “declaramos que la adición que el cabeza-hueca de Pedro Fulón hizo al Trisagio, o himno «tres veces santo», es blasfemo […] como si la Santísima Trinidad fuera pasible, y el Padre y el Espíritu Santo sufrieran en la Cruz junto al Hijo, […] pues sostenemos que la expresión «Santo Dios» se refiere al Padre, […] la de «Santo Fuerte» al Hijo, […] y las palabras «Santo Inmortal» las aplicamos al Espíritu Santo. De ahí, que el Trisagio se refiere no únicamente al Hijo, sino a la Santísima Trinidad, y así los atestiguan los santos maestros Atanasio y Basilio y Gregorio y todos los Padres con inspiración divina. […] Los historiadores eclesiásticos dicen que la gente de Constantinopla ofrecía oraciones a Dios para evitar una amenaza de calamidad, durante el mandato del obispo Proclo, y sucedió que un niño fue arrebatado de entre la gente, y un grupo de maestros angelicales le enseñaron el himno del «tres veces santo» […] y una vez más fue devuelto a la tierra, contó lo que había aprendido y todo la gente cantó el Himno, y así se evitó la amenaza de calamidad. […] Y en el IV Concilio Ecuménico, santo y grande, me refiero al de Calcedonia, se nos dice que fue en esta manera como se cantó el Himno” (Exposición de la Fe, libro III, cap. X). Pero este comentario es ajeno a la mentalidad maronita, pues una cosa estaba clara, el Trisagio, como hemos dicho, tiene para ellos un sentido netamente cristológico, de acuerdo con la tradición antioquena establecida, y, por lo tanto, la adición cristológica es completamente ortodoxa y teológicamente consistente. Así, por ejemplo, quedó asentado cuando otro patriarca contemporáneo de Antioquía, Calendonio (fl. ca. 479-485), también hacía la adición, pero de esta manera: “oh Cristo Rey, que fuiste crucificado por nosotros, ten piedad de nosotros”.


III. Formas del Trisagio

Actualmente en la liturgia maronita se canta de las siguiente manera, según los tiempos del ciclo litúrgico en que se cante:

- Navidad:
“Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal. Oh Cristo, nacido de la hija de David, ten piedad de nosotros”: ܩܰܕܺܝܫܰܬ ܐܰܠܳܗܳܐ܁ ܩܰܕܺܝܫܰܬ ܚܰܝܶܠܬܳܢܳܐ܁ ܩܰܕܺܝܫܰܬ ܠܳܐܡܳܝܽܘܬܳܐ܁ ܡܫܺܝܚܳܐ ܕܶܐܬܺܝ݂ܠܶܕ ܡܶܢ ܒܰܪ̱ܬ ܕܰܘܺܝܕ. ܐܶܬܪ݂ܰܚܰܡ ܥܠܰܝܢ (qadishat aloho, qadishat ḥalletono, qadishat lomoyuto. Mshíḥo detiléd men bát dauid, etraḥam ‘alain).

- Epifanía:
“Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal. Oh Cristo, bautizado por Juan, ten piedad de nosotros”: ܩܰܕܺܝܫܰܬ ܐܰܠܳܗܳܐ܁ ܩܰܕܺܝܫܰܬ ܚܰܝܶܠܬܳܢܳܐ܁ ܩܰܕܺܝܫܰܬ ܠܳܐܡܳܝܽܘܬܳܐ܁ ܡܫܺܝܚܳܐ ܕܐܶܬܥܡܶܕ ܡܶܢ ܝܽܘܚܰܢܳܢ. ܐܶܬܪ݂ܰܚܰܡ ܥܠܰܝܢ (qadishat aloho, qadishat ḥalletono, qadishat lomoyuto. Mshíḥo det‘méd men yuḥanón, etraḥam ‘alain.).

- Semana Santa:
“Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal. Oh Cristo, crucificado por nosotros, ten piedad nosotros”: ܩܰܕܺܝܫܰܬ ܐܰܠܳܗܳܐ܁ ܩܰܕܺܝܫܰܬ ܚܰܝܶܠܬܳܢܳܐ܁ ܩܰܕܺܝܫܰܬ ܠܳܐܡܳܝܽܘܬܳܐ܁ ܡܫܺܝܚܳܐ ܕܶܐܨܛ݂ܠܶܒܬ ܚܠܳܦܰܝܢ. ܐܶܬܪ݂ܰܚܰܡ ܥܠܰܝܢ (qadishat aloho, qadishat ḥalletono, qadishat lomoyuto. Mshíḥo deṣṭléb ḥlofáin, etraḥam ‘alain).

- Resurrección:
“Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal. Oh Cristo, resucitado de entre los muertos, ten piedad de nosotros”: ܩܰܕܺܝܫܰܬ ܐܰܠܳܗܳܐ܁ ܩܰܕܺܝܫܰܬ ܚܰܝܶܠܬܳܢܳܐ܁ ܩܰܕܺܝܫܰܬ ܠܳܐܡܳܝܽܘܬܳܐ܁ ܡܫܺܝܚܳܐ ܕܩ݂ܳܡ ܡܶܢ ܒܶܝܬ ܡܺܝ̈ܬܶܐ. ܐܶܬܪ݂ܰܚܰܡ ܥܠܰܝܢ (qadishat aloho, qadishat ḥalletono, qadishat lomoyuto. Mshíḥo dqóm men bet míte, etraḥam ‘alain.).

- Pentecostés:
“Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal. Ten piedad de nosotros”: ܩܰܕܺܝܫܰܬ ܐܰܠܳܗܳܐ܁ ܩܰܕܺܝܫܰܬ ܚܰܝܶܠܬܳܢܳܐ܁ ܩܰܕܺܝܫܰܬ ܠܳܐܡܳܝܽܘܬܳܐ. ܐܶܬܪ݂ܰܚܰܡ ܥܠܰܝܢ (qadishat aloho, qadishat ḥalletono, qadishat lomoyuto. Etraḥam ‘alain.).

Bibliografía:

ÉRAULT-BERCASTEL, Antoine-Henri de, Historia e la Iglesia, Valencia: Imprenta de Benito Monfort, 1831, 14-16; DIP, Pierre, «Maronite», en Dictionnaire de Théologie Catholique, tomo X (1928), col. 1-32; NAIRONUS, Faustus, Dissertatio de origine, nomine, ac religione maronite, Rome: 1679, 95-96; TAYAH AKEL, Wadih Boutros, Los Maronitas, raíces e identidad, México: Editorial Diana, 1999, 35-37.

Ver voces:

Cómo Citar:

Meouchi-Olivares, A. (2019). Diccionario Enciclopedico Maronita. iCharbel-Editorial.

Sitio web: https://www.maronitas.org

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